Giorgio Armani, el visionario diseñador italiano fallecido a los 91 años, fundó la mayor marca privada de lujo del mundo apostando por el minimalismo y al ser pionero en la idea de que Hollywood podía ser una plataforma de marca para las casas de moda.
Más que quizá ningún otro diseñador, il signor Armani entendió que la moda no era solo ropa, sino un estilo de vida, y transformó no solo cómo se vestían hombres y mujeres, sino también cómo comían, viajaban y decoraban sus hogares, remodelando de paso toda la industria.
Este jueves, su casa de moda anunció su muerte y señaló que siempre reflejaría su espíritu. Además, informó que instalará una capilla ardiente en su sede este fin de semana antes de un entierro privado.
“Mi objetivo al principio era imponer mi visión y vestir a la gente”, dijo Armani a Financial Times en una entrevista publicada la semana pasada. “En cierto modo, esa sigue siendo la idea hoy”.
Nacido en Piacenza, al sur de Milán, en 1934, fue el segundo de tres hijos. Su familia se trasladó a la capital italiana de la moda en la década de 1950, justo cuando abandonó la facultad de medicina y se unió al equipo de diseño de los grandes almacenes de lujo La Rinascente como escaparatista.
Pese a no tener una formación formal en moda, diseñó para Hitman de Nino Cerruti antes de fundar su propia casa de moda en 1975 junto al arquitecto Sergio Galeotti. Creía que los trajes debían ser tan fáciles y cómodos de llevar como las camisetas y pantalones que él mismo usaba a diario. “Deben dar confianza, pero no definir la personalidad”, decía.
Su reinterpretación desestructurada de la chaqueta masculina contrastaba con los trajes rígidos de Saville Row y se convirtió en su sello distintivo. Su gran salto llegó en 1980, cuando vistió a Richard Gere en la película American Gigolo.
Hollywood
En 1983 abrió una oficina en Los Ángeles, siendo el primer diseñador en hacerlo con el objetivo de vestir a celebridades. Sus trajes se convirtieron en uniforme de los estudios de Hollywood, mientras que sus vestidos de noche bordados dominaron la alfombra roja, lucidos por Angelica Huston, Jodie Foster y Michelle Pfeiffer.
Con la repercusión mediática nació la sinergia moderna entre moda y cine, y Armani quedó consagrado como empresario pionero, un rol que encarnó hasta el final. “El cine fue una fuente constante de ideas e inspiración, un filón de imágenes sobre el cual construir mi mundo”, solía decir.
Historiadores de la moda lo consideran una de las figuras más influyentes de los últimos 50 años. En Italia, donde amasó una fortuna superior a los 12 mil millones de euros, fue un tesoro nacional que trascendió la industria del lujo.
Sin plan de sucesión
En 2023 reconoció que no eran las estrellas, sino el público general, quienes lo hacían sentir que su trabajo valía la pena:“No sé cómo alguien puede pensar que esto puede replicarse sin mí”, dijo a FT en un evento en Venecia.
El grupo Armani incluye hoy Emporio Armani, Armani Exchange y la línea de alta gama Giorgio Armani, además de hoteles, restaurantes, cosmética y decoración.
Sin un plan de sucesión claro, muchos temen que el imperio termine con su muerte. No obstante, sus sobrinas Roberta y Silvana trabajan en la compañía; su sobrino Andrea Camerana es miembro del directorio; y Pantaleo Dell’Orco, responsable de la línea masculina y colaborador desde hace 46 años, ha asumido mayor protagonismo.
Este jueves, la empresa aseguró que la familia y empleados llevarán adelante el grupo “con respeto y continuidad” a sus valores.
A diferencia de sus pares, Armani siempre rechazó vender a conglomerados franceses de lujo. Incluso cuando abrió la puerta a una eventual unión con un grupo italiano, finalmente optó por seguir independiente.
En 2016 creó la Fundación Giorgio Armani, destinada no solo a financiar proyectos sociales sino también a blindar a su grupo frente a eventuales adquisiciones o fragmentaciones. La fundación tendrá ahora una participación en la empresa, aún no revelada, mientras que el resto quedará en manos de familiares, con la condición de no vender sus acciones a terceros.
Rechazó todas las ofertas de compra porque no soportaba la idea de tener un jefe, solía bromear. Incluso cuando su estilo austero perdió atractivo entre las nuevas generaciones, permaneció fiel a su identidad creativa.
Aunque en años recientes incluyó paletas más coloridas y estampados, nunca abrazó las tendencias llamativas. “Nunca me habría adaptado a esas nuevas modas”, dijo.
Conocido por su rigor, formalidad y obsesión estética, imponía respeto en la sede de Milán. Ex empleados relatan que reprendía a quienes comían en su escritorio. Inspeccionaba cada sede de desfile, ajustando muebles y luces. En una ocasión le dijo a un colaborador que su corbata era 1,5 cm demasiado larga y arruinaba el equilibrio del conjunto.
En el desfile de Venecia de 2023 -su último gran show- colegas y amigos se emocionaron especialmente. Estrellas de Hollywood y figuras de la moda, como Santo Versace y Remo Ruffini, lo ovacionaron de pie durante cinco minutos, mientras un Armani con lágrimas saludaba acompañado de una de sus modelos favoritas.
“Lloro por alguien a quien siempre consideré un amigo, nunca un rival”, dijo Valentino Garavani al conocerse la noticia. “Solo me inclino ante su inmenso talento… y, sobre todo, ante su fidelidad inquebrantable a un estilo: el suyo”.