Hay generaciones completas que entraron a prekínder y salieron de cuarto medio asistiendo a clases en una estructura provisoria en base a containers. Han pasado más de 15 años desde que el terremoto y tsunami de 2010 se llevara la escuela local, el retén de Carabineros, la Capitanía, la caleta de pescadores y la vida de 16 personas. Una tragedia que arrastró además una deuda, porque a pesar de reiteradas promesas en distintos gobiernos, hasta el día de hoy Robinson Crusoe no tiene un nuevo colegio.
Pero esta semana se anunció que se adjudicó una nueva licitación: durante el primer trimestre de 2026 debería montarse el edificio prefabricado que viajará casi en su totalidad por barco para luego ser levantado en un terreno de 11.000 m². Tendrá capacidad para albergar a 225 estudiantes y su inversión total en diseño y construcción se acerca a los $ 24 mil millones. A cargo de la obra está la constructora De Vicente y las oficinas de arquitectos DRAA y EB.
Nicolás del Río, socio de DRAA y director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad San Sebastián, cuenta que en 2015 su oficina ya había ganado un concurso para la construcción de un colegio en la isla, esa vez en el marco de los liceos bicentenarios. Nunca se concretó, por varias razones que van desde lo administrativo a lo técnico: no existían los recursos disponibles, ni el terreno (que era de Conaf), ni el plan regulador lo permitía.
Nicolás del Río, socio de DRAA y director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad San Sebastián“Fue triste porque se generaron muchas expectativas, pusimos nuestro capital humano para presentarle a la comunidad un colegio y quedó en nada”, dice el arquitecto. Decidieron participar de esta nueva licitación que abrió el Ministerio de Educación junto a la empresa estatal Desarrollo País en febrero de este año, en parte en un espíritu de revancha y también por cariño al proyecto que no prosperó.
Trabajo en equipo
Primero buscaron una constructora que quisiera participar y ficharon a DVC, cuyo gerente, Rodolfo Terrazas, fue constructor del Hotel Explora de Rapa Nui, por lo tanto cuenta con experiencia construyendo en isla. Eso, apunta el arquitecto, fue fundamental para adjudicarse la licitación.
Se unieron también a EB arquitectos, que tienen en su equipo a Magdalena Besomi, arquitecta que había trabajado previamente con Del Río en el concurso de 2015. El actual proyecto es totalmente distinto al anterior y de hecho se emplaza en otro terreno, más cerca del poblado de la isla, donde funciona hoy la escuela provisoria. El otro se situaba en lo alto de una pendiente y si bien la ubicación era muy atractiva en cuanto a paisaje, no consideraba que diariamente los niños tendrían que llegar hasta ahí.
Trabajaron en conjunto durante tres meses y entregaron la postulación el 9 de mayo. Otras destacadas oficinas de arquitectura que compitieron por la licitación fueron Izquierdo Lehmann y Masfernández. El lunes se dio a conocer que ellos eran los ganadores.
Obstáculos y oportunidades
Llevarlo a cabo será un gran desafío, dice Del Río. Primero porque el diseño tuvo que adaptarse al terreno adjudicado, que tiene un desnivel de 10 grados aproximadamente, y no puede sobrepasar una altura de 8 metros, lo cual significó implementar un diseño aterrazado.
Pero las mayores exigencias provienen de lo que implica trasladar una construcción en barco. Trabajan con FURŌ, empresa que utiliza un sistema constructivo con marcos prefabricados de madera laminada que además ocupan ecopilotes, grandes tornillos de acero que reemplazan a las tradicionales fundaciones de hormigón.
“Este encargo tiene que buscar dentro de lo posible evitar aglomerados o áridos”, afirma el arquitecto. Llevar sacos de cemento para luego mezclarlos con sacos de arena resulta costoso y poco sustentable, explica. “Este colegio puesto en Valparaíso vale una décima parte de lo que costará en la isla Robinson Crusoe”, agrega para graficar la inversión que representa.
El proyecto contempla una sala por nivel, pensando en 16 alumnos por sala. Esa cifra es “crecedora”, aclara el arquitecto, no es que hoy existan esa cantidad de alumnos, pero se apuesta a crecer en un futuro próximo.
La idea es que la escuela también ofrezca espacios abiertos a la población. “Los establecimientos educacionales generalmente funcionan de lunes a viernes entre las 8 y las 17 horas. ¿Pero qué pasa después de las 5 de la tarde, los fines de semana o durante los meses de vacaciones? Hay muchas horas vacantes para la inversión gigante que implica y queremos que el espacio se mantenga lo más ocupado posible. Que la biblioteca, sala de computación, la multicancha o el mismo comedor, sean lugares abiertos donde la comunidad pueda celebrar sus fiestas o encuentros”, dice Del Río. Además, menciona que el territorio frente a la Bahía de Cumberland, donde está emplazado el pueblo, tiene bastante pendiente. “Hay pocos metros planos, por lo que posiblemente las canchas serán muy valoradas por los isleños”.
Los jardines del proyecto fueron diseñados por Patio vivo, quienes se dedican a transformar patios en espacios pedagógicos a partir del programa educacional de cada establecimiento. En este caso la propuesta está sumamente vinculada a la naturaleza endémica. “Es básicamente una reserva ecológica. Todo lo que se va a plantar ahí cumple una función educativa”. Incluso fueron más allá, porque se encontraron con el dato de que en la isla hay altos índices de obesidad infantil por lo que incluyeron en el diseño elementos que inviten al movimiento.
Motivo de orgullo
Estima que es plausible empezar a montar la construcción en marzo del próximo año, la cual constará además de dos etapas para no alterar el funcionamiento del actual colegio. Por lo pronto esta semana ya empezaron las primeras reuniones de coordinación ya que el equipo involucrado en el proyecto suma unas 20 personas entre la constructora, las dos oficinas de arquitectura, FURÓ y Fundación Patio Vivo. Primero tendrán que estudiar observaciones al anteproyecto, evaluar posibles ajustes y planificar una primera visita a terreno para hacer un levantamiento topográfico y presentarle el proyecto a la comunidad.
“Todos estos procesos son cada vez más colaborativos, ya no se puede pensar de otra manera porque lo que está en juego es la viabilidad del proyecto. Este colegio puede ser un motivo de orgullo para los isleños. Se buscó que tuviera una propuesta lúdica, que no fuera un edificio rígido. Creo que a nivel de arquitectura es un colegio que se lo quisiera cualquier lugar de Chile. Esperamos que los habitantes de Robinson Crusoe se apropien de él”, concluye Del Río.