Castro refuerza su cruzada contra la corrupción en Cuba

La sentencia de doce políticos de alto rango tuvo mucha publicidad y fortaleció la campaña mediática del gobierno frente a estas prácticas.

Por: | Publicado: Viernes 31 de agosto de 2012 a las 05:00 hrs.
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Las noticias recientes sobre el juicio y sentencia de doce políticos de alto rango en Cuba (tres de ellos ex ministros del recientemente disuelto Ministro de Industria Básica), por contabilidad fraudulenta y sacar tajadas de un proyecto de níquel muy costoso, muestran un escenario revelador en la campaña sostenida por el presidente Raúl Castro contra la corrupción.

Lo que más llama la atención del caso son los altos puestos que tenían los acusados y la publicidad que se le ha dado al juicio, demostrando el compromiso de las autoridades a luchar contra la corrupción.

Pero esto no sería la punta de un iceberg, porque existe poca evidencia de corrupción en el país y no se debe a sus altos estándares morales, sino que tiene que ver con la realidad histórica. El gobierno revolucionario se basó en el igualitarismo, por eso nunca podría soportar la acumulación personal de riquezas, sobre todo entre los líderes.

Pero dos eventos cambiaron esto. El primero fue el crecimiento del Partido Comunista de Cuba (PCC) en 1975-1984, que junto al auge del consumo por el comercio con el bloque soviético vio un aumento de los privilegios. El segundo fue el colapso económico de 1990-1994 y las reformas resultantes, que permitieron el ingreso de los dólares, y la entrada de alrededor de dos mil turistas al año.

El aumento de crímenes menores, prostitución y el sector informal, representa un tipo de corrupción. El otro es de perfil más alto, especialmente en la industria del turismo que ofrece amplias oportunidades de corrupción, al tiempo que compañías del Estado comenzaron a negociar con inversionistas extranjeros.

Cuando Castro asumió el poder en 2006 (formalizado en 2008), comenzó su lucha sostenida contra la corrupción.

La campaña pareciera tener un mensaje hacia los líderes, quienes deben ser cautelosos al presionar por reformas dirigidas hacia un “modelo chino”, porque el mando no quiere ni puede permitirse la inequidad y corrupción que acompañaron los cambios en China.

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