La teoría económica dicta que las empresas tienen solo un margen para asumir el impacto de un aumento en sus costos sin poner en riesgo sus balances. A partir de ese punto, un alza de precios a los consumidores es inevitable.
4% se elevarían los precios al consumidor final si se impone finalmente un arancel de 10% a la mayoría de los países.
De ahí la máxima de que “el alza de aranceles es inflacionaria”. Pero fiel a la tendencia que mantiene desde hace un par de años, la economía estadounidense vuelve a desafiar la norma. Mientras, la caída del dólar -a su menor nivel en tres años previo al ataque de Israel contra Irán- se leyó como un reflejo de que el mercado está menos preocupado por el impacto inflacionario de los aranceles y espera -más bien- que su efecto se sienta en el desempeño de la economía.
En abril, Trump elevó los aranceles, con un mínimo de 10% para países como Chile hasta 145% para los productos chinos, con tarifas entre 20% y 46% a tradicionales aliados como Japón, Corea del Sur y la UE. A excepción de China, las tarifas quedaron suspendidas por 90 días, hasta el próximo 8 de julio, para dar espacio a negociaciones. Pero sí entraron en vigor aranceles a productos específicos, como los autos (25%), el acero y el aluminio (primero en 25% y luego 50%); y la eliminación de exenciones tributarias a las compras por menos de US$ 800.
De ahí que se esperaba un impacto inflacionario, aunque sea moderado. Pero en abril, la inflación marcó una variación anual de 2,3%; y de 2,4% en mayo. La última cifra es similar a la tasa de inflación de marzo, previo al anuncio arancelario. Mientras, el índice de precios al productor marcó una tasa anual de 2,6% en mayo, un avance menor desde el 2,5% en abril. Niveles que solo se comparan con los de julio-septiembre del año pasado.
Para la Casa Blanca las cifras no son una sorpresa. Según el secretario del Tesoro, Scott Bessent, las alertas inflacionarias eran producto de “síndrome de enajenación arancelaria” surgido desde la bancada demócrata.
Para los economistas, las explicaciones apuntan a una acumulación de inventarios previa a la entrada en vigor de los aranceles; y -lo que alerta a los mercados- a una demanda más débil que deja sin espacio a las empresas para trasladar los costos del alza arancelaria. Esto último explicaría en parte la caída en las tarifas aéreas, uno de los ítems de la canasta que sufrió las mayores bajas en mayo.
Otro factor sería ajeno a la administración de Trump: la baja de los combustibles. La decisión de Arabia Saudita y la OPEP de aumentar la producción de petróleo desde abril pasado, sumadas a las expectativas de desaceleración global, habían presionado al petróleo alrededor de los US $59 por barril (WTI) hacia fines del mes pasado.
Por el contrario, la creación de empleo menor a la esperada (139.000 empleos en mayo) y un aumento de las solicitudes de subsidios por desempleo por cuatro semanas consecutivas hasta la medición de junio 7, alertan sobre un incipiente deterioro de las condiciones en el mercado laboral.
Aranceles, petróleo y migración
Eso explicaría por qué tras la amenaza de una imposición unilateral de aranceles de parte de EEUU, a través de cartas en un par de semanas, el mercado reaccionó con una baja aún mayor del dólar. La divisa ya acumula una caída de 10% en lo que va del año.
Ni siquiera el aumento del riesgo geopolítico por el ataque de Israel contra Irán hizo del dólar un activo suficientemente atractivo como refugio. Tras un alza inicial tras conocerse de los ataques en Teherán, el dólar moderó sus avances.
Es un reflejo de la presión que pesa sobre la divisa, incluso si el repunte inflacionario no se produce. Innes McFee, economista jefe global de Oxford Economics, explica que (más adelante) los aranceles elevarán los precios en EEUU, “actuando como un shock de renta real que deprimirá la demanda y, en última instancia, reducirá la inflación”.
Más aún, varios economistas advierten que el mercado está subestimando el riesgo inflacionario, que consideran simplemente retrasado por la falta de definiciones que no llegarán -quizás- hasta que termine la denominada tregua arancelaria el 8 de julio.
“Los electrodomésticos ya anticipan qué sucederá con los precios”, advierte Paul Donovan, economista jefe de UBS Wealth Management. En el reporte de inflación de mayo, apunta Donovan, los electrodomésticos -para los cuales los inventarios son menores- tuvieron un alza de 4,3%. El economista espera un impacto similar a nivel generalizado más adelante, tomando como base el escenario que anticipa gran parte del mercado que es un arancel promedio de 10% para la mayoría de países.
“Un arancel del 10% debería elevar (aproximadamente) los precios al consumidor final en torno al 4%”, y prevé que esa transferencia se iría concretando a medida que se consuman los inventarios acumulados previos a los anuncios tarifarios.
Por su parte, el equipo de Berenberg Economics, cita la ofensiva migratoria como otro factor que podría agravar un escenario de bajo crecimiento y mayor inflación. Los economistas de la firma alemana recuerdan que el acelerado aumento de la población inmigrante desde 2022 fue parte clave del denominado “excepcionalismo estadounidense” al devolver el balance al mercado laboral. Por el contrario, “las deportaciones y la congelación del flujo migratorio podrían deshacer este progreso. Esto sería especialmente perjudicial en un momento en el que la inflación se mantiene por encima del objetivo… Si las empresas se enfrentan a costos de importación más elevados y además tienen dificultades para encontrar trabajadores, podría producirse una espiral de precios y salarios”, advierten.
Un elemento de riesgo más reciente es el alza del petróleo. El barril de crudo WTI (referencia para EEUU) saltó a US$ 72, tras el inicio de la ofensiva que Israel anuncia “se extenderá por el tiempo que sea necesario”. Un aumento de precios está dentro de los intereses de Arabia Saudita y sus socios de la OPEP, por lo que tendrían menos incentivos para compensar cualquier interrupción de las exportaciones iraníes con un aumento de producción. Es de esperar que EEUU responda, además, con la liberación de reservas. Pero un alza sostenida en el precio del crudo interrumpiría la tendencia a la baja de los combustibles en EEUU y con ello de la inflación.
Dudas globales
Hay, sin embargo, otra amenaza más estructural fuera de los aranceles. McFee agrega que la menor demanda por activos estadounidenses, especialmente dólares y bonos, se explica en parte por esa perspectiva de menor demanda y crecimiento, y en parte por la incertidumbre tarifaria y de otras políticas públicas. “La inclusión en el proyecto de ley presupuestaria de Trump de la Sección 899, destinada a penalizar a los propietarios "extranjeros discriminatorios" de activos estadounidenses, no ha hecho sino ampliar la sensación de incertidumbre política entre los inversionistas”, apunta.
Si bien nadie se atreve a anticipar un fin del dominio del dólar o del atractivo de los activos estadounidenses, tampoco se niega un giro de carácter más estructural en los portafolios. Ante tantos riesgos, los inversionistas están descubriendo que quizás EEUU ya no es tan seguro. 