Un 9 de octubre de 2019 el Presidente Piñera se refirió a la excepcionalidad chilena en el contexto latinoamericano señalando que Chile era un oasis dentro de Latinoamérica. Nueve días después mientras el país ardía por los cuatro costados la bendita frase quedaba para la historia como el símbolo de la mufa y del desconocimiento de las fuerzas subterráneas acumuladas durante años. Naturalmente no era sólo Piñera el que no la vio venir sino que fuimos la gran mayoría de los chilenos. Quizás la única excepción son aquellos sociólogos que se dedican recurrentemente a pronosticar desastres y levantan la mano el día que le apuntan. Hay economistas que hacen lo propio con las recesiones y después se hacen ricos vendiendo charlas.
La patinada del oasis hace muy difícil volver a usar el concepto, pero creo que vale la pena arriesgarse. Todo parte con la conversación tipo Jappening con Ja -disculpen lo antiguo- entre el Presidente de la República y el recientemente electo José Antonio Kast. Todo bastante poco natural, pero ahí están a pocas horas de haber terminado la votación dando una señal de republicanismo que superado el pudor se agradece. Esto además se ha ido transformando en una tradición valorada por los chilenos, lo que es especialmente valioso pues obliga moralmente a los que vengan a enmarcarse dentro de ese espíritu.
Luego vinieron los discursos de ambos contendores. Jeannette Jara muy moderada y conciliadora, con palabras de felicitación a su rival y propugnando por una oposición constructiva. Es cierto que fue interrumpida por algunos cánticos e insultos para Kast, pero muy poca cosa dado el nivel de la derrota. Y siendo justos, nada hizo la candidata comunista para alentarlos. El Presidente electo no se quedó atrás. En una alocución mucho más extendida y desestructurada que lo aconsejable, mantuvo un tono de mucha sencillez y humildad en el momento de la victoria e hizo múltiples gestos tanto a quienes se sumaron a su campaña como a aquellos ciudadanos que optaron por la candidatura de Jara.
Este espíritu tuvo su momento de mayor brillo en la visita de cortesía a La Moneda. Múltiples sonrisas y palabras de buen tono entre Gabriel Boric, José Antonio Kast, la futura primera dama, destacados ministros y asesores. Paseo por las instalaciones incluido, todos dieron muestra de altos grados de civilidad. Algunos podrán reclamar contra la hipocresía de la clase política, y quizás tienen razón, pero bienvenida la hipocresía pues sobre ese buen trato se puede construir un mejor país.
No sólo en Chile las formas se cuidaron al máximo. En el viaje a Argentina a ver al Presidente Milei, José Antonio Kast fue acompañado por el embajador José Antonio Viera-Gallo -José y José, dirá el estratega que sugirió llamar al candidato por su primer nombre para molestarlo-, una nueva muestra de republicanismo y de unidad nacional en los asuntos de Estado. Es difícil que el chovinismo no se cuele y acordarse de que Cristina Kirchner no estuvo para entregarle el poder a Macri, Bolsonaro organizó un fallido golpe de Estado y Trump todavía no reconoce su derrota con Biden.
Estos días han mostrado a Chile como un verdadero oasis en cuanto a comportamiento democrático. Ahí está la mufa otra vez, que la respuesta nos pille confesados.