El último reportaje del New York Times con imágenes del fotógrafo chileno se publicó el pasado 20 de octubre. Era una nota extensa titulada En Chile, la IA desata debates políticos, escrita por Paul Mozur, quien entrevistó a una docena de expertos, activistas, políticos y también emprendedores, como Matías Muchnick, CEO de NotCo.
La primera colaboración de Marcos Zegers (38) con el medio estadounidense tuvo lugar en enero de 2019 y se trató de una historia muy particular. Durante 2017 y 2018 el fotógrafo vivió en Londres. Su mujer, Magdalena Ulloa, estaba estudiando un magíster en Geografía Humana en King’s College. Marcos mientras tanto buscaba algún proyecto fotográfico, una buena historia que cubrir.
Un día en un grupo de WhatsApp familiar mandaron la noticia del lanzamiento del libro Viaje a las estepas (Catalonia, 2018) del historiador Cristián Pérez que narra la historia de 93 jóvenes chilenos, entre 15 y 18 años, que el 4 de septiembre de 1973 partieron a la Unión Soviética a capacitarse en el uso de maquinaria agrícola. Estaban recién instalándose en la localidad de Krasnodar cuando recibieron la noticia del Golpe de Estado y la muerte de Salvador Allende. Eran chicos campesinos, la mayoría de ellos de familias sin recursos, que quedaron desamparados ya que las comunicaciones con Chile se cortaron inmediatamente. Muchos hicieron sus vidas allá. Fascinado por la trama, Zegers pensó: “A esa historia le faltan imágenes”.
Por entonces venía el Mundial de fútbol de 2018 en Rusia y era una buena oportunidad para viajar al país. A través de Pérez logró contactar a Víctor Yáñez, uno de los protagonistas. Viajó a conocer a los chilenos-rusos y los retrató en su cotidianeidad. El resultado le gustó y decidió escribir a una dirección de correo del New York Times, versión en español, ofreciéndoles publicar el trabajo. No le respondieron. Volvió a escribir, esta vez en un tono más interpelador. “¿No se supone que buscan buenas historias? Esta es potente”, parafrasea el fotógrafo recordando ese correo. Esta vez sí le contestaron.
En enero de 2019 salió la nota narrada por el periodista Albinson Linares y con las fotos de Zegers, quien aparece mencionado en el relato. “No era lo que estaba buscando, en ningún caso. Yo tenía el sueño de ser como un reportero que desaparece y cuenta la historia. Pero ahora ya lo valoro más”, dice.
Imagen de la serie sobre los chilenos-rusos que en 1973 se quedaron varados en la URSS.
El norte claro
El recorrido de Zegers en la fotografía partió hace 20 años, o incluso antes. “Soy ese niño que andaba con la cámara de fotos para todos lados”, cuenta desde el campo en las cercanías de Pucón donde vive junto a su familia. Cuando tenía 18 años el pintor Alfredo Echazarreta, que entonces era su vecino, le vendió su primera cámara profesional a buen precio. Y desde entonces trabajó, primero sacando fotos para La CAV. Estudió arquitectura por razones prácticas. Disfrutó estudiando y le fue bien durante la carrera, pero cuando le tocó ejercer, tuvo una crisis. “No tenía tiempo para salir a tomar fotos y me empecé a deprimir”, comenta.
Finalmente decidió dejar la arquitectura y apostar por la fotografía. Durante un tiempo renegó de su profesión, pero hoy su trabajo más comercial es la fotografía de arquitectura y se ha amistado con ella. “No me gustaba que me identificaran como arquitecto porque los huevos repartidos en dos canastos no servían y yo soy fotógrafo, pero ahora las fotos de arquitectura son un lenguaje que me permite descansar de mis otros proyectos”.
Su trabajo más extenso es una serie sobre el norte de Chile que comenzó hace ya 10 años. Agua, minería y éxodo partió con un roadtrip de 800 kilómetros fotografiando el desierto y fue tomando forma de fotoreportaje con inquietudes territoriales. “Soy de contar historias que tengan una importancia, que sean transversales a toda la sociedad y que calen. Siento que la foto es todavía un oficio que presta un servicio. No es un capricho de las artes. Hay un rol de comunicar sobre temas de los que nos podemos hacer cargo.
Así parten estos proyectos con un componente geopolítico y lo que circunda a Chile; sus recursos naturales y temas sociales”, afirma. Agrega: “Del norte sólo se ven las lagunas de San Pedro de Atacama, pero hay toda una trastienda súper interesante que está denostada y un imaginario que me interesaba mostrar”.
Precisamente por esa mirada del desierto chileno fue que el fotógrafo Tomás Munita, también colaborador del New York Times (entre otros medios internacionales), lo recomendó a un editor del periódico para una nota sobre el litio en Chile, a finales de 2021, cuando se estaba debatiendo la licitación del mineral. Así tuvo acceso a la planta procesadora de SQM en el desierto de Atacama.
La imagen de un trabajador vestido con un overol blanco y máscara en plena faena circuló en la portada de la edición del 29 de diciembre del New York Times. Los derechos son compartidos con el autor. La misma fotografía también forma parte de la Colección Engel que albergará el futuro museo NuMu.
“Eso es algo súper bonito de estos proyectos más reflexivos y extensos sobre temas como el extractivismo: son imágenes que salen en la prensa, que sirven de base para una investigación de doctorado, que se pegan con engrudo a un muro como parte de una manifestación en Berlín o pueden estar expuestas en una galería de arte pituca”, dice en referencia a cómo un archivo fotográfico puede traspasar distintos soportes.
- ¿Es tu fotografía también una forma de activismo?- Yo me agoté un poco del activismo propiamente tal. Entiendo que la serie del norte en particular ya es constituyente de un imaginario. Y se suma también al trabajo de otros colegas y autores. Como fotógrafo tengo una postura social y política comprometida, pero en un momento dije “chuta, me estoy transformando en el señor Litio y no soy esa persona”. Tengo posturas a veces distintas a los activistas. Cuando te toca ver las cosas desde adentro te encuentras con varias caras de la moneda.
- No hay ánimo moralizante. - Obviamente hay un mensaje: están destruyendo los salares y eso está mal. Pero cuando entras en las historias humanas, está lleno de dicotomías. Al final uno empieza a tejer universos que son mucho más sensibles. Podemos discutir sobre el litio, pero también hablemos de que la gente está cambiando el auto todos los años. No quiero sonar amarillo ni mucho menos, pero el tema es mucho más complejo.

Firme con el oficio
Sus imágenes han sido exhibidas en Chile, Londres, Paris, Shangai, España y Reino Unido y en festivales como PhotoEspaña, Format, Photo London o FIFV Valparaíso. Sólo hace encargos para medios de afuera, “porque no me llaman de acá”, aclara. Este año además de tres colaboraciones para el New York Times, realizó trabajos para el diario canadiense The Globe and Mail.
“He estado en el World Press Photo en dos ocasiones, pero todavía no me lo gano (ríe)”. En 2020 Zegers fue seleccionado en la instancia educativa Joop Swart Masterclass de World Press Photo para fotógrafos emergentes en el campo de la fotografía documental. “Sería increíble ganárselo, no es ninguna falsa modestia, pero antes lo pensaba más. Disminuye la ansiedad, si no llego con un proyecto a fin de año, que son las épocas de las postulaciones, da lo mismo. Hay proyectos que son menos ‘concurseros’ y que tienen espacio en otros lugares”.
Se explaya: “Yo vivo de la fotografía, lo cual es un privilegio. Pero los fotógrafos, en general, tienen que estar atentos a las oportunidades y a los concursos. Y empieza a pasar que ya sabes qué quiere cada editor o qué busca tal concurso. Entiendes de qué manera quieren ver Sudamérica y ahí uno entra en varios conflictos. Hay imágenes que son súper eurocentristas para mostrar Latinoamérica. A mí me ha pasado que no tengo conflicto en cómo quiero mostrar las cosas y eso tiene otros espacios de difusión. Si te quedas pegado en lo que quieren ver los otros, terminas en una fábrica de salchichas. Ha sido muy heavy este año para mí, en el sentido de conquistar un espacio que me permite volver a lo esencial: hacer buenas fotos no más".
- ¿Corre peligro el oficio del fotógrafo cuando vivimos en medio de una invasión constante de imágenes y todos tienen supercamaras en sus teléfonos?
- Yo creo que no se va a acabar. Todo el mundo puede tomar fotos. Lo único que cambia cuando te compras un celular nuevo es que la cámara de fotos es mejor. Nos comunicamos a través de la fotografía, mandamos imágenes de todo lo que estamos haciendo. Pero contra todo pronóstico, creo que siguen existiendo proyectos fotográficos sumamente potentes. Una foto es la testigo de lo que pasa en el mundo. Yo estoy muy firme con el oficio.
- ¿Cómo se siente que tus imágenes muestren un Chile al mundo?
- Cuando salió el tema de la IA o del observatorio Vera Rubin, el Presidente me escribió un mensajito. Un líder mundial puede abrir el diario y tu foto será la forma en que vea cierto tema. Se siente una responsabilidad. También hay algo muy chileno, que efectivamente pasó cuando se publicó en The New York Times lo del litio, que recién entonces se para la antena sobre un tema importante. Tiene que mostrarlo alguien afuera para que realmente nos remueva el piso. Pocos en Chile sabían que había data centers de Google en Quilicura y Cerrillos. Yo al menos no sabía. Con el tema de los salmones me pasó que no tuve acceso y tuve que mandar unos drones. Sabes que la publicación puede generar algo en distintos sectores, incluso en la economía.
Relatos de naturaleza
Zegers es también National Geographic Explorer, título que se adjudicó tras ganar una beca de la National Geographic Foundation. Con ella está realizando el registro de una comunidad en el lugar más seco del mundo, el desierto de Atacama, que capta agua de niebla para hacer cultivos.
Además, tiene el proyecto colectivo Otro habitar junto a su mujer. Ella se dedica a la investigación de temas rurales, campesinos e indígenas y Otro habitar es la plataforma de difusión de estos proyectos de carácter territorial. Trabajan con comunidades, campesinos y colegios de La Araucanía. Con ese propósito han levantado fondos publicos, privados e internacionales, como uno de National Geographic. Actualmente están trabajando en un diccionario de saberes del pueblo aymara.
También tienen un proyecto que se llama Relatos de naturaleza, que desarrollan junto a Ana Millaqueo y que consiste en crear fotos ficcionadas sobre la espiritualidad del pueblo mapuche que formarán parte de un libro pronto a publicarse. Las imágenes muestran cómo elementos de la cosmovisión mapuche como los ngen (espíritus de la naturaleza) coexisten con personajes tipo Disney. “Es muy bonito y amoroso. Los niños fueron dibujando o haciendo monos de plasticina y con esa información recreamos una imagen que puede ser un unicornio en un bosque de arrayanes. Una cosa medio kitsch”.
Imagen de Relatos de naturaleza de Otro habitar.