Economía y Política

García Carrasco: el hombre en el momento equivocado

Los sucesos de la Península Ibérica que determinaron el curso de la independencia chilena comenzaron la llamada invasión ...

Por: | Publicado: Sábado 23 de enero de 2010 a las 05:00 hrs.
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Los sucesos de la Península Ibérica que determinaron el curso de la independencia chilena comenzaron la llamada invasión de Napoleón a España y el cautiverio del Rey Fernando VII. Sólo después vendría la etapa americana del proceso.

En 1808 Chile también tuvo novedades importantes: la muerte del gobernador Luis Muñoz de Guzmán generó un problema de sucesión. Mientras la Real Audiencia promovió a uno de sus miembros, el oidor Juan Rodríguez Ballesteros, un militar de alta graduación reclamó el cargo para sí: era Francisco Antonio García Carrasco (1742-1813). Era lo que correspondía en realidad, de acuerdo a una Real Cédula de 1806, que disponía que en caso de “muerte, ausencia o enfermedad” del titular, debía asumir en su lugar “el oficial de mayor graduación que no baje de coronel efectivo”. Después de algunas discusiones, informes en derecho y deseos de hacer valer los propios méritos, se respetó la letra y el espíritu de la ley: sería el brigadier García Carrasco el hombre destinado a dirigir el reino. Él estaba influido por su amigo Juan Martínez de Rozas, hombre de escaso apoyo dentro de los círculos dirigentes.

Radicado en Concepción, como solía ocurrir con los altos oficiales del Ejército, el nuevo gobernador llegó a Santiago en abril, pero nunca pudo recibir el afecto de la alta sociedad capitalina. Quizá en cualquier otro momento su figura no sería un personaje histórico relevante, pero el momento que vivía el continente era uno de los más importantes de su historia.

La aristocracia santiaguina siempre se manifestó recelosa de García Carrasco. Influyó, no cabe duda, el famoso escándalo del Scorpion, fragata inglesa que realizaba actividades de contrabando. Tras una rudimentaria organización de algunos criollos contra los ingleses, el propio García Carrasco habría obtenido algún beneficio económico, así como su amigo Martínez de Rozas. El problema adicional fue que en el asalto fueron muertos el capitán y ocho marineros, y otros tantos quedaron heridos. Criollos y españoles se manifestaban indignados contra quienes consideraban responsables del asunto.

Un segundo factor que le jugó en contra fue el apresamiento de las distinguidas figuras locales de Juan Antonio Ovalle, José Antonio Rojas y Bernardo de Vera y Pintado, sindicados como rebeldes con intenciones independentistas, en pleno 1810. Ellos alegaron inocencia, plena adhesión a la corona de Castilla, pero no a los franceses ni ingleses si éstos conquistaban España. Era el último gran desencuentro y paso fundamental de la caída del gobernador. En julio de 1810 aceptó la renuncia a su cargo, que asumiría don Mateo de Toro y Zambrano, dando comienzo a una nueva e importante historia.

No cabe duda que, como telón de fondo, estaba la incapacidad demostrada por García Carrasco en el ejercicio de su cargo, así como también un aspecto entre emotivo y social, como era su distancia efectiva hacia los grupos dirigentes, tanto en sus relaciones públicas (no tenía amigos en la aristocracia) como en sus intereses y gustos (tales como las riñas de gallos). “Nadie le temía y todos lo miraban con un semblante de risa”, recordaba irónicamente años más tarde Francisco Antonio Pinto en sus Apuntes autobiográficos.

Gobernó con más pena que gloria, en 1811 se trasladó a Lima, donde vivió – según señaló en cartas a sus amigos – “en la mayor indigencia”, y donde murió en 1813. Su figura, inopinadamente, había abierto el camino al cambio político en Chile.

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