Cientos de personas rodearon ayer el auto del Papa Francisco para saludarlo tras su llegada a Río de Janeiro, generando escenas de alta expectación y hasta confusión en el inicio del primer viaje internacional del pontífice argentino.
Tras saludar a la presidenta brasileña Dilma Rousseff en el aeropuerto, subió a un modesto automóvil gris para desplazarse hacia la catedral de Río. Al llegar al centro de la ciudad, decenas de fieles se abalanzaron sobre su auto para verlo y tomarle fotografías, bloqueando su avance en una muestra del desafío que enfrentará su equipo de seguridad durante los próximos días. Después subió a un “papamóvil” sin vidrios laterales, aunque protegido por un cordón de guardaespaldas y voluntarios.
Más de un millón y medio de fieles de decenas de países han viajado a Río de Janeiro para acompañar al Papa de 76 años en la Jornada Mundial de la Juventud.
En los cinco meses desde que sucedió a Benedicto XVI como líder de los católicos, Francisco ha conquistado a muchos con su estilo simple, su rechazo al lujo y sus llamados a una Iglesia más comprometida con los pobres y la justicia social.
Precisamente, a bordo del avión que lo llevaba a Brasil, el Papa Francisco manifestó ayer a periodistas que el mundo arriesga a perder una generación de jóvenes por culpa del desempleo e instó por una cultura de mayor inclusión. “La crisis mundial no está tratando bien a la gente joven”, dijo. “Estamos corriendo el riesgo de tener una generación que no trabaja. Del trabajo viene la dignidad de una persona”, agregó.
Su mensaje en Río
En la ceremonia de bienvenida ante la presidenta Rousseff, en el palacio de Guanabara, el Papa Francisco expresó no traer “ni oro ni plata, sino lo más valioso, Jesucristo”, a la vez que afirmó que la juventud es “el ventanal por donde entra el futuro en el mundo”.
“Cristo tiene confianza en los jóvenes y les confía el futuro de su propia misión. Id y hacer discípulos, vayan más allá de las fronteras de lo humanamente posible y creen un mundo de hermanos”, señaló.
“La juventud es el ventanal por el que entra el futuro en el mundo y por tanto nos impone grandes retos. Nuestra generación se mostrará a la altura de la promesa que hay en cada joven cuando sepa ofrecerle espacio, tutelar las condiciones materiales y espirituales para su pleno desarrollo, darle una base sólida sobre la que pueda construir su vida”, subrayó.
El primer pontífice latinoamericano también pidió a los adultos que garanticen a los jóvenes la seguridad y educación, le transmitan valores duraderos “por los que vale la pena vivir”, le aseguren un horizonte trascendente “para su sed de auténtica felicidad y su creatividad en el bien” y le dejen en herencia un mundo que corresponda “a la medida de la vida humana”.
Añadió que hay que despertar en los jóvenes las mejores potencialidades para que sean “protagonistas de su propio porvenir y corresponsable del destino de todos”.
Por su parte, la presidenta Rousseff le propuso una alianza para combatir las desigualdades y para diseminar por el mundo iniciativas de superación de la pobreza que han sido exitosas en Brasil. (Reuters y EFE).