¿Qué se pierde cuando se pierde un padre?: Las reflexiones de Damián Noguera en medio de su duelo
El actor Héctor Noguera falleció el martes 28 de octubre. Días después, aún con los sentimientos revueltos y a punto de regresar a Alemania, su hijo menor da esta entrevista donde habla de los recuerdos compartidos, de lo que significa para él esta muerte y de todo lo que la ha rodeado. “Hasta cierto punto, perder un padre es también redescubrirlo”, dice Damián.
Por: Patricio De la Paz
Publicado: Viernes 14 de noviembre de 2025 a las 14:09 hrs.
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Con el rostro serio, vestido de negro riguroso, Damián cargó el ataúd de su padre. Ese jueves 30 de octubre, se ubicó en la orilla derecha del féretro -en la primera posición de ese lado- y junto a su hermano Diego y a otros cercanos cargaron el cuerpo de Héctor Noguera, el reconocido y prolífico actor chileno que había muerto dos días antes, a sus 88, por causa de un cáncer. En todo el trayecto desde el Templo Mayor del Campus Oriente de la UC -donde se realizó el velorio y la misa- hasta la carroza fúnebre, el hijo menor no derramó ni una sola lágrima. Pero iba con el corazón estrujado.
Damián Noguera (36) es el quinto y último de los hijos del actor. Lo preceden Piedad, Amparo, Diego y Emilia. Al igual que su padre, todos sus hermanos estudiaron Teatro. Él no: en la universidad siguió la carrera de Literatura Hispánica y luego -por gusto, por habilidades y tras años de clases de piano y percusión- se dedicó a la música. Hoy es un solicitado diseñador sonoro para piezas teatrales y de danza. Es un hombre quitado de bulla, pero frente a la muerte de su padre no sólo juntó las fuerzas para caminar con su ataúd, sino también para hablar en la misa. Allí, en 16 minutos, con la voz quebrada a ratos, recordó a ese padre que “hablaba como viejo, pero miraba con ojos de niño”, que de improviso frenaba el auto no por un semáforo en rojo “sino porque se le ocurría una idea”, y para quien la actuación “era su fe, su divinidad”.
Antes de regresar a Berlín -donde estudia desde 2023 un Master en Arte Sonoro-, Damián Noguera acepta esta entrevista para hablar del duelo, de la ausencia, de las sensaciones que se han instalado. Sentado en una terraza del GAM, piensa bien cada respuesta. Es reflexivo y poco dramático. Toma frecuentemente agua como si quisiera limpiar cada palabra. Es un jueves de noviembre; han pasado apenas 10 días de la muerte de su padre.

Jueves 30 de octubre. Los hermanos Damián y Diego Noguera encabezaron el grupo que cargó el féretro de su padre.
- ¿Qué se pierde cuando se pierde a un padre?
- No lo sé… es todo muy reciente aún como para saberlo. El duelo es un proceso, la muerte es un proceso, tienen sus tiempos. Yo llegué hace casi tres semanas de Berlín para estar con mi padre. Y desde que él murió, ha sido un proceso muy intenso y muy lindo. Mucha gente quería mucho a mi papá y cuando uno está dentro de la familia es muy difícil entender la dimensión de eso. Son cosas que uno va descubriendo ahora, lo ves de manera explícita. Pero al mismo tiempo ha sido un tiempo como un torbellino. Recién estos últimos días, todo va bajando un poco. Entonces no es una pregunta que pueda responderte todavía.
- Claro, falta tiempo para una respuesta decantada. Pero si conectas directo con el sentimiento, con lo primero que te cruza el corazón, ¿qué responderías?
- Que se pierde su presencia, eso es lo más literal.
Toma un trago de agua y continúa: “Todo el resto está por descubrir. Tiempo al tiempo. Estoy leyendo harto sobre la muerte. Por ejemplo, un libro de Nathalie Léger, muy lindo, que se llama En busca del cielo. Otro libro es Obit, de Victoria Chang”. Esta última obra es un compendio de poemas, reinventados como obituarios poéticos, que la autora norteamericana escribió luego de la muerte de su madre y donde mezcla su tristeza, su rabia, su miedo frente a esa pérdida. Uno de sus versos fue, precisamente, el que Damián Noguera usó para cerrar, muy emocionado, sus palabras en la misa fúnebre de su padre: “A veces nada se mueve, excepto mi amor por alguien y la luz de una estrella muerta”.
“Ha sido lindo ver el cariño de la gente. Me ha hecho pensar mucho en mi papá. Y no sólo en él, sino en toda una generación de actores y actrices, en una ética teatral que mi papá encarnaba y de la cual quedan pocos exponentes. Esas son todas cosas que fui descubriendo. Me impresionó escuchar hablar en el velorio a Jaime Vadell, que trató a mi papá como a una persona muy patriota, no en el sentido pechoño del término, sino que era una generación que creía en el país y que había un arte en eso. Empecé a entender también las últimas cosas que hizo: La pérgola de las flores; Sueño de una noche de verano, con cantores y guitarrón chileno; El jardín de los cerezos, que es una obra rusa pero que todo el rato está hablando de Chile en este montaje. Por eso, hasta cierto punto, perder un padre es también redescubrirlo”.
"Estoy leyendo harto sobre la muerte. Por ejemplo, un libro de Nathalie Léger, muy lindo, que se llama En busca del cielo. Otro libro es Obit, de Victoria Chang”.
“Estoy muy triste, pero tranquilo”
- Te ves muy tranquilo, pese a la pena, Damián…
- Hay una calma en saber que mi papá vivió todo lo que se puede vivir, que murió acompañado y en su casa, que estuvo lúcido siempre y que no estaba solo en sus últimos momentos. Yo estoy muy triste, pero también estoy tranquilo.
- ¿Puede un hijo estar preparado para la muerte de un padre?
- No, no se puede estar preparado para eso. Es tan grande la distancia entre cómo uno se imagina las cosas y cómo uno finalmente las vive. Yo cuando chico pensaba mucho en eso, tenía miedo que mi papá se muriera. Porque cuando yo era niño, mi papá ya era viejo. Cuando nací, él tenía 52. Pero como te digo: nunca se puede estar preparado, por esa distancia entre lo que imaginas y cómo las cosas son cuando realmente ocurren.
- Te fuiste de Chile en 2023. Tu padre se enfermó hace varios meses. ¿Cómo manejaste esa situación a distancia?
- Comunicándonos. Hablábamos harto, casi todos los días. Yo viajé también antes. Estuve hace un mes y medio acá.

- ¿Sientes que pudiste despedirte de él?
- Sí, y estoy en calma.
- ¿Fue una conversación? ¿acompañarlo en silencio?
- Es muy personal. No puedo decir.
- Como sea, qué difícil pensar esos días como una cuenta regresiva…
- Pero en el momento tampoco se piensa como una cuenta regresiva. Estás ahí no más. Después, con distancia, uno podría pensar lo que tú dices: era la cuenta regresiva.
- Hay una imagen tuya que queda de ese jueves 30. Esa que cualquier hijo teme: cargar el ataúd del padre. ¿Qué pensabas tú en ese momento?
- Cuando entramos y cuando salimos del Campus Oriente con el ataúd de mi padre fue muy emocionante para mí ver que estaba lleno de estudiantes, que hacían cadenas humanas alrededor. Gente joven aplaudiendo a mi papá. Yo sólo pensaba: “Qué feliz estaría él con esto”. Mi papá amaba a los estudiantes. Fue un momento lindo ver todo ese cariño. El teatro, a diferencia de otras disciplinas, tiene eso: que se respeta mucho a la gente que lleva muchos años haciéndolo. Entonces me dio una sensación de comunidad y como de un cierto optimismo.
- ¿Eso te ayudó a sostener la pena?
- Sí. Fue una mezcla de pena y optimismo. Porque además esto es triste, pero no trágico. Hay una diferencia entre una muerte trágica, inesperada, repentina, y una muerte triste.
"Hay una calma en saber que mi papá vivió todo lo que se puede vivir, que murió acompañado y en su casa, que estuvo lúcido siempre y que no estaba solo en sus últimos momentos. Yo estoy muy triste, pero también estoy tranquilo".
“Recuerdo a mi papá con el pelo rojo”
- ¿Cómo era la relación con tu padre?, ¿eran cercanos?
- Sí. Con mi papá nos relacionamos siempre a partir un poco del trabajo (el hijo musicalizó varias de las obras del actor, incluida la última: Caballo de feria). Ése era un punto de encuentro.
- Sí, pero eso fue cuando ya eras adulto. ¿Cómo era la relación de Damián niño y adolescente con este padre?
- Este padre trabajólico, muy ocupado… lo cual a mí de niño me daba mucha curiosidad por saber qué hacía. Yo siempre fui muy cercano a mi mamá (Claudia Berger), a quien admiro mucho. Mi papá también estaba, claro. Cuando yo era chico mi papá estaba explotando con las teleseries y en muchas giras con el Teatro Camino, pero a pesar de toda esa locura sí había momentos en que él estaba, como los domingos. Mis recuerdos de mi papá cuando niño no son tantos en la casa, son más de acompañarlo al teatro a veces. Pero la persona con que yo estaba durante el día era mi mamá, que era la figura pivotal, la que daba estabilidad.
- ¿Qué cosas te conectaban con tu padre?
- Hablábamos mucho de literatura, de textos, de películas, de cultura. Nos recomendábamos cosas. Recuerdo que hace poco uno de los libros que le recomendé fue Los diarios de San Agustín. Yo, que soy cero religioso. Mi papá decía que también, pero igual tenía formación jesuita (como alumno del colegio San Ignacio) y eso marca. Bueno, pero esos diarios son muy fascinantes, incluso para una persona no religiosa. A mi papá le gustaron mucho y le hicieron mucho sentido, incluso para el teatro. Es un libro muy autobiográfico, que tiene que ver con la crisis de la fe.

Damián niño junto a su padre en un viaje al sur, al lago Todos los Santos.
Damián Noguera toma otro sorbo de agua. Parece recordar algo, y se lanza: “Otro punto de relación entre nosotros fue que mi papá era muy curioso. Yo en la adolescencia escuchaba música realmente rara, muy electrónica, muy experimental, muy oscura a veces. Y mi papá nunca cuestionó eso, sino que me pedía que le mostrara más, que quería escucharla. Era imposible ser rebelde con mi papá en ese sentido. Él siempre estuvo muy abierto a cosas nuevas, y eso fue para mí un gran aprendizaje. Empezamos a relacionarnos desde ahí”.
- Si miras lo más atrás posible, ¿cuál es tu primer recuerdo de él?
- Lo recuerdo con el pelo rojo, por la obra Theo y Vicente, que dirigió Alfredo Castro a principios de los ‘90. Recuerdo a mi papá con el pelo rojo en la casa y en todos lados.
“Escribí en primera persona, como si fuera él”
En 2022, Héctor Noguera presentó sus memorias. Pero no las escribió él, sino su hijo Damián. Por eso el título, Autobiografía de mi padre. Fueron tres años y medio de trabajo juntos.
- ¿Por qué te pidió escribirla a ti?
- Hacía tiempo que mi papá estaba tratando de escribir una autobiografía y no le estaba resultando. Él era una persona acostumbrada a trabajar en equipo, y el ejercicio de escribir es más solitario. Y como yo había estudiado literatura, en un momento me dijo que necesitaba ayuda con eso. Mi función inicial era asesorarlo; él escribía y yo lo ayudaba con investigar ciertas cosas. Como un ayudante. Pero eso duró poco.
- ¿Qué pasó?
- Él me mostró unas 80 páginas que había escrito. Las leí y me parecieron muy malas. Se lo dije. Que parecía un currículum. Yo cuestioné mucho por qué quería hacer esto, fui hasta un poco pesado. Le dije que se tenía que tratar sobre él, pero al mismo tiempo tenía que ser algo más grande. Contar la historia desde el teatro y el arte. Le sugerí empezar de cero, escribirlo yo. Y comencé a escribirlo en primera persona, como si yo fuera él, como si fuera su voz. Se lo iba mostrando a él, por supuesto.

Héctor y Damián Noguera cuando presentaron la autobiografía, en 2022. Crédito: Liu Marino.
- Pero antes de escribir, le hiciste un montón de entrevistas. ¿Cómo fue eso?
- Lo entrevisté mucho, lo cual también incluyó un proceso para mí de aprender a entrevistar, porque hay un arte en eso. Decidí que no grabaría las entrevistas, porque no quería que el libro fuera una transcripción de esas conversaciones sino una interpretación de lo que él me decía. Tomaba apuntes en mi computador. Después entrevisté a personas cercanas a él, sobre todo a mi mamá. Creo que a Alfredo Castro también. Eso lo aprendí leyendo un texto de David Foster Wallace a propósito de Roger Federer: que uno es muy poco claro con respecto a uno mismo y también muy malo en describir aquello que te hace ser admirado por los otros. Por ejemplo, mi papá creía que estaba en cierto estado cuando hacía el Rey Lear, pero luego entrevisté a otra persona y me dijo: “Tito estaba completamente loco cuando hizo el Rey Lear”. A él mismo después le hizo sentido.
- En esa inmersión en la vida de tu padre, ¿descubriste cosas que no sabías?
- No. No es que me haya enterado de algo de su vida que no conocía, sino que juntos descubrimos interpretaciones de cosas del pasado que sabíamos que existían. Lo nuevo fue que nunca las habíamos leído así. Por ejemplo, toda la infancia de mi papá en la calle Londres. Los dos descubrimos que su madre y él eran personas que estaban muy solas en esa casa y ocupaban un lugar muy aislado, como un departamentito dentro de la casa. Que, hasta cierto punto, no eran parte de la gran familia. O sea, que había un juicio sobre su mamá. Jamás lo habíamos visto de esa manera.
- ¿Te dan ganas ahora de escribir una segunda parte, al menos una versión actualizada?
- No. Cuando en el libro entendí que no quería contar su historia entera, fue liberador. El objetivo fue tratar de entender al personaje, revelar la cabeza de un actor en Chile en una época. No tengo que hacerme cargo de toda la historia, eso podrán hacerlo otros. Creo que ya he escrito suficiente.
Damián pronuncia esa última frase y sonríe. Mientras, en el primer piso del GAM se reparten las entradas gratuitas para distintas obras en el marco de “La noche de los teatros”, que en esta oportunidad está dedicada a Héctor Noguera. Hay largas filas de personas esperando sus tickets. Alrededor, varias fotos del homenajeado en distintas etapas de su vida.
"Juntos descubrimos interpretaciones de cosas del pasado que sabíamos que existían. Lo nuevo fue que nunca las habíamos leído así. Por ejemplo, toda la infancia de mi papá en la calle Londres. Descubrimos que su madre y él eran personas que estaban muy solas en esa casa".
- ¿Te han dicho que eres muy parecido a tu padre?
- Me lo han dicho harto ahora… Así que estoy un poco más consciente de eso.
- La autobiografía de tu padre finaliza con él recordando una escena: cuando tú, niño, bajabas por las escaleras doradas de los restaurantes chinos como si fueras el emperador de Asia. Decía que entonces pensaba que también serías actor…
- Esa escena, que yo no recordaba, es algo que mi papá me contó cuando yo tenía unos 25 años y ya había estudiado en la universidad. No sé cuál fue su intención, me la dijo no más.
- ¿Pero por qué terminar así el libro?
- Te lo dejo como final abierto.
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