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China tendrá problemas para mantener su impulso

Por: Martin Wolf, Financial Times | Publicado: Miércoles 8 de abril de 2015 a las 04:00 hrs.
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A las autoridades en China les encantan los eslogan. Lo recordé durante el Foro de Desarrollo de China, la reunión anual de altos funcionarios, empresarios internacionales e intelectuales expertos en políticas públicas, que se celebró el mes pasado. El lema de este año fue "la nueva normalidad", una idea primero adelantada (según sé) por McKinsey en 2009. Los residentes de países de ingresos altos ahora se han acostumbrado a la noción de que el desempeño de sus economías ha cambiado de manera fundamental. Pero, ¿qué significa esta nueva normalidad para los chinos?


En el foro, Zhang Gaoli, el viceprimer ministro y miembro del politburó, lo calificó de la siguiente manera, "el desarrollo sigue siendo la principal tarea para China", a pesar de las menores tasas de crecimiento; segundo, el viejo modelo de crecimiento "que incluía una fuerte demanda de insumos, alto consumo de energía y un exceso de dependencia de la demanda externa ya no es sostenible"; tercero, los chinos aún disfrutan de importantes "oportunidades estratégica", y por eso están "completamente confiados sobre nuestro futuro".


¿Deberíamos nosotros estar igual de confiados? Puedo ver dos grandes razones de por qué la respuesta debería ser "sí" y dos de por qué podría ser "no".


La primera razón para una respuesta positiva es su desempeño en el pasado. El PIB per cápita de China (a paridad de poder de compra) ha aumentado desde un poco más de 2% de los niveles en EEUU en los años '80 a 24% el año pasado, según el Fondo Monetario Internacional. Para un país tan grande, haber logrado esto es extraordinario. Sin importar lo que podamos pensar acerca de sus políticas, tenemos que reconocer la habilidad que subyace bajo tal éxito, una que ha transformado al mundo desde el punto de vista económico y está en camino de transformarlo también desde la perspectiva política.


La segunda razón para estar optimista es que el país cuenta con enormes fortalezas y potencial.


Las personas en China son famosas por su trabajo duro, emprendimiento, y mentalidad enfocada en la educación. La tasa de ahorro nacional es cercana a 50% del PIB. Así, a pesar de su elevado nivel de inversión, el país es un enorme acreedor.


Más aún, la productividad todavía se encuentra muy rezagada respecto de los niveles de países industrializados. Como destaca la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos en un nuevo reporte sobre China: "Considerando que cerca de la mitad de la población todavía vive en áreas rurales, nuevas ganancias de productividad pueden ser alcanzadas a través de la continua migración a las ciudades, que cuentan con trabajos urbano más productivos". La reforma y liberalización del sistema de registro de los hogares va a promover esta migración.


Otras fuentes de oportunidad son las políticas y prácticas defectuosas de hoy. Los rendimientos de las inversiones están cayendo debido a los subsidios excesivos. La contribución al crecimiento de la "productividad total de factores" –mejoras en la eficiencia con que el capital y los trabajadores son usados- también está cayendo. Los giros programados hacia una mayor dependencia de las fuerzas del mercado, un sistema legal más previsible, un consumo interno y público más fuerte, pueden liberar el potencial para otras dos décadas de recuperación del crecimiento, aunque a un ritmo más moderado que en las últimas.


Con este registro y este potencial, ¿por qué alguien debería dudar de la capacidad de China de crecer rápidamente durante años?


La primera razón es que crecer muy rápidamente es como andar en bicicleta: todo va bien siempre y cuando se mantenga la velocidad. Una vez que se ralentiza, sin embargo, una bicicleta empieza a tambalearse. Esta es la razón por la que gestionar una desaceleración es tan difícil. La segunda razón es crucial: la economía china es muy desequilibrada. La desaceleración de una economía desequilibrada es particularmente dura.


Un aspecto sobresaliente de la economía desequilibrada es la alta tasa de ahorro y por tanto su dependencia de la inversión como fuente de demanda. Sin embargo, cuando la economía se desacelera, es probable que la demanda de inversión caiga más que proporcionalmente. La razón es que la inversión pasada se llevó a cabo en el supuesto de un crecimiento anual de 10%. Con un crecimiento sustancialmente más lento, el exceso de capacidad será crónico. ¿Qué hace la gente cuando tiene exceso de capacidad? Dejan de invertir. Esa es también la razón por la que el gobierno de China tiene que mantener el crecimiento al alza: si no lo hace, la inversión podría colapsar, con efectos devastadores.


Eso no es todo. La combinación de una deuda pendiente con una economía en desaceleración es particularmente dañina. Sin embargo, eso es lo que ha creado el auge de inversiones inmobiliarias impulsadas por el crédito. A medida que el crecimiento se ralentiza, también lo hace la habilidad para pagar deuda, incluso si las inversiones subyacentes terminan siendo rentables. Esta caída en la capacidad de servir la deuda generaría una "recesión de balance" en la demanda. Eso se sumaría al ajuste a la inversión delineado anteriormente. Esta combinación es lo que abatió a la economía japonesa en los '90.


Si la economía china cambia hacia su nuevo normal en una base estable y sostenible, debe evitar ese colapso. Lograr esto requerirá un manejo macroeconómico muy hábil. Ya es fácil imaginar que China terminará con las tasas de interés de corto plazo en cero. El gobierno central podría ser forzado pronto a aumentar su déficit fiscal sustancialmente, especialmente si los gobiernos subnacionales altamente endeudados hacen recortes. El Banco Popular de China podría financiar ese aumento del déficit del gobierno central directamente. Alternativamente, el gobierno podría pedir préstamos de los bancos comerciales y acelerar el desarrollo de un mercado de bonos. Con la deuda pública general estimada por la OCDE en sólo 50% del PIB, ciertamente existe más espacio para un mayor endeudamiento.


La forma en que China maneje estos ajustes está llena de implicancias para el resto del mundo. La desaceleración del país ya ha jugado un rol importante en disminuir la demanda por commodities (y su precio). Si sucede un aterrizaje forzoso en la inversión doméstica, y los ahorros se mantienen tan altos, los superávit comerciales podrían explotar. Eso exacerbaría la sobreabundancia de ahorros globales en lo que ya es un momento muy difícil. El mundo debe rezar porque las autoridades chinas manejen esta transición de forma exitosa. La alternativa no debe ser contemplada.

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