En 50 años, Chile pasó de tener problemas de desnutrición a sufrir de obesidad. Un cambio cuyas principales causas –alimentación poco saludable, sedentarismo, exceso de peso, tabaquismo y alto consumo de sodio y alcohol–, representan también condiciones favorables para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, que en el país cobran la vida de 45 personas al día.
En el mundo estas enfermedades matan a 17 millones de personas al año, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), y en Chile los problemas cardíacos constituyen la principal causa de muerte en hombres mayores de 35 años y en mujeres sobre 50 años.
Al analizar la evolución de cuatro cardiovasculopatías relevantes –insuficiencia cardíaca, infarto cardíaco, fibrilación auricular e hipertensión arterial– este grupo de enfermedades afecta a 4,9 millones de chilenos (38% de la población nacional), ubicando al país en el primer lugar en prevalencia a nivel regional.
Cuatro patologías que según el estudio “La carga económica de los trastornos cardíacos en Chile, 2015”, realizado por Deloitte por encargo de Novartis, suman un costo financiero de $ 873 mil millones, cifra que representa el 4,2% del gasto total en atenciones médicas en el país en 2015 y que, en términos de pérdida de productividad, le cuestan al país en torno al 0,24% del PIB.
Las estimaciones de costo consideran también la pérdida de productividad tanto debido a morbidez como a mortalidad, así como el costo oportunidad de la atención informal y la pérdida de recursos por ingresos fiscales producida tanto por licencias médicas del enfermo y de su entorno familiar, o por la muerte prematura de los pacientes.
Uno de los puntos que llamó la atención de Lynne Pezzullo, investigadora australiana y coautora del estudio, es la proporción pública y privada en el pago de los costos de las enfermedades. Mientras en la mayoría de los países de la región el Estado se lleva la mayor carga, con un promedio de 55%, sólo en Brasil, Chile y Venezuela el sector privado absorbe la mayor parte de los costos. En Chile, el 47% es asumido por el Estado y el 53% por los seguros de salud.
“Cuanto más dinero pongamos en prevención e intervención temprana, por ejemplo, informar a la gente sobre la revisión de la presión arterial, revisar el colesterol, cambiar hábitos alimenticios, es menos costoso para ellos tener una hospitalización en última instancia. Chile está haciendo algunas cosas bien, incluyendo el etiquetado de los alimentos. Pero el 38% de prevalencia es demasiado alto”, enfatiza Pezzullo.