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REGÍSTRATE AQUÍPor: Equipo DF
Publicado: Viernes 26 de febrero de 2016 a las 04:00 hrs.
El adjetivo cruel está emparentado con crudo, y éste con cruento: sangriento. La crueldad es un acto humano de inhumanidad, por el que se infiere deliberadamente violencia y excesivo sufrimiento a quien no puede defenderse. Hay crueldades físicamente cruentas, como la matanza de niños inocentes decretada por Herodes en Belén; el martirio de cristianos devorados por fieras en el Circo Romano o quemados literalmente en el asador; los bombardeos de poblaciones civiles con armas de destrucción masiva; los suplicios que un torturador inflige para arrancar confesiones, “castigar”, aterrorizar y humillar; la ignominia con la que vencedores ultrajan el resto de dignidad humana de sus vencidos, vivos o muertos. También hay crueldades que hacen brotar sangre del alma, como los azotes, escupitajos, burlas y corona de espinas que afrentaron la honra del hasta entonces venerado Maestro y Señor: Jesús.
Suele, la crueldad, estar asociada a la venganza; medida no por la ley del talión (“ojo por ojo…”) sino por la ley de Lámek, antediluviano descendiente de Caín: “al que me haga una herida, se la haré pagar 77 veces” (Génesis 4,24). Más frecuente es su perversa alianza con la cobardía y el odio patológicos. Un desquiciado mental y moral saborea con regocijo y enarbola, como título de gloria, las “hazañas” de mutilación, lenta agonía o súbita explosión en llamas de las víctimas de su incapacidad de entender el valor de una vida humana.
Acto de inhumanidad por excelencia, no puede la crueldad estar asociada, o siquiera rozada por la sospecha de escudarse en la justicia. Los hombres justos cultivan el hábito y perseveran en la firme voluntad de no sólo respetar, sino activamente dar a cada uno lo suyo. Ante la evidencia o verosimilitud de comisión de un delito, resguardan el derecho del acusado a un debido proceso. Si llegan a certeza moral de que es culpable, le formulan un reproche y sanción proporcionales al daño que él debe reparar, funcionales a la peligrosidad y reincidencia que se debe prevenir, e instrumentales a la finalidad de sanación personal y reinserción social del delincuente. Y cuando tienen documentada certeza de que la penalidad no va a satisfacer ninguno de los fines que el Derecho le asigna, arriesgando degenerar en odiosa venganza social e inhumano aniquilamiento personal y familiar, aplican medidas que el propio Derecho provee para que la justicia sea y parezca inmaculada virtud cardinal.
Entre esas medidas destacan el indulto, la amnistía, la prescripción de la acción penal según ley vigente al momento de cometerse el delito, y la reclusión del preso en su casa. Enviar, a prisiones hacinadas, por delitos cometidos en 1973, a un nonagenario enfermo que sólo quiere cuidar a su octogenaria esposa con doble cáncer terminal, no es ni parece justicia ni escapa a la sospecha de inhumana crueldad.
El gerente general de la farmacéutica en Chile argumenta que, ante el envejecimiento de la población, debe haber un cambio de paradigma hacia una lógica de prevenir las enfermedades, más que solo curarlas.