La hora de la verdad del Partido Comunista
La colectividad comprobará en las parlamentarias del 19 de noviembre si fue correcta su apuesta de reintegro a la institucionalidad.D
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Hace cinco años, en 2012, cuando conmemoraba su aniversario 100, el Partido Comunista enfrentaba una disyuntiva política trascendente: apoyar en primera vuelta a Bachelet e ingresar a un eventual gobierno –con sus costos y beneficios– o cuidar su influencia en la izquierda. Liderados por la fracción histórica de Guillermo Teillier, la colectividad decidió finalmente retomar el papel institucional que había jugado hasta 1973 y conformar una nueva coalición, la Nueva Mayoría, con lo que sellaron su ingreso definitivo al establishment luego de 30 años de marginalidad.
Ha pasado agua bajo el puente y luego de los cuatro años de gobierno, a menos de 40 días de las siguientes presidenciales y parlamentarias que se vislumbran difíciles para el oficialismo, en el partido se vive una tensión a sotto voce entre quienes defienden las decisiones que se han adoptado en los últimos años y sectores críticos que están por no proyectar la política de alianzas con la Nueva Mayoría, sino hacia la izquierda.
Para el devenir de esta discusión serán cruciales los resultados del PC a nivel parlamentario, donde el partido aspira a subir de seis a ocho sus representantes en la Cámara Baja y –aunque hasta la fecha se vislumbra complejo–, conseguir al menos un senador. Los resultados inevitablemente serán medidos respecto de los números del Frente Amplio, que compite por primera vez en serio desde su creación en febrero pasado y que aspira a dar un sorpasso al oficialismo. De llegar el PC a fracasar en sus resultados, las posiciones de aquellos que defienden un cambio de rumbo ciertamente se verían fortalecidas.
Dicen que en el llamado pueblo comunista todavía no se ha entendido del todo la incorporación a la Nueva Mayoría y que esa tensión –que se ha vivido de forma soterrada y a susurros en los últimos años– probablemente haga subir la presión si a la debacle presidencial se suma un desastre parlamentario.
En momentos en que como nunca se debate sobre el extraordinario poder de veto que tendrían los comunistas en este gobierno –que habría sido un factor importante en el tratamiento del conflicto mapuche y la caída de Aleuy, por ejemplo–, la militancia comunista comienza a hacer balances con miras al futuro. Se pregunta sin duda por las ganancias, que resultan evidentes. Pero también por determinados costos que ha debido pagar en estos años el PC, como la pérdida de influencia en los movimientos sociales y la pertenencia a un bloque que termina pulverizado, sin apoyo popular y con altas probabilidades de entregar el poder a la derecha.
Entre las sumas y las restas, sin embargo, los comunistas han tenido un éxito estratégico: el del relato crítico a la Concertación.
El triunfo de un discurso hegemónico
Puede que parte de lo que fue la Concertación piense que en ese punto se halla justamente el error y que se trate de una de las causas fundamentales del estallido de la centroizquierda, que por primera vez en décadas llega con dos candidatos a una presidencial. Pero al margen de las consideraciones de uno y otro grupo, lo cierto es que en el período 2014-2018 existe un discurso que ha terminado por triunfar, con o sin razón: fue la nueva coalición Nueva Mayoría, que por primera vez integraba al Partido Comunista, la que fue capaz de instalar un programa verdaderamente progresista. En contra del pasado incómodo 1990-2010, fue este conglomerado el que enfrentó las reformas pendientes, como no se pudo hacer en el periodo anterior marcado por los consensos.
Fue lo que transmitió La Moneda y parte del bloque: una cierta vergüenza por la Concertación. Es la idea que, en definitiva, ha quedado hasta ahora. Puede que con los años se revisite el pasado reciente y se hagan nuevos análisis, pero el discurso de la Presidencia y el relato que se ha querido instalar desde una porción importante del oficialismo desconoce la obra concertacionista, la época en que el PC se hallaba en la oposición.
¿Alguien podría desconocer que este relato hegemónico no es un triunfo del PC o, al menos, que resulta funcional al partido? A la hora de hacer balances luego del 19 de noviembre, probablemente será uno de los argumentos que desplieguen quienes defienden el camino político trazado por el partido desde 2005 a la fecha, con la muerte de Gladys Marín.
En 2008, un acuerdo por omisión con la Concertación le permitió al PC conseguir dos alcaldes. En 2009, gracias al pacto instrumental, el partido obtuvo tres diputados y el propio Guillermo Teillier llegó al Congreso. En 2013, como parte de la Nueva Mayoría, obtuvieron seis diputados. La política de alianzas con la centroizquierda sin duda les ha sido funcional, aunque no han protagonizado ningún estallido. De acuerdo a las municipales de 2016, el PC pesa poco más de un 5% en concejales.
El protagonismo del PC en el gobierno parece en ocasiones hinchado tanto por anticomunismo como por cierto aprovechamiento político. Pero es innegable la influencia que han tenido en asuntos relevantes, que resulta desproporcionada considerando el tamaño de la colectividad. El conflicto que terminó con la caída del subsecretario Aleuy develó el respaldo de La Moneda al ministro comunista Marcos Barraza, titular del Ministerio de Desarrollo Social, que tiene a su cargo la política indígena estatal.
Con una agenda ministerial marcada esa semana por la consulta indígena y la votación del Ministerio de Asuntos Indígenas, nadie sospecha que haya sido el gobierno central quien haya mandatado a Barraza para señalar públicamente que “se abusó de efectismo comunicacional” con la Operación Huracán de Aleuy o que en Chile no existía terrorismo. Pero nadie equilibró las fuerzas hacia el otro lado, por el contrario, lo que dejó en evidencia lo que se sostiene en el Ejecutivo: ha sido una preocupación constante de la propia presidenta Bachelet la de procurar que el PC no se sienta incómodo en esa coalición creada por ella y para ella.
El Frente Amplio no quiere al PC
En estos cuatro años ha habido varios ejemplos, pero uno de los episodios recientes estuvo marcado por el interés del gobierno de levantar el secreto de la Comisión Valech, de Prisión Política y Tortura. En este asunto no solo se trató de poner a disposición de los tribunales la información contenida en el informe –que el propio Estado en 2004 se había comprometido a resguardar por medio siglo–, sino de un intento de desnudar una especie de acuerdo de impunidad entre el gobierno de la época y las Fuerzas Armadas.
La influencia PC en este terreno resultó evidente y Bachelet, aunque señaló que no se trató de un pacto de silencio, terminó quedando del lado de los críticos y no de los defensores de la comisión de Ricardo Lagos.
En definitiva:
Los comunistas no han tenido una explosión electoral, pero el PC ha tenido buen desempeño luego de décadas de estar en una especie de ghetto. Ahora, aunque con un 5%, aparecen en el mapa.
Han sido tratados con delicadeza por la Presidenta y su jefe político, el ministro del Interior, Mario Fernández, aparentemente por instrucción de la propia mandataria.
Como no ocurría desde los tiempos del gobierno de la UP, han tenido figuras en el gabinete que, según se reconoce desde diferentes sectores, han tenido un buen desempeño y son bien valorados. La ministra de la Mujer, Claudia Pascual, lideró con éxito un debate clave para la actual administración, el de la despenalización del aborto en tres causales.
Como le sucedió al propio Lagos en 2000, cuando tuvo que aplacar los prejuicios de ser el primer socialista que llegaba a La Moneda luego de Allende, los comunistas han sorteado con cierto éxito los temores de su llegada al Ejecutivo.
Tienen presencia en el aparataje público
El balance desde el punto de vista político, por lo tanto, no podría ser negativo y eso lo reconocen hasta los sectores menos oficialistas del PC, un partido que mal existe sin acceso al poder en tiempos en que no tienen el respaldo de la extinta URSS.
Pero en los partidos oficialistas parece cocinarse a fuego lento un big bang que, en el caso del PC, tiene relación con su posición dentro de la izquierda.
La Nueva Mayoría no existe –no hacen falta mayores pruebas–, pero todavía podría ser probable un entendimiento entre los comunistas y sectores de la izquierda clásica, como el Partido Socialista no socialdemócrata. Quienes empujan en cambio por una alianza con el Frente Amplio se topan con un problema no menor: la reticencia del propio Frente Amplio hacia el PC, a quien no quieren incorporar sino sobrepasar.
El PC se acerca a su hora de la verdad.