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Un nuevo estilo dialogante para legitimar las reformas

Preocupada por la falta de respaldo a su plan de cambios estructurales, la presidenta Bachelet mandató a su equipo para que avance sobre la base de los máximos acuerdos que sean posibles, como una fórmula para recuperar la confianza.

Por: Blanca Arthur | Publicado: Viernes 15 de mayo de 2015 a las 04:00 hrs.
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El cambio en estilo ha sido la tónica. En los primeros días transcurridos desde que tomaran posesión de sus cargos, los nuevos ministros han marcado como impronta su apertura al diálogo, que no sólo han explicitado en palabras, sino también en los hechos.

En maratónicas jornadas, el jefe de gabinete, Jorge Burgos, junto con reiterar insistentemente que su sello será la búsqueda de acuerdos, ha tenido una ronda de contactos con todos los sectores políticos, incluidos los partidos de oposición.

Aunque menos expresivo que su par de interior, el titular de Hacienda, Rodrigo Valdés, dio cuenta de un ánimo similar, al sostener reuniones tanto con la CUT como con la CPC, lo mismo que hizo la nueva ministra del Trabajo, Ximena Rincón, recibiendo a representantes del empresariado, como de los trabajadores con el fin de recoger sus miradas sobre la tramitación de la polémica reforma laboral.

Un estilo que también ha confirmado el ministro de la Segpres, Jorge Insunza, quien a horas de asumir se reunió con los jefes de las bancadas parlamentarias, tras lo cual recalcó su espíritu de diálogo, destacando la necesidad de procesar adecuadamente las legítimas diferencias.

Es la misma idea a la que apuntó en su primera vocería el ministro secretario general de Gobierno, Marcelo Díaz, al aludir a que en esta etapa que se inicia, se trabajará poniendo el máximo esfuerzo en dialogar.
El indiscutible cambio de tono de las autoridades da cuenta de que la propia presidenta Michelle Bachelet asumió que el principal desafío para restituir la confianza es teniendo en consideración la mirada de todos los sectores.

Pero contrariamente a lo que algunos han interpretado, la forma con que emprendió su tarea el gabinete de esta segunda fase, no significa una renuncia a continuar adelante con las reformas estructurales comprometidas por el gobierno, tal como lo corroboró la propia presidenta Michelle Bachelet en el primer consejo de gabinete con el nuevo equipo, lo que fue confirmado por el vocero Díaz.

Otra cosa es que, tal como le ha manifestado la mandataria a los ministros, ellos traten de avanzar en un clima de más armonía, de manera que las distintas reformas cuenten con el máximo de acuerdo que sea posible, a fin de que recuperen el apoyo que perdieron durante el primer año de gobierno, cuando el criterio que primó fue aprobarlas como fuera, dentro de plazos perentorios autoimpuestos.

Inquietud por reformas

Los costos de ese estilo tanto para su popularidad y de su gobierno, como para el respaldo ciudadano a las reformas, es un tema que preocupaba a la Presidenta desde antes que estallara la crisis de credibilidad que gatilló el cambio de gabinete.

Prueba de ello es que en la misma entrevista con Don Francisco, al referirse a las cosas que lamentaba de su primer año de gestión, apuntó sin dudarlo a que no se hubieran logrado transmitir los beneficios de su plan reformista.

Es por eso que –como indican desde La Moneda- al momento de decidir el cambio de gabinete, se tomaran en consideración datos como los del último sondeo del CEP que indicaron que el 65% de los encuestados estima que las reformas fueron improvisadas, mientras una cifra similar no cree que serán eficaces para el propósito que dicen buscar.

Pese a que la propia mandataria lo primero que les transmitió a los ministros, en el consejo de gabinete, fue la necesidad de comunicar mejor los cambios que impulsa, ella misma entiende que no es suficiente para recuperar el respaldo de la ciudadanía en los cambios transformadores que impulsa, si es que éstos no logran suscitar un acuerdo básico entre todos los actores.

Eso explica que en la conformación del equipo ministerial, uno de los factores que pesó fue elegir nombres que pudieran tener una mejor interlocución con los distintos sectores, que la que tenían los ministros del gabinete anterior, especialmente la dupla que conforma Interior con Hacienda.

De allí que la apuesta con los nuevos ministros es que éstos logren generar un clima que cambie la percepción ciudadana hacia las reformas, logrando acuerdos que las relegitimen.

En esa línea se entienden afirmaciones del titular de Interior, como aquella en que indicó que un proceso de reformas no se opone a la gradualidad ni a la prudencia.

Ruido en la izquierda

Pero aun cuando el cambio de estilo del gabinete responde a los lineamientos presidenciales, eso no significa que no se toparán con obstáculos en la tarea que están emprendiendo, por la alerta que existe especialmente en el sector más de izquierda de la Nueva Mayoría, de que la búsqueda de acuerdos pueda implicar una moderación en los compromisos programáticos.

Nos son pocos quienes desde el PPD, el PS o el PC han manifestado abiertamente su inquietud frente a las señales que se han dado desde La Moneda, en las que han percibido un giro hacia la moderación que pudiera atentar contra las reformas.

Especial preocupación les han generado algunas declaraciones de Burgos, que entienden como una posibilidad de que se intente regresar a la política de los consensos que ellos rechazan.

Tanto es así que los propios parlamentarios se lo han hecho sentir a los ministros del comité político, como ocurrió en el Congreso donde la bancada socialista le pidió explicaciones al ministro Díaz, el que debió calmar los ánimos diciendo que no había un giro como muchos de ellos piensan, insistiendo en que la decisión presidencial es seguir adelante con su programa tal como estaba concebido, pero solo con un ánimo de tener una más amplia interlocución.

En un ambiente que amenazaba complicar el clima de armonía que busca el gobierno para enfrentar la crisis, con declaraciones de parlamentarios de izquierda cuestionando al ministro del Interior, éste se encargó de aclarar que si alguien tiene dudas de que la apertura al diálogo o a buscar acuerdos es un elemento inhibitorio de las reformas necesarias, haría el esfuerzo necesario para demostrar lo contrario.

La prueba de fuego

En este cuadro, en que la disposición de los sectores más duros de la Nueva Mayoría es no ceder ni un ápice, la tarea que le espera a los nuevos ministros no parece fácil.

Con los ánimos de los parlamentarios de izquierda decididos a no dar tregua, la primera prueba de fuego para el desafío que enfrentan las autoridades será la tramitación de la reforma laboral, la que si bien se dio una pausa, continuará la próxima semana para cumplir el compromiso refrendado por los ministros de sacarla antes del 31 de agosto.

Es que tal como se percibe, las presiones de todos los lados serán grandes. Porque aparte de la disparidad de criterios de los empresarios con los trabajadores, tampoco existe una mirada compartida al interior del bloque oficialista. De hecho, tal como ocurrió con la reforma tributaria, senadores de la DC como Andrés Zaldívar e Ignacio Walker han manifestado su discrepancia con indicaciones incorporadas por los diputados, reclamando que éstas no responden ni siquiera a la propuesta del gobierno.

Es lo que deberá enfrentar tanto el ministro de Hacienda, con las consideraciones de los efectos que la reforma laboral puede tener en la economía en temas como el crecimiento o el empleo, mientras que a Ximena Rincón le corresponderá tratar de conciliar las posiciones, lo mismo que al equipo político, que al final es el mandatado para tratar de buscar acuerdos en el Congreso.

Pero la tramitación de la reforma laboral no será la única que pueda genera problemas, porque teniendo en cuenta el compromiso de Bachelet de iniciar en septiembre el proceso de discusión constitucional, todo indica que requerirá tanto o más diálogo, si se consideran las discrepancias que existen respecto al método incluso al interior del propio gobierno.

Una situación que probablemente se repetirá con la reforma educacional, desde el momento en que actores sociales liderados por la izquierda como los estudiantes o el colegio de profesores están saliendo a la calle para presionar.

Es en este escenario donde la Presidenta debe preparar su cuenta para el 21 de Mayo, en la cual se espera que ella misma sea la que haga las precisiones de lo que debe ser este segundo tiempo en cuanto a los énfasis o el reordenamiento de la agenda, con el fin de que el nuevo equipo pueda cumplir con el desafío de recuperar la confianza.

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