Submarinos personales, el nuevo turismo exclusivo
Agencias ofrecen viajes al Titanic y otros lugares del fondo del Atlántico por decenas de miles de dólares.
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POR Elizabeth Eaves
Tritón, una de las pocas compañías existentes en el mundo dedicadas a la construcción de sumergibles para uso personal, ha traído hasta Barbados el primer Tritón 3300/3 para probarlo y mostrarlo a potenciales compradores que lo usarán en el turismo.
Hasta hace poco, la noción de submarinos para turistas era pura fantasía. En los últimos seis años, gracias a firmas como Tritón y la holandesa U-Boat Worx, ha ido cambiando el asunto. Los nuevos sumergibles son dos o tres plazas con ventanas hacia el mar. Por el precio adecuado y tras cuatro semanas de entrenamiento, es posible comprar uno y pilotearlo uno mismo.
“Pienso que hay un mercado saludable para el turismo bajo el mar con este tipo de submarinos”, dice Mike McDowell, jefe de una empresa turística, que ha venido a observar el debut del 3300/3 y ha estado en el negocio del turismo aventura por 35 años.
Este año, usando un submarino de búsqueda ruso, su agencia llevará pasajeros a visitar el Titanic, que se encuentra a 3.800 metros de profundidad. Unas 80 personas tomarán el viaje de 8 a 10 horas, que cuesta unos US$ 60.000 por persona. La compañía también está ofreciendo viajes al Bismarck, a respiraderos hidrotermales en el fondo oceánico, y por US$ 375.000 viajes de 35 días y 15 de inmersión por el Atlántico Norte.
Los ingresos de Tritón crecen mientras sus nuevos modelos se venden por precios más altos. Han vendido cuatro submarinos en total, antes de diseñar el 3300/3. Un modelo anterior, el 1000/2, se vendió por US$ 2 millones. El 3300/3 está valorado en US$ 3 millones y un cliente ya ha ordenado dos, con la intención de hacerlos sumergir por US$ 5.000 a US$ 7.000 diarios.
Estas empresas cuentan que están apostando al turismo de alta gama en un segmento que continúa creciendo a pesar del clima económico imperante.
Cerca de 80 millones de estadounidenses se jubilarán en los próximos veinte años, argumenta el presidente de Tritón, Patrick Lahey, que asegura que una buena parte de estos turistas se niegan a ir donde algunos otros han ido antes. “La gente es escéptica, pero estamos acostumbrados a eso”, dice.