Los infelices de Javier Peña aterrizan en Chile
El escritor y podcaster gallego es uno de los mayores divulgadores literarios de habla hispana, autor de tres libros y del exitoso podcast Grandes infelices, donde relata las historias de destacados escritores y escritoras, cuyas vidas y obras han estado marcadas por la infelicidad. La próxima semana Peña estará de visita, por primera vez, en nuestro país.
Publicado: Jueves 30 de octubre de 2025 a las 18:11 hrs.
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Jorge Luis Borges, Fiodor Dostoievsky, Franz Kafka, Marguerite Duras. J.D. Salinger, Salman Rushdie, Lucia Berlin, son sólo algunos de los Grandes infelices a los que Javier Peña le dedica episodios del podcast que lo ha convertido en celebridad literaria.
Su pasión por la lectura viene de la niñez y se la heredó su padre, como cuenta en su último libro, Tinta Invisible. Pero debutó como escritor a los 40 años. Nació en 1979 en La Coruña, Galicia, y estudió periodismo en Santiago de Compostela, donde vive hace más de 20 años. Trabajó casi una década en Diario AS y desde 2010 se dedicó a escribir discursos a los consejeros del gobierno gallego.
En paralelo arrancó con la escritura de su primera novela, Infelices, una obra sobre el fracaso que cuenta con varios personajes, uno de ellos un desdichado escritor de discursos políticos. El libro lo publicó la editorial independiente catalana Blackie Books en 2019, y luego vino su segunda entrega, Agnes, dos años después.
Fue entonces que su padre, con quien no se hablaba hace cuatro años, enfermó y entró en etapa de agonía. Junto con reencontrarse con él y prepararse para su inminente muerte, Javier reconectó con las historias de escritores que él solía contarle y se embarcó en un nuevo libro para compartirlas.
Como era un proyecto que le tomaría algún tiempo -fueron tres años finalmente- decidió crear un podcast de manera de mantenerse conectado con los lectores de sus dos primeras novelas. “Hoy en día el mundo va tan rápido que no te permite estar tres años desaparecido. La gente te olvida”, dice el autor desde el aeropuerto de Barcelona donde se encuentra de paso.
La próxima semana Peña viajará por primera vez a nuestro país: “Estoy muy ilusionado. Espero que sea la primera vez de muchas”. El sábado 8 de noviembre a las 16:30 dictará la charla El podcast como novela en el Centro de Extensión UC de Valparaíso, como parte de la programación del Festival Puerto de Ideas. Luego también participará de varias actividades literarias en Santiago, como un taller organizado por la comunidad lectora Alejandría y una conversación en la Biblioteca de Vitacura.
“Lo que crea cultura es compartir”
El primer episodio de Grandes infelices lo publicó el 17 de marzo de 2022. Lo dedicó a Kurt Vonnegut y su obra mítica Matadero cinco. No sospechó Peña que este sumaría más de 100 mil reproducciones y sería el primero de 30 capítulos que han conquistado a una gran audiencia en el mundo hispanoparlante. La producción es bastante artesanal, se compró un buen micrófono y su mujer hace las voces femeninas.
“Con el podcast tengo muchos más fans que con mis libros. Si mis libros los leían unas 15 mil personas, nunca imaginé que el podcast me iba a llevar a cientos de miles y daría el salto a Latinoamérica. No quiero decir que en España no aprecien mi trabajo, pero en Latinoamérica hay una fanaticada más efusiva. He estado en cinco países del continente este año y ha sido increíble. He llenado prácticamente todo lo que hemos hecho”, cuenta animado el escritor.
Ha notado además que el vínculo con el podcast suele ser más íntimo que la lectura. “La literatura tiene un intermediario físico, que es el propio libro, mientras que en el podcast yo les estoy hablando al oído y eso hace que la gente se me acerque a veces como si fueran mis amigos. Realmente mi voz es familiar para ellos. Muchos me dicen: ‘Me duermo contigo en las noches’. Se da un fenómeno fan”.
-Escuchar un podcast no reemplaza a la experiencia de la lectura. ¿Cómo ves la coexistencia de los distintos formatos?
-Yo amo los libros desde niño. Pero más allá de ellos, están las historias. A veces creo que los escritores y lectores somos demasiado fetichistas con el objeto libro y lo realmente importante es el contenido. Las historias se pueden contar en muchos formatos y esa es la idea de Grandes infelices. No intenta ser una biografía ni nada wikipédico, sino contar una historia y eso es muchas veces una puerta de entrada a los libros. Muchos me dicen “compré este libro porque lo escuché en tu podcast” y eso me parece maravilloso. Para mí una de las cosas más preciadas que tenemos los seres humanos son las historias, pero lo precioso es compartirlas. Cuando te gusta mucho una película, una serie, un podcast o un libro, vas a contárselo a alguien, para poder comentarlo luego. Lo que crea cultura es compartir.
-¿Ser homo narrans es lo que nos distingue de las otras especies?
-Para mí sí. La amistad al final son historias compartidas. Hay una narrativa e incluso un lenguaje que tú tienes con unos amigos, distinto a la que tienes con otros. Una historia en común. Eso me preocupa un poco del mundo actual y su velocidad, con esta cultura basada en el famoso FOMO. Todos corren a comprar el libro del momento y cuando pasa esa corriente, se olvida. Por eso lo que intento hacer con Grandes infelices es volver a los clásicos, con libros que me impactaron cuando tenía 15 ó 20 años y siguen vivos en mí. Yo estoy muy agradecido cuando alguien me hace una recomendación sincera y no conquistada por el marketing.
Otra cosa que le fascina, comparte el escritor, es que una misma historia se puede contar de distintas maneras y cambia por completo. Cita el ejemplo del libro El talento de Mr. Ripley (1955) de Patricia Highsmith que en 1999 se convirtió en la cinta de Anthony Minghella con Matt Damon, Jude Law y Gyneth Paltrow y el año pasado aterrizó en Netflix como Ripley, miniserie dirigida por Steven Zaillian y protagonizada por Andrew Scott. “Leer el libro y ver las dos producciones para mí no es repetitivo, es un ejercicio apasionante visitar una historia contada por tres personas distintas”, afirma Peña.
-Incluso para cada lector o espectador una misma historia puede tener distintas interpretaciones.
-Esa es otra cosa maravillosa: las historias sólo existen cuando alguien las escucha o las lee. Y si tienes 100 mil lectores son mil historias distintas. A mí me pasa con mis libros que luego voy a presentaciones y los lectores hacen unas interpretaciones que yo no había pensado cuando escribí. Algunas son muy fantásticas, pero otras son correctas y han sabido leer incluso en mi interior cosas que yo no sabía. Me parece mágico el hecho de que alguien al decodificar una historia y recrearla en su mente también la está creando.

Infelicidad creativa
“Las personas felices se parecen. Los infelices lo son cada uno a su manera”, es la frase que resume su libro Infelices y el mismo espíritu ronda la idea central del podcast Grandes infelices. Luces y sombras de grandes novelistas. La eterna noción del escritor maldito y el tormento como motor creativo es algo que Javier Peña claramente suscribe.
“Hay gente que incluso se ofende ‘¿por qué te centras en la infelicidad de los escritores?’. Pero resulta que la idea que yo tengo de infelicidad, que no digo que sea la correcta, pero es la mía, tiene más que ver con una falta de entender el mundo. Creo que quienes escribimos, lo hacemos porque en un momento dado no nos gusta el mundo tal y como está. Y queremos crear algo paralelo donde nos sintamos más cómodos. Quienes están cómodos con lo que están viviendo, plenamente centrados en la vida concreta, simplemente se dedican a disfrutar. Cuando tienes un episodio de desamor, muchas veces necesitas escribir. En cambio, cuando estás en el auge amoroso, lo disfrutas sin más. Los momentos de infelicidad son un gran motor creativo, porque es cuando te apetece crear algo".
-¿Entonces sólo existen escritores malditos?
-Prácticamente todos los escritores que he analizado, y ya llevo casi cuatro años haciendo el podcast, tienen un punto común de maldición. Hay escalas, claro, algunos son menos infelices y otros definitivamente trágicos, pero todos ellos han tenido algún momento de infelicidad. La propia profesión de escritor empuja a eso también, es muy inestable. Es maravillosa porque no es rutinaria, pero al mismo tiempo es muy estresante porque puedes tener un éxito muy grande con un libro, ganar buen dinero y que con el siguiente no te lea nadie.
La falta de ingresos, sostiene Peña, es para la mayoría de los escritores algo terrible. “Tienes que hacer 100 millones de cosas, ir a 80 charlas, dar clases, hacer columnas de prensa, para poder llegar a fin de mes. Esa idea de que el escritor se va a su retiro y escribe sin parar durante meses, es maravillosa, pero es irreal. Hay una inestabilidad que tiene mucho que ver con esta idea de que vales lo que vale tu última obra. El podcast ha tenido muchísimo éxito, pero siempre pienso que el día que saque un episodio malo, se va todo a la mierda. Hay que tener una fortaleza anímica que yo no tengo”.
Cuenta que su pasado como periodista de periódico y redactor de discursos, le dieron herramientas importantes para estructurar el oficio de escritor. “Cuando eres periodista debes entregar el artículo. Adquirí la obligación de escribir y establecer rutinas. Incluso cuando hice discursos, que fue una etapa horrible profesionalmente, me enseñó sobre el relato oral que tiene mucho que ver con la escritura de guion. Todo eso me condujo a escribir con 40 años, mi primera novela, Infelices”.
-¿Publicar a esa edad te proporcionó más madurez para asumirte como escritor?
-Creo que llegar tarde al mundo literario de alguna forma me hace más inseguro. Como que si estuviese un poco de prestado. Ya no me lo esperaba. Cuando la editorial compra mi novela, pensé “no puede ser. He luchado por esto toda la vida”. Parte de mi identidad siempre fue ser escritor, pero pensaba que nunca nadie iba a leer lo que yo escribía, más allá de noticias o discursos. La inseguridad es un rasgo de mi carácter y que me hace tener miedo a que sea demasiado tarde. Me encantaría tener 30 años y pensar que tengo una carrera mucho más larga por delante. Siempre tienes el miedo de que la gente se aburra, se canse. Intentas darle una vuelta.
Esta última temporada de Grandes infelices vincula a los escritores con las ciudades que habitaron. Kafka y Praga, Elsa Morante y Roma, Borges y Buenos Aires. “Los formatos tienen que estar vivos porque si haces todo el tiempo lo mismo durante años, la gente se aburre. Es importante también como reto para mí. Cada temporada me cuesta más, debo trabajar mucho cada capítulo, hay mucha documentación, lectura y pensar en lo que voy a contar. Estamos tan acostumbrados a este mundo veloz que a mí me gusta que Grandes infelices tenga otro ritmo”.
-En medio de una permanente proliferación de podcast, ¿por qué crees que tanta gente elige escuchar tus historias de escritores?
-Existe un público ávido de contenido cultural, mayor del que muchas veces creemos. Obviamente este es un podcast de nicho y no puede competir con un conversacional de dos famosos. No es la intención tampoco. Pero también hay mucha gente interesada en que le cuenten historias de literatura. ¿Por qué escuchan el mío? No lo sé. Quiero creer que porque es distinto. Por mucho que haya tecnología e IA, creo que el cuentacuentos no va a desaparecer nunca mientras seamos seres humanos y no cyborgs.
- Hay una tendencia de amantes de la lectura. Dua Lipa va a entrevistar a Margaret Atwood para hablar de El cuento de la criada. ¿Qué opinas de los nuevos “booklovers”?
-Me parece muy de personas mayores decir: ‘¡Ay, los jóvenes ya no leen!’ Sigo insistiendo en que las historias nos conforman. Y los jóvenes siguen enganchados a las historias que se cuentan de otra forma, con otras técnicas y con otros soportes. Trabajo con gente 15 ó 20 años más joven en una residencia literaria y son muy lectores. Quizás no han leído a Tolstoi, pero tienen sus propios referentes generacionales. Yo soy muy pesimista, pero creo que muchas veces ese pesimismo es limitador.
La muerte del padre
“Cuando murió mi padre empecé a narrar las historias que él me contaba al resto de la gente”, cuenta Peña sobre Tinta invisible, el libro que escribió a partir del duelo. “Para tratar de animarlo le llevé al hospital mi segunda novela días antes de que saliera a la venta, pero, aunque intentó dos veces su lectura, le exigía un esfuerzo que ya no era capaz de hacer. Que el hombre que leía las etiquetas de champú abandonase el libro de su hijo sobre la mesilla indicaba que había llegado el final”, escribe en el prólogo del título publicado en 2024.
-¿Cómo fue el ejercicio de publicar una vivencia tan íntima?
-Para mí fue muy fácil, casi como una experiencia terapéutica, el cuerpo me pidió escribir. Cuando perdí a mi padre después de varios años sin hablarnos y teniendo que reencontrarnos al final, necesité un proceso de tres años de escribir para entender lo que me había pasado. Soy una persona extraordinariamente tímida. Para mí esto de ir a fiestas, a festivales, es como terapia de shock. En cambio, a la hora de escribir soy muy poco pudoroso. Lo que me da pudor es no decir toda la verdad, incluso aunque a veces puedas hacer daño a tu familia, a gente cercana, yo necesito contarlo. Lo que no puedo ser es deshonesto conmigo mismo. Para mí fue un libro que tenía que escribir.
-¿Una manera de redimir la relación con tu padre?
-Al final sirvió para eso, pero no era la idea inicial. La función era más entender más que redimir. Siempre digo que para mí lo más importante en la vida son las historias y el amor, en un sentido amplio. El amor por las historias me lo dio mi padre desde niño; me puso libros en la mano, me contaba historias y nunca se lo agradecí. Y de alguna forma tuve que escribir un libro después de que muriera para agradecérselo.

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