Cómo los Trump se ganaron el Golfo: la lucrativa jugada de los negocios de la familia presidencial en Medio Oriente
Los intereses comerciales de la primera familia en la región son complejos y crecientes.
Por: Financial Times
Publicado: Jueves 4 de septiembre de 2025 a las 15:03 hrs.

Donald Trump Jr en el Foro Económico de Catar 2025 realizado en mayo. (Foto: Bloomberg)
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Donald Trump Jr parecía completamente a gusto mientras caminaba sobre la lujosa alfombra del Waldorf Astoria en Doha una tarde de mayo. Con su cabello peinado hacia atrás, una corbata color crema a la vista y una sonrisa radiante, se acercó a un grupo de hombres vestidos con trajes oscuros, túnicas blancas y pañuelos en la cabeza.
El hijo mayor del presidente de los Estados Unidos se encontraba en Doha para hacer negocios. Ese mismo día, había acaparado la atención en el Foro Económico de Catar 2025, donde se reunió con el primer ministro qatarí y al emir, y pronunció un discurso en el que promocionó las abundantes oportunidades de negocios de la región.
“Miren la comparación con lo que quizás están pasando en Europa occidental”, le dijo al público, elogiando a Catar y toda la región del Golfo. “Este es el lugar donde hay inversión racional. La gente está trabajando duro. No se trata de un clima regulatorio tan opresivo”.
Don Jr. ya veía de primera mano los beneficios de este favorable entorno empresarial. Su empresa enfocada en inversiones americanas, 1789 Capital, había recaudado millones de dólares en la región, según su socio y co-fundador Omeed Malik, quién se negó a revelar cifras precisas. Pero Don Jr. quería redoblar sus esfuerzos. Su familia había hecho “negocios en la región desde siempre”, dijo, desde antes de que “la mayoría de la gente” considerara “más o menos aceptable estar aquí”.
Exageraba, pero no tanto. Desde principios de la década del 2000, la Trump Organization intentó construir hoteles y campos de golf en Dubái. Pero durante el último año aproximadamente, se han hecho una serie de anuncios sobre nuevos acuerdos en la región. Un proyecto de ampliación de un campo de golf para Omán se anunció en la primavera de 2024, seguido de planes para dos proyectos en Arabia Saudita: una Torre Trump en Yeda y un campo de golf y residencias en Riad. Este año comenzó la venta de apartamentos en la Trump International Tower en Dubái.
Para su visita en mayo, Don Jr. era el tercer miembro del clan Trump que permanecía en Doha por semanas. El primero en llegar fue su hermano menor, Eric, quien firmó un contrato para otro campo de golf y club de la marca Trump, esta vez en Catar. Después, su padre aterrizó en el Air Force One, decidido a cambiar el viejo jet estadounidense por un Boeing 747 ofrecido por el estado catarí. Su reunión con el emir de Catar y el primer ministro, programada para 45 minutos, duró dos horas y media.
La escala del presidente fue parte de su primera gira completa por el extranjero durante su segundo mandato, un viaje que también incluyó Riad y Abu Dabi. La gira estuvo impregnada de buena voluntad. Se prometieron billones de dólares en inversiones y acuerdos comerciales para empresas estadounidenses. Trump se mantuvo en constante campaña de carisma, halagando y dando palmaditas en el hombro mientras conversaba por horas.
Para el presidente era algo familiar. Los Trump forjaron lazos con monarquías del Golfo que son más profundos y personales que los de cualquier presidente de los Estados Unidos desde George W Bush. Como señaló Don Jr. en Doha, estas relaciones son anteriores a la diversificación de la familia hacia la política, los medios de comunicación y el mundo de las criptomonedas. Y su existencia se debe en gran medida a unos pocos empresarios ambiciosos, que introdujeron a los Trump en las economías petroleras en el momento indicado.
En los últimos 18 meses, a medida que los intereses de la Trump Organization se extendieron por la región, el clima geopolítico se volvió cada vez más volátil. Este año, para la administración Trump, las potencias del Golfo se convirtieron en la respuesta a una lista de dilemas aparentemente insolubles: cómo abordar el conflicto entre Israel e Irán, cómo gestionar la guerra de Israel en Gaza o cómo gestionar las negociaciones iniciales con Rusia sobre su invasión a Ucrania. Mientras tanto, en el ámbito nacional, Trump presentó con entusiasmo a las monarquías árabes como un estímulo para la industria estadounidense, promocionando billones de dólares en inversiones prometidas de Medio Oriente en Estados Unidos.
A los críticos de Trump les preocupa que propiedades que generan ingresos para las empresas de su familia estén localizadas en países donde los EEUU mantienen relaciones diplomáticas sensibles (aunque las acciones de Trump se mantienen en un fideicomiso mientras ocupa el cargo de presidente). Omán, por ejemplo, acoge las conversaciones nucleares entre Estados Unidos e Irán, como parte neutral en la que confían tanto Washington como Teherán. También lo acusan de difuminar los límites entre asuntos oficiales y asuntos familiares. “El viaje de Donald Trump a Medio Oriente parece menos una visita presidencial y más una aventura empresarial personal”, dijo Chuck Schumer, líder demócrata del Senado, en mayo.
A pesar de ello, es una simplificación excesiva considerar las relaciones de los Trump en el Golfo como una cínica estrategia política, según académicos, empresarios y funcionarios regionales. Afirman que la familia siente un genuino cariño por la región. “Hay una compatibilidad con Trump que va más allá de las transacciones que lo benefician en privado”, dijo Steffen Hertog, profesor asociado en London School of Economics, quien estudia en el Golfo. “Le encanta la pompa, la solemnidad y la adulación que los gobiernos y líderes del Golfo pueden brindar; le gusta lidiar con ‘grandes hombres’ que no se ven limitados por las instituciones, la oposición ni la sociedad civil”.
También hay un alineamiento ideológico. Para los Trump, las ciudades brillantes del Golfo representan un territorio de oportunidades inmobiliarias sin explotar. Ven metrópolis erigidas en las arenas del desierto por líderes empresariales autoritarios que se desentienden del pasado y se enfocan en el futuro, tomando decisiones rápidas y rechazando la burocracia que enreda democracias como la de su país.
Operaciones espectaculares y con altibajos
En muchos sentidos, las operaciones de Trump en el Golfo reflejaron su amplia carrera profesional, una serie de espectaculares altibajos. Su primera incursión en Medio Oriente se produjo en 2005. El promotor inmobiliario se encontraba entonces en medio de su muy publicitada recuperación tras la bancarrota y el roce con la ruina financiera. Durante la crisis de principios de los 90, sus descomunales deudas lo habían alcanzado, pero con el cambio de milenio, protagonizó un resurgimiento con su libros “El arte de la recuperación” y la serie de televisión “El aprendiz”. Para 2005, con “El aprendiz” camino a convertirse en un éxito, Trump descubrió que licenciar su famoso nombre era lucrativo. Además, implicaba mucho menos riesgo que el desarrollo inmobiliario.
A unos 11.200 kilómetros al este de Manhattan, el emirato de Dubái también estaba en su mejor momento, convirtiéndose rápidamente en un centro comercial en auge. Impulsados por la confianza y respaldados por el dinero del petróleo regional, los urbanistas de Dubái tuvieron ojo para los titulares llamativos y encargaron proyectos de infraestructura que fueron catalogados como visionarios o alocados. Desenterraron conjuntos de islas artificiales frente a la costa, diseñadas para parecer una palmera (La Palma) o un mapamundi borroso (El Mundo) desde arriba.
Fue la unión perfecta. Trump firmó un acuerdo para construir un hotel de lujo de 48 pisos, bajo su marca, justo sobre el tronco del Palm, en asociación con Nakheel, la promotora inmobiliaria estatal de Dubái. El hotel se diseñó para incluir apartamentos que los inversores pudieran usar como segunda o tercera vivienda durante sus viajes de negocios a Dubái, o alquilarlos. Se vería como un cohete.
La construcción del Palm llevó tiempo, pero en 2008, tres años después de firmar el acuerdo, Trump organizó una serie de lujosas fiestas en Nueva York y Los Ángeles para promocionar el proyecto. La supermodelo Heidi Klum y actores como Demi Moore y Naomi Watts asistieron al evento en Nueva York. Christina Aguilera actuó.
En la inauguración en Los Ángeles de 2008, Don Jr., entonces un treintañero de rostro relativamente regordete y cabello largo que se rizaba tras las orejas, insistió: “Este va a ser el mejor hotel de Dubái, si no del mundo… Los condominios ya se están vendiendo a un precio tres o cuatro veces superior al de cualquier otro hotel en Dubái”. El hotel abriría, dijo, “en unos 30 meses”. Tres semanas después, Lehman Brothers colapsó.
El desplome de las hipotecas subprime se convirtió en una crisis financiera mundial. De repente, la fiesta inmobiliaria se acabó, y no solo en Nueva York. El socio inversor de Trump, Nakheel, cuyos ambiciosos proyectos se basaban en enormes deudas, fue el epicentro de la propia crisis de Dubái. La incapacidad del promotor para reembolsar un bono islámico de US$ 3.500 millones a finales de 2009 desencadenó un rescate de US$ 20.000 millones por parte del estado gobernante de los Emiratos, Abu Dabi, rico en petróleo. Un año después, el presidente de Nakheel, el Sultan Ahmed bin Sulayem, quien se había unido a las celebridades en la fiesta de Trump en Nueva York, fue reemplazado (posteriormente dirigiendo el gigante logístico DP World).
El gran proyecto hotelero de Trump se terminó antes de siquiera empezar a construirse. Su fe en Dubái se tambaleó. En 2009, declaró a un canal de televisión: “Mucha gente se preguntaba: ¿cuál es el propósito de Dubái? ¿Cuál es el propósito de construir tanto?”.
Fue entonces cuando un magnate inmobiliario emiratí, que había sobrevivido a la crisis (gracias, según él, a unas rápidas negociaciones con sus acreedores), decidió construir un campo de golf en el desierto. Hussain Sajwani era un millonario inmobiliario hecho a sí mismo, ajeno al aparato estatal. Cuando su empresa intentó colaborar con la Trump Organization en el plan, encontraron oyentes dispuestos. Para 2014, Trump estaba de vuelta en Dubái, practicando algunos swings frente a un grupo de cámaras y socios, antes de dirigirse al tee para pegar el primer drive en el Trump International Golf Club.
La bola voló por el cielo brumoso. El campo aún no estaba terminado, con la construcción aún acercándose al green, y el tiro de Trump aterrizó en algún lugar del desierto. Pero para Trump y su hija Ivanka, quien trabajaba en el proyecto, marcó un momento importante: los Trump estaban de vuelta en el Golfo.
Sajwani tiene ahora 72 años, con un bigote fino, voz suave y ligeramente ronca, y una sorprendente ausencia de canas para un hombre con tanta predisposición al riesgo. Su empresa, Damac, es la mayor promotora no estatal de Dubái, y a principios de 2025, se encontraba en plena fase de auge inmobiliario del emirato, que había disparado sus beneficios.
A pesar de ser uno de los hombres más ricos de Dubái, Sajwani siempre ha sido considerado un extraño entre la élite del emirato. Sus ostentosas prácticas de venta, que incluían ofrecer autos de lujo como incentivo para los posibles compradores, irritaban a los compradores en un mercado dominado por constructoras refinadas con respaldo estatal.
A diferencia de los gobernantes sunitas de los Emiratos Árabes Unidos y de casi todos sus ciudadanos, Sajwani es chiita. Y aunque es ciudadano emiratí y rara vez se le ve sin la vestimenta tradicional en los EAU, su ascendencia ha sido cuestionada por otros empresarios. Mientras se reporteaba esta noticia, ejecutivos con buenos contactos en Dubái comentaron que creían que Sajwani era de ascendencia iraní o pakistaní, generalmente sin pruebas que respaldaran esta afirmación.
Ahora, recuerda cómo surgió la alianza con Trump a principios de la década de 2010. Sajwani necesitaba un nuevo punto focal para su nuevo desarrollo, Damac Hills. La ubicación no parecía prometedora: estaba a más de 30 km al sur del centro de Dubái y 20 km al interior, adentrándose en el desierto y, significativamente, sin colinas. Pero el terreno era espacioso, y el director gerente de Sajwani sugirió contactar a los Trump con la idea de construir un campo de golf allí.
Al principio, Sajwani, según se dice, se mostró escéptico sobre el poder real de la marca Trump. Pero finalmente cambió de opinión. Ivanka, la hija de Trump, viajó a Dubái para inspeccionar la propiedad. Para convencer al propio Trump, el equipo construyó cuatro hoyos y una oficina de ventas.
A Sajwani a veces le llaman “el Donald de Dubái”, y pronto se dio cuenta de que él y Trump tenían en común algo más que bienes raíces. “Nos encanta involucrarnos en muchos detalles”, dijo Sajwani en enero, cuando fue visitado en su mansión en Palm. “Recuerdo cuando estaba aquí, dando una vuelta por el campo de golf, y estaba moviendo algunos árboles”.
Ambos hombres eran abstemios, con una inclinación por la decoración de interiores opulenta. La casa de Sajwani cuenta con un piano de cola hecho de piedra verde oscuro, una enorme e intrincada talla china en hueso, enormes lámparas de araña de cristal, estatuas y columnas de estilo griego y mesas auxiliares cubiertas de piel de cocodrilo color oro falso. Además de obras de arte con caligrafía árabe, posee una vidriera de “La Última Cena” de Leonardo da Vinci.
Tras la inauguración del club de golf, los Sajwani invitaron a Trump a cenar en su casa, donde, según Sajwani, “había gente importante”. Las relaciones comenzaron a forjarse. Sajwani y su familia serían después invitados a Estados Unidos para celebrar la víspera del Año Nuevo con los Trump en Mar-a-Lago, Florida. Los hijos de Trump asistieron a la boda de la hija de Sajwani. “Una parte es el negocio, la otra se ha convertido en una relación personal y familiar”, me dijo Sajwani.
Pero la alianza estaba a punto de complicarse.
Un año después de su debut en Dubái, Trump anunció su candidatura a la presidencia de Estados Unidos. Durante la campaña electoral, en su candidatura a la nominación del Partido Republicano, pidió una “cerradura total y completa a la entrada de muslumanes a Estados Unidos”.
Sajwani se negó a comentar sobre lo que se conocería como la “prohibición musulmana” de Trump. Pero en Medio Oriente, la imagen de Trump se deterioró repentinamente. Sajwani se vio obligado a intentar vender casas de Trump en un país cuya religión oficial es el Islam. Inicialmente, intentó eliminar la marca Trump de la promoción, pero pocos días después cedió y restableció la marca. Cuando Trump llegó a la Casa Blanca en 2017, intentó prohibir la entrada a viajeros de seis países de mayoría musulmana. Los EAU no estaban entre ellos.
Sajwani quería más acuerdos con Trump. A principios de 2017, propuso un paquete de inversiones por un valor de US$2 mil millones. Pero Trump, quien había cedido el control de sus empresas a sus hijos mayores, fingió rechazar el acuerdo, declarando en una rueda de prensa que había declinado la oferta de “Hussain, Damac, amigo mío, un tipo estupendo”, y añadió: “No quiero aprovecharme”.
Trump y Sajwani planearon otro desarrollo de golf en Dubái, que fracasó. Sin embargo, el campo original de Dubái generó buenos ingresos para la Trump Organization. Estimados inicialmente en unos pocos cientos de miles de dólares en 2017 y 2018, los ingresos de la Trump provenientes de Dubái se registraron en US$ 4,2 millones el año pasado, según informes financieros recientes.
La familia más poderosa de EEUU ha mantenido una estrecha relación con Sajwani. Durante unas vacaciones en Nueva York el diciembre pasado, Sajwani contó que se había puesto en contacto con Trump por capricho, sin muchas esperanzas de éxito. “Sinceramente, nunca pensé que podría verlo”, dijo, “porque ahora es presidente electo”. Pero resultó que, para un amigo multimillonario, el presidente electo sí podría encontrar tiempo.
Unas semanas después, Trump y Sajwani anunciaron en Florida que Damac invertiría US$ 20 mil millones en data centers en Estados Unidos. Fue el primero en una serie de acuerdos similares que Trump quería concretar en el Golfo. El gesto le proporcionó a Sajwani un nuevo acceso a las figuras más poderosas de EEUU. Fue invitado a exclusivas fiestas previas a la inauguración del club de golf de Trump en Washington D.C, donde hizo un nuevo contexto: el director ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos. En abril, desayuno con Elon Musk en la Casa Blanca antes de visitar a Trump en el Despacho Oval.
Renovada energía
Tras la derrota de Trump en 2020 y la infame insurrección del 6 de enero protagonizada por sus enfurecidos seguidores en el Capitolio, muchos en Washington descartaron al clan Trump. El presidente se retiró a su bastión en Mar-a-Lago para reagruparse.
Pero los Trump aún tenían amigos en el Golfo. Los Sajwani de Dubái trabajaban con él, y un empleado de Damac les facilitó el desarrollo de un campo de golf en el vecino Omán. Arabia Saudita también los apoyó, accediendo a organizar su torneo de golf LIV en los campos de golf de Trump en EEUU, después de que el PGA Tour cambiara de sede tras el 6 de enero.
Hoy, la relación se ve más sólida que nunca. Aunque muchos funcionarios del Golfo expresan su frustración por la falta de medidas de Trump para frenar la agresividad de Israel en la región, se muestran comprensivos con la familia presidencial, que continúa buscando oportunidades comerciales; después de todo, la realeza de la región gestiona sus propios fuegos empresariales y existe menos recelo ante los conflictos de intereses.
Antes de que Trump fuera reelecto el año pasado, el fondo de cobertura de su yerno, Jared Kushner (esposo de Ivanka), recaudó US$ 1.500 millones del fondo soberano de Catar y de un fondo de Abu Dhabi vinculado a un poderoso miembro de la realeza emiratí. Kushner afirmó que el momento elegido fue para protegerse de cualquier posible conflicto de intereses durante el segundo mandato de Trump.
Más controvertido aún, una inversión de US$ 2 mil millones de un fondo emiratí en la plataforma de intercambio de activos digitales Binance utilizó monedas estables emitidas por World Liberty Financial, una empresa de criptomonedas de la familia Trump, lo que generó una ganancia inesperada indirecta. El fondo emiratí, MGX, no entregó comentarios sobre esta transacción.
En mayo del año pasado, Don Jr. y Eric Trump viajaron a Omán para supervisar una nueva oportunidad: la ubicación del segundo Campo de Golf Internacional Trump en Medio Oriente. En una caravana de todoterrenos, recorrieron los sinuosos caminos de tierra hasta un acantilado, a media hora de Mascate, la capital omaní. El lugar estaba desolado: solo rocas afiladas y estériles. Pero si los hermanos estaban consternados por la falta de vegetación exuberante, hicieron un buen trabajo disimulándolo: las vistas panorámicas del resplandeciente Mar Arábigo lo compensaban con creces.
Los hermanos Trump estaban llenos de energía: listos para el calor con un aire preppy, con pantalones de gabardina y zapatillas de tenis. Mientras inspeccionaban los planos del campo de golf y del club, el complejo hotelero y las villas que lo acompañaban, el sudor salpicaba el polo de Don Jr. En el valle, la vida continuaba prácticamente igual que durante siglos: las cabras saltaban entre las palmeras datileras y las aves rapaces sobrevolaban los pueblos donde las niñas caminaban descalzas.
Las inversiones de los Trump en Dubái se habían centrado en zonas urbanas o en el interior. Pero en Omán había kilómetros de costa virgen, ideales para el desarrollo. “Me quedé impresionado”, contó Eric más tarde. “Una de las mejores vistas que jamás hayas visto desde un hotel, en este increíble acantilado con vista al mar”:
Los omaníes también quedaron impresionados, afirmó Azzan al-Busaidi, subsecretario del Ministerio de Turismo y Patrimonio y presidente del Grupo Omran. “Nadie esperaba que se pudiera construir un campo de golf en este lugar”.
Es un proyecto ambicioso. Las representaciones arquitectónicas muestran el paisaje transformado: hileras de villas blancas idénticas, dispuestas alrededor de pasto verde, salpicadas de búnkeres blancos con forma de riñón. Un hotel con fuentes y villas extra premium colgando del acantilado. Una discoteca cúbica iluminada en dorado, al más puro estilo Trump. Busaidi afirmó que compradores de las villas marca Trump ya provenían de Omán y EEUU, pero también de Arabia Saudita, India, Rusia, Ucrania y, quizás el menos probable, Irán, un país al que Estados Unidos impuso sanciones financieras.
Ese día de mayo de 2024, en el acantilado con los hermanos Trump se encontraba Ziad el Chaar, un agente inmobiliario libanés que parece haber reemplazado a Sajwani como principal intermediario de la familia Trump para nuevos negocios en el Golfo. Chaar, de 56 años, conoce a la familia desde hace mucho tiempo; es el mismo director gerente que sugirió por primera vez llevar el nombre Trump al proyecto del campo de golf de Sajwani en Dubái.
Chaar habla con un marcado acento franco-libanés. Creció en Beirut con padres directores de escuela. En 1990, cursó una maestría en administración de empresas en la principal universidad de Beirut, mientras el Líbano finalmente salía de la guerra civil. Chaar convirtió el sector inmobiliario en una carrera dinámica y rentable. Le gusta decir que empezó en el sector inmobiliario de Dubái antes de que los extranjeros pudieran pronunciar correctamente el nombre de la ciudad, y compara este sector, dinámico y de alto apalancamiento, con un partido de hockey sobre hielo. (Su silla de oficina está cubierta con una camiseta roja con el nombre de la estrellacanadiense de hockey sobre hielo Wayne Gretzky). Su contagioso entusiasmo por los bloques de pisos y villas de la región roza el fanatismo. “Estoy intentando convencer a mi hija para que se dedique al sector inmobiliario”, declaró al sitio web Entrepreneur Middle East en julio. “Con cada persona que conozco, intento que se dedique al sector inmobiliario”.
Chaar trabajó para Sajwani durante más de una década antes de trasladarse a Arabia Saudita para dirigir uno de sus mayores promotores privados, Dar al Arkan, y finalmente pasó a dirigir su división de desarrollo internacional, Dar Global. Durante este periodo, se volvió experto en la búsqueda de alianzas inmobiliarias con marcas de lujo como Versace y Lamborghini. Trump era otra de sus marcas favoritas.
Dar Global es la empresa responsable de la oleada de operaciones inmobiliarias de Trump en el Golfo durante el último año: las propiedades de la marca Trump representan ahora el 18% de la cartera total de Dar Global. Aun así, Chaar afirma que no hay rencor entre él y su antiguo jefe, Sajwani. “Pasamos mucho tiempo juntos durante la toma de posesión”, dijo Chaar. En el mercado inmobiliario del Golfo, con sus altibajos, “a veces peleamos, a veces nos abrazamos, pero todos somos actores de la misma región y todos defendemos la misma región”.
Fiestas y lanzamientos
Contemplando el horizonte de Dubái desde la oficina de Dar Global en junio de 2024, Eric Trump se deshacía en elogios sobre el desarrollo de la ciudad. Contaba la historia de una maquinaria de construcción que se había enviado desde la Torre Trump de Chicago hasta Dubái para construir el Burj Khalifa, el edificio más alto del mundo.
Entusiasta habitual, Eric elogió efusivamente a Dar Global (“los amamos muchísimo”), al presidente de su empresa matriz, Youssef al Slash (“uno de los seres humanos más amables y maravillosos que conocerás en tu vida”), a la familia real de Dubái (“sinceramente, un inmenso respeto por lo que han hecho”) y a su esposa, Lara (“una madre increíble… una esposa aún mejor… una asesina”).
En ese momento, el padre Eric estaba en campaña electoral para las elecciones de 2024 y, según Eric, los negocios de la Trump Organization iban viento en popa. Confiaba en que su padre ganaría las elecciones, pero mientras su hermano mayor, Don Jr., se había volcado en la política de Maga, Eric dijo que prefería encargarse del negocio familiar
“No suelo ser tan partidario del lado político… No necesito involucrarme en política”, dijo. “Amo a nuestra empresa. Amo a nuestros empleados.”
Quería realizar más proyectos con Dar Global y expandirse en la región. Pero nada de esto, insistió, llevaría a la Trump Organization a tratar directamente con gobiernos extranjeros. Su hermano, Don Jr., reiteró en Catar que la empresa familiar Trump “no haría tratos directos con entidades gubernamentales… Simplemente nos atendremos a las reglas establecidas por el gobierno”.
Para ello, los acuerdos inmobiliarios de los Trump están estructurados para evitar que la organización firme contratos directamente con una entidad estatal. Dar Global firma un contrato de compraventa o arriendo a largo plazo con el organismo estatal propietario del terreno en el que desean construir; en Omán, por ejemplo, se trata de un contrato de arriendo con la filial estatal de desarrollo, Omran Group. Chaar dijo que esto ocurre mucho antes de que la Trump Organization se involucre y Dar Global asuma el riesgo financiero de construir las propiedades.
La Trump Organization suele firmar acuerdos de marca y gestión con Dar Global más adelante en el proceso. La empresa Trump obtiene comisiones por estos acuerdos. “Normalmente, la comisión por la marca es una suma global”, explicó Chaar. Si bien se negó a proporcionar información financiera precisa, la información de Trump revela que la empresa omaní recibió US$ 2,5 millones en concepto de licencias el año pasado. Esta “comisión de entrada” garantiza la marca Trump y la participación de la organización en el diseño y la comercialización del proyecto. La Trump Organization también lleva una parte de las ventas de las propiedades, que, según Chaar, suele ser “muchísimo menos del 10%”. Las comisiones de gestión son a largo plazo: de 15 a 25 años. La Trump Organization gestiona el campo de golf y los hoteles. “Nos pagan cada vez que un huésped entra y sale”, explicó Eric.
Este año se han celebrado fiestas de lanzamiento de proyectos nuevos en Riad y Dubái, a todas las cuales Eric ha asistido. Su esposa, Lara, lo acompañó en Riad, donde la pareja se codeó con posibles inversores saudíes. El folleto describe la futura Trump International Tower como “la dirección más poderosa de Dubái”, a la vez que promete que su club de miembros Trump conectará a los visitantes con una “liga global de élite”. Habrá un salón de puros y un simulador de golf. La torre estará coronada por la piscina al aire libre más alta del mundo, con vistas al Burj Khalifa.
Dubái solo tardó un mes en emitir el permiso de construcción. Chaar afirma que las ventas van bien. Los dos penthouse de la torre de 80 pisos de Dubái probablemente tengan un precio de 73 millones de dirhams (cerca de US$ 20 millones), de acuerdo con un vendedor, aunque aún no han salido al mercado, según Dar Global.
A Trump le gusta bromear sobre su permanencia en el cargo indefinidamente, una imitación del reinado vitalicio de los monarcas del Golfo que tanto admira. Sin embargo, incluso si deja la Casa Blanca según lo previsto por la Constitución estadounidense, y salvo nuevas crisis financieras globales, él y su familia dejarán una huella imborrable en los petroestados de Medio Oriente: una Torre Trump en casi todas las grandes ciudades del Golfo y campos de golf que brillan como espejismos en el desierto.
