Regla Fiscal ¿Suficiente muralla para contener las presiones?
El instrumento estrella del gobierno a la hora de definir su gasto está a punto de enfrentar su prueba más dura: sujetar las presiones que piden más gasto en época electoral y no tener un impacto mayor en la inflación.
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La prueba de fuego para la prudencia fiscal. Así se ve en parte del
mundo económico la elaboración del erario fiscal 2009, que se realizará
en medio de las turbulencias internacionales, la alta inflación y en un
escenario eleccionario.
Es que a pesar de que el Ejecutivo ha
insistido en lo responsable que ha sido en su política fiscal gracias a
la regla de superávit estructural -sin ir más lejos, hace dos años
promulgó una norma legal sobre la materia llamada Ley de
Responsabilidad Fiscal-, lo cierto es que el marco en que se dará la
discusión presupuestaria de este año aconseja mirar con detención los
alcances de esta instrumento autoimpuesto.
Lo anterior,
considerando que el principal problema que enfrenta hoy la economía
nacional es la escalada inflacionaria. Y aunque se entiende que el
Índice de Precios al Consumidor (IPC) -que llegó en términos
anualizados a 9,5% en junio, su cifra más alta desde 1994- responde
principalmente a alzas de precios externos, en lo esencial al petróleo,
cada vez hay más señales de las presiones internas provenientes de la
mayor demanda.
¿Es suficiente, entonces, que el Ministerio de
Hacienda se apoye sólo en la regla fiscal o hay que hacer algo más para
contribuir a controlar la inflación? Esa es la pregunta que por estos
días divide a los economistas y que, seguramente, también generará
fuerte debate entre los parlamentarios a la hora de aprobar el erario.
Caja cuadrada
La
regla de superávit estructural tiene como objetivo reflejar el monto
que alcanzarían los ingresos y gastos fiscales si el PIB estuviera
creciendo a su nivel potencial y el precio del cobre fuera el de
mediano plazo.
La idea es que las arcas públicas queden
protegidas de los efectos cíclicos y aleatorios de dos factores de
principal importancia: la actividad económica y el valor del metal
rojo. Si el país es más "rico", que no se lo gaste todo; y, al revés,
si entra en una etapa de "pobreza", que la estrechez no le impida
contar con financiamiento.
Desde 2005, además, se incorporó el
molibdeno -subproducto del cobre- como un tercer elemento al que se le
calcula un valor de largo plazo.
A la luz de este esquema y a
que la cotización promedio efectiva del cobre en los últimos tres años
ha sido 2,5 veces el valor de largo plazo estimado por los expertos, el
Fisco ha acumulado ahorros nunca visto en su historia. Al primer
trimestre, los activos financieros del tesoro público sumaron US$ 26
mil millones y los analistas apuntan a un monto superior a US$ 35 mil
millones para fines de año.
La semana pasada ya se cursaron las
invitaciones a los expertos encargados por Hacienda de revisar el tema
y sugerir -la primera reunión la tendrán a mediados de mes- el nivel
del precio de largo plazo del metal, el que se anticipa que de nuevo
será ajustado alza.
De concretarse un alza importante en la
estimación de los expertos del cobre convocados por Hacienda, el
gobierno tendría -por tercer año consecutivo- margen para incrementar
en términos reales el gasto en un porcentaje cercano a los dos dígitos.
Aquí
está justamente la gran diferencia entre la visión de la autoridad y la
de los expertos que abogan por un gasto fiscal más acotado para
contener la inflación (entre los que se cuentan al ex presidente del
Banco Central, Vittorio Corbo).
El titular de las finanzas
públicas, Andrés Velasco, señaló la semana pasada que el erario "tendrá
un estricto apego a las metas que nos hemos autoimpuesto".
Sin
embargo, para los críticos de aumentar demasiado el gasto, la regla
fiscal puede tener más de una interpretación: si bien, este mecanismo
fija el gasto máximo que el gobierno puede hacer con ingresos de
tendencia, nada obliga a gastarlo todo.
Así, se indica que es
posible utilizar los datos que arroje la regla como "el techo" al cual
el gasto puede llegar, pero que la cifra definitiva puede tener otros
aspectos en cuenta, como la inflación.
Aunque la idea
técnicamente puede ser acertada, es difícil que una decisión de ese
tipo se concrete, especialmente cuando éste es el último presupuesto
que podrá gastar este gobierno y, además, en un año electoral.
Las
presiones de algunos parlamentarios de la Concertación van justamente
en el sentido contrario a acotar el gasto. Se plantea que se reduzca el
superávit estructural desde el 0,5% del PIB a 0%, lo que libera unos
US$ 850 millones para el erario 2009.
No obstante las
dificultades y desafíos políticos, gran parte de los expertos de
mercado coinciden en que el gasto fiscal no debiera incrementarse más
allá de lo que se estima puede crecer el Producto, es decir, una cifra
entre 4,0% y 5,5%.
Una señal de este tipo tendría un impacto
importante en varios frentes. En primer lugar, el Banco Central no
tendría que ejercer una política monetaria tan restrictiva, ya que se
reducirían las presiones de demanda. Por otro lado, el menor gasto
fiscal tendría un efecto de contagio sobre el sector privado.
Justamente es este sector el gran responsable del mayor gasto y de que
la cuenta corriente del país vaya en franco descenso, terminando
posiblemente con un déficit a fin de año.
La causa de este
mayor gasto está en la depreciación que mostró el dólar en el último
año, que ha incentivado las importaciones, aunque sin colaborar
demasiado en el crecimiento del PIB.
Con los bolsillos llenos
Aunque
las autoridades plantean que la regla tiene como misión moderar tanto
ciclos positivos como negativos, lo que acota la volatilidad del gasto
y del Producto, expertos afirman que el diseño de este sistema nunca
contempló shocks tan fuertes como el que experimenta el cobre.
Con
las arcas fiscales más robustas que nunca y con grandes posibilidades
de que se sigan incrementando durante 2009, ésta será la primera
oportunidad en que realmente se pondrá a prueba la regla en un
escenario de bonanza tan importante. Velasco hasta ahora ha mostrado
ser partidario acérrimo de la regla y probablemente considera que se
daría una mala señal al llevar el superávit a 0% en estos momentos,
pero la pregunta que sigue latente es si tendrá la fuerza política
necesaria para, por primera vez, gastar menos de lo que regla permite.
Los últimos datos de inflación presionan por una pronta definición.