De las catas de cerveza al rock sicodélico
Partió imitando a un amigo suyo mientras vivía en Hamburgo y hoy es dueño de unos 500 discos de este tipo.
Por: Equipo DF
Publicado: Viernes 22 de julio de 2011 a las 05:00 hrs.
por Daniela Paleo
Desde hace más de dos décadas que el gerente de proyectos y calidad -y cofundador- de Kross colecciona y escucha discos de vinilo de música sicodélica de los años 60’ y 70’. Dice que oírlos lo lleva a otra época, a otro mundo, a otro estado de ánimo. Que no es sólo un hobby, sino que todo un ritual: sacar el vinilo, ponerlo, mirar los covers. Confiesa que es una actividad que lo relaja y le trae muchas recuerdos. “Es como una máquina del tiempo, algo nostálgico a veces, ya que me recuerda a mis amigos en Alemania, que no veo muy frecuentemente”, declara.
El rock sicodélico es conocido por ser la música que acompañó el boom de la contracultura de los años sesenta. Este tipo de arte ofrecía una vía de escape a los límites impuestos por la sociedad y la conciencia. Su influencia se puede ver a lo largo de la historia de la música, en grupos como Pink Floyd, Los Jaivas, algunas canciones de Los Beatles y Jimmi Hendrix, entre otros.
Asbjorn recuerda que la primera canción de música sicodélica que lo cautivó fue “Absolutely” del grupo inglés Madness, un estilo muy rompedor en ese entonces. “Lo escuché en la casa de un amigo, y lo pedí como regalo” cuenta. Pero su afición por esta música comenzó a los 20 años, cuando se mudó a vivir a Hamburgo. “Me fui a vivir con un fanático del vinilo. Él tenía todos sus discos en una caja fuerte gigantesca, y tenía asegurados sus discos por un monto de 40.000 euros (cerca de $ 25 millones). Tenía una colección extraña de discos ultra raros de los años 60’ y 70’, además de grupos completamente desconocidos. Él me introdujo al mundo de la música sicodélica-underground, y me cambió la vida. Pasábamos fines de semana enteros escuchando música de sus archivos. Desde allí me empecé a especializar un poco en esta dirección”, recuerda Asbjorn.
Asbjorn es el encargado de buscar nuevos sabores en Kross, de probar y degustar nuevas mezclas para presentarlas al mercado. Es un trabajo entretenido, pero reconoce que después de una semana larga y agotadora, escuchar sus discos -más de 500 según cuenta- es un premio. Antes dedicaba un tiempo todos los días, pero por trabajo y la familia, tuvo que bajar la frecuencia a dos o tres veces al mes.
“No se puede explicar la sensación de felicidad y euforia cuando encuentras finalmente un disco que buscaste por años, en buen estado y a un precio razonable. Finalmente poner este tesoro en tu tocadiscos, con una buena cerveza en la mano, y entregarse a los sonidos, es fantástico”.