Vivimos tiempos de incertidumbre global –tensiones geopolíticas, fluctuaciones económicas y disrupciones tecnológicas– que desafían nuestras economías y sistemas de innovación. El contexto económico mundial se transforma en un riesgo clave para la inversión. Tal como recoge el estudio de Deloitte en Chile, casi el 70% de gerentes generales y de finanzas de más de 100 grandes empresas cree que el entorno global afectará sus decisiones de invertir en Latinoamérica.
No hay espacio para sentirnos víctimas del riesgo. Chile tiene un potencial inmenso para transformar esta incertidumbre en una oportunidad. Tenemos el poder de liderar la transferencia tecnológica, que convierte el conocimiento en soluciones de impacto para el mercado.
El “mantra” es dinamizar la articulación con audacia y visión de realidad, y fortalecer la colaboración y redes entre la triple hélice: academia, industria y empresas de acuerdo a las necesidades del país y de sus habitantes.
Con el Proyecto de Ley de Transferencia Tecnológica, aprobado por el Senado, Chile da un paso para convertir el conocimiento en impacto, facilitando la creación de empresas científico-tecnológicas desde las universidades, y fortalecer las capacidades de transferencia y consolidar un Repositorio Nacional de Conocimiento abierto. Un avance largamente esperado para que la ciencia llegue efectivamente al mercado y genere desarrollo.
Sabemos que la incertidumbre económica global podría poner en riesgo estos avances. De hecho, el escenario actual está marcado por una inflación persistente, crecimiento mundial desacelerado al 3,1% en 2025 y al 3,0% en 2026, según la OCDE; volatilidad en los precios de materias primas, con fuertes caídas del precio del cobre, lo que afecta directamente nuestro sistema de innovación.
Tenemos que sortear esta incertidumbre, mirando a los líderes en Transferencia Tecnológica. Según datos del Banco Mundial, Israel lidera, invirtiendo el mayor % de su PIB en I+D, con un 6,02%. Comercializa sus investigaciones mediante diversos programas implementados por el Gobierno, junto a actividades del mundo empresarial. Le sigue Corea del Sur con un 5,2%; y EEUU con un 3,5%, aunque domina en gasto en términos de dólares. En Chile, en cambio, invertimos solo el 0,36% del PIB en I+D. Estamos llamados a liderar nuestro propio avance. A ser héroes y no víctimas.
Debemos empujar el marco normativo ágil, que simplifique la colaboración y proteja la propiedad intelectual. Promover alianzas público-privadas para elevar el gasto I+D al 1% del PIB, aumentar la inversión de fondos para proyectos liderados por mujeres y establecer redes para la innovación.
La incertidumbre global es una oportunidad para liderar con heroísmo. Nuestra experiencia nos muestra un Chile que exporta soluciones tecnológicas. Con $ 55 mil millones invertidos por Corfo y un marco legal en camino, de manera colaborativa podemos articular la transferencia tecnológica para que sea el motor de un Chile innovador e inclusivo. El mundo nos observa, y nuestro liderazgo definirá el camino. No somos víctimas, buscamos soluciones.