El mercado de divisas de Chile y la Bolsa de Santiago son los más volátiles de la región
"¿Qué salió mal en el país más predecible de América Latina?", se pregunta Bloomberg.
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El nuevo escenario político y la incertidumbre que plantea la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, este domingo, están agitando a los mercados.
Así queda reflejado en el comportamiento del peso chileno, la divisa que está mostrando el mayor nivel de volatilidad entre todos sus pares de Latinoamérica.
Según cifras de Bloomberg, la volatilidad implícita a un mes del peso frente al dólar se ha disparado desde mediados de noviembre a alrededor de 12,4%, alcanzando el nivel más alto en la región por primera vez desde 2010.
Pero la situación no se limita al tipo de cambio. La volatilidad de los activos chilenos en general se encuentra en su punto más alto en cinco años, con el IPSA cayendo 9% después de la primera vuelta de las elecciones y el peso retrocediendo 4,4%, para luego registrar la mayor apreciación en el mundo en los últimos días.
Aunque parte de la turbulencia que está sacudiendo a la moneda puede atribuirse a un aumento en el nivel de correlación entre la divisa y las cotizaciones del cobre, el principal producto chileno de exportación, la agitación en los mercados refleja en gran medida las dudas que han surgido tras las sorpresa de la primera vuelta, que dejó en evidencia profundos cambios en el mapa electoral del país.
Esto salió mal
¿Qué salió mal en el país más predecible de América Latina?, se pregunta Bloomberg en un artículo dedicado a la reacción de los mercados al nuevo escenario político en Chile. Lo primero, señala la agencia, es el paso de la votación obligatoria a un sistema voluntario que hace más difícil predecir los resultados de los comicios, pero a eso se suma el declive de los partidos tradicionales.
Desde 2005, dice Bloomberg, los seis partidos históricamente más votados en Chile han perdido 1,8 millón de electores en los comicios legislativos, equivalentes a un tercio de su apoyo.
El mayor impacto, sin embargo, lo ha sentido la Democracia Cristiana, que han perdido 1,2 millón de votantes desde 1993.