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La audaz jugada de Piñera

Pese a que con su actitud desató una crisis en el oficialismo por el malestar de los partidos, el presidente no claudicó en su decisión de desligar a la derecha del régimen militar, en lo que está seguro de haber acertado.

Por: Por Blanca Arthur
 | Publicado: Sábado 5 de octubre de 2013 a las 05:00 hrs.
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Con la seguridad de haber hecho lo correcto, tanto por un asunto de principios, como políticamente, el presidente Sebastián Piñera decidió cerrar el capítulo en que asumió un polémico protagonismo durante la conmemoración de los 40 años del golpe militar, que culminó con el cierre del Penal Cordilllera.

En medio de la crisis que se había desatado por los duros cuestionamientos de los partidos a su actitud, él partió tranquilo a Indonesia a participar en la cumbre de la Apec. En parte porque el conflicto había comenzado a amainar, pero sobre todo, por haber comprobado que los reclamos de los dirigentes no respondían al sentir de aquellos ciudadanos que se identifican con la derecha, sino por el contrario.

Con encuesta en mano, como acostumbra, Piñera constató que más del 80% de quienes se dicen partidarios o aprueban al gobierno, no sólo estaba de acuerdo con la forma en que había actuado al enfrentar los temas de derechos humanos, sino que una cifra similar consideraba que respondía a sus convicciones, como también que era beneficioso para su imagen.

La conclusión, que analizó junto a su equipo político antes de partir, es que tras la jugada que emprendió a partir del 11 de septiembre, era un triunfo neto que, además de fortalecer su imagen, le permitía cumplir su propósito de marcar un antes y un después para la derecha, que incluso podría tener efectos positivos en las próximas elecciones.

Calmar tensiones


Con esas certezas, cuando el conflicto con los partidos escalaba a un punto que podía jugarle en contra, el Presidente accedió a hacer un gesto para tratar de aplacar los ánimos.

En momentos en que éstos se habían exacerbado después de las declaraciones del ministro de Defensa, Rodrigo Hinzpeter, que aludió a una “debilidad ética” de quienes fueron parte o respaldaron al régimen militar, mientras aún resonaban sus calificaciones de “cómplices pasivos”, Piñera salió a hacer algunas precisiones, como que haber participado de buena fe en el gobierno pinochetista no merecía ningún reproche ni descalificación, ni menos inhabilidad, además de que su intención en ningún caso era profundizar divisiones en la centro-derecha.

Pero esos dichos conciliadores -gestionados por el ministro Andrés Chadwick a petición de la UDI- no significaron que el mandatario echara pie atrás, se desdijera o mostrara arrepentimiento respecto de su actitud. Lejos de eso, al reafirmar su postura, acusó falta de coraje a quienes habrían preferido guardar silencio en lugar de enfrentar la realidad, en referencia a quienes, especialmente desde los partidos, se opusieron desde el primer momento a que él adquiera un papel protagónico en la conmemoración del golpe por los perjuicios que podía tener para su sector político.

Esa fue la principal disparidad de criterios que tuvo con los dirigentes partidistas, luego de convencerse que el impacto que produciría en las generaciones más jóvenes el conocimiento de lo ocurrido después del 73, hacía necesario enfrentar la situación. En su perspectiva, ésta era la oportunidad de que la derecha pudiera desligarse de los fantasmas del pasado, a lo que él podía aportar desde su sitial de Presidente con la autoridad que le daba haberse opuesto al régimen militar.

¿Plan personal?


La principal debilidad de la jugada presidencial ha sido la sensación de que detrás de todo su protagonismo se esconde la intención de ganar popularidad y quedar posicionado para el año 2017, aun a costa de destruir a la derecha por los posibles efectos adversos que su actitud podía tener en las elecciones.

Esa idea de que toda su arremetida responde a un plan personalista, repetida por los dirigentes políticos e incluso recogida en las encuestas, pero que además adquirió especial connotación luego de que la planteara dramáticamente en su carta el general (r) Odlanier Mena antes de suicidarse el día en que sería trasladado a Punta Peuco, preocupó a Piñera.

Como entendió que si su actitud quedaba reducida a esa sensación perdía toda la fuerza, decidió aclarar que no estaba en sus planes repostular a ningún cargo público, en contraste con declaraciones anteriores en que dejaba abierta la posibilidad, aunque probablemente sabiendo que en el futuro -como ocurre en política- podría desdecirse si las circunstancias le resultan favorables.

En lo inmediato, en todo caso, sus cercanos aseguran que su intención es que su arremetida le permita culminar su mandato con un reconocimiento a que actuó como estadista e incluso que en lo concreto se lo recuerde como el presidente que fue capaz de cerrar la cárcel en que cumplían condena ex uniformados por caso de derechos humanos, lo que no hicieron sus predecesores de la Concertación. En su perspectiva, eso le daría el sello diferente como para consolidar sus aspiraciones futuras.

En lo que no desmiente, éstas apuntan a cumplir su antiguo anhelo de forjar una derecha distinta, que básicamente sea capaz de ampliarse, representar otros principios que no sean sólo los tradicionales, pero que sobre todo, interprete a las generaciones más jóvenes que están desafectadas del régimen militar.

El riesgo de la derrota


Para que sus planes no sean abortados, el Presidente asumió que uno de los riesgos a los que está expuesto es a que se lo responsabilice frente a una posible derrota electoral, con el argumento de que no puede tratar de refundar la derecha sobre la base de destruir la que existe.

Es por eso que después de que él mismo instaló la sensación de que no le importaban las próximas elecciones, en lo que marcó un hito su declaración de que Evelyn Matthei había cometido un error al votar que SI en el plebiscito del 88, decidió hacer un giro estratégico.

Como no sólo fue encarado por esa actitud hacia la candidata, sino que tanto desde la UDI, como desde algunos sectores de RN -comenzando por Andrés Allamand, su principal contrincante en los planes de liderar a una nueva derecha- están planteando que el éxito del gobierno se medirá en el resultado electoral, Piñera optó por jugarse tanto por la candidatura de Matthei, como también por impedir una derrota parlamentaria como la que algunos auguran.

En esa línea, aparte de realzar las cualidades de la abanderada presidencial, la instrucción fue que a partir de ahora, todos los esfuerzos debían concentrarse en la campaña oficialista con salidas de los ministros a terreno, de manera que si la noche del 17 de noviembre los resultados entierran a la derecha, al menos poder exhibir que no necesariamente fue su culpa.

Mirada optimista


Consciente de que sus planes dependen de lo que ocurra, su apuesta por ahora es tratar de impedir que el resultado sea lo malo que algunos pronostican, frente a lo cual en La Moneda incluso existe una percepción optimista en cuanto a que como consecuencia de la jugada presidencial, la performance aliancista podría ser mejor de que si Piñera no hubiera actuado como lo hizo.

Es la conclusión que se saca tanto de las encuestas internas, como de testimonios de los propios parlamentarios -como ocurrió en el almuerzo con los diputados de RN- que han reconocido que el ambiente ha sido más favorable que el que existía cuando el impacto de los programas de televisión que mostraban lo ocurrido a partir del 73, hacía que los tildaran de asesinos.

En la mirada de las autoridades, que contrasta con las de muchos dirigentes partidistas o de la elite de la derecha, también se destaca que el protagonismo de Piñera durante todo el mes de septiembre relegó del primer plano a Michelle Bachelet, impidiendo que el tema de los 40 años del golpe lo capitalizara de manera completa.

Esa percepción no implica que permanezca la razonable duda en cuanto a que la actitud del Presidente pueda significar un aporte tanto para la abanderada presidencial, como para los candidatos a parlamentarios, o si por el contrario, ésta pudo ser determinante para sepultar a la derecha.

De eso sólo habrá indicios cuando se conozcan los resultados, pero el éxito o fracaso de la jugada de Piñera recién se podrá medir en un más largo plazo.

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