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Lanabel: la historia del empresario que pagó el valor más alto por el m2 en el centro

José Amar ha visto cómo cambió el mercado de las lanas y relata cómo se ha ido ajustando para competir con los productos importados.

Por: Valentina Valenzuela | Publicado: Miércoles 10 de mayo de 2017 a las 04:00 hrs.
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Las Dunas fue el primer apronte de José Amar, dueño de Lanabel, en el negocio textil. Era la década del ‘50 y su padre, junto a sus tres hermanos, llegaba a la industria a través de esta empresa de lanas y algodones donde hacían calcetines.

Ese fue el inicio del empresario que esta semana pagó el valor más alto por metro cuadrado que se tenga registro en el centro de Santiago, con 475 UF/m2 por un inmueble de 320 m2 donde antes funcionaba Los Pollitos Dicen.

Aunque llegó al rubro textil por el negocio familiar, en 1982 comenzó lo que hoy es Lanabel, que fabrica y comercializa cerca de 90 tipos de lanas y otros productos. Ese año, después que los hermanos Amar decidieran separar el negocio tras el fallecimiento de su padre, José compró una empresa llamada Fabrilanas, que pertenecía a Teófilo Yarur y que estaba en quiebra.

Hoy la compañía tiene dos locales de venta a público y fábricas en su sede Pedro de Valdivia en Ñuñoa y en Macul. Incluso, entre 2000 y 2005 exportó a Italia, Alemania, Francia y España. En este último, tuvieron presencia en los 37 locales del Corte Inglés. Todo esto terminó después de que una de sus hijas que vivía en el viejo continente, decidiera volver a Chile.

Lejos de lo que podría pensarse, el local que acaba de comprar no implicará el crecimiento de Lanabel. “Pensábamos poner un local de lanas, pero no creo que sea tan rentable en el Paseo Ahumada. Hay cosas que pueden rentar más, ya que está muy competitiva la parte textil”, dice Amar al relatar que incluso estaba dispuesto a pagar más por el inmueble de cuatro pisos que dedicará para renta.

La sucesión y nuevo consumidor

Hoy, con 70 años, el empresario mira el futuro de su empresa con la idea de encontrar un sucesor, para dar un paso al costado. No tiene claro aún si alguna de sus tres hijas tomará las riendas de la sociedad.

Sobre el negocio, dice que los últimos dos años el escenario de desaceleración económica ha golpeado al rubro. “Nos hemos estancado, pero seguimos trayendo máquinas y creciendo, y creo que somos los únicos que estamos contratando personal”, dice Amar.

El negocio ha cambiado en los 35 años que Amar está en el rubro de las lanas. El consumidor, por ejemplo, es cada vez más exigente y el mercado se ha visto cada vez más copado por la importación.

“Producimos cerca de 40 a 45 mil kilos de lana al mes”, dice el empresario, que de todos modos trae desde fuera otra parte de su stock.

Para dar la pelea y hacer frente a las otras empresas que importan desde China y Turquía, “hace 5 años que no subimos los precios y a ellos les sube el dólar, incluso hay veces que hemos tenido que bajar los precios para que no aumente la competencia”, relata.

Su estrategia no solo es por precios. Todos los años va a Europa a buscar novedades en fibras y colores.

A sus productos, incorporaron lana de alpaca peruana, el vellón de oveja que se teje con aguja -moda traída desde Inglaterra y Australia-, y dice que es la única empresa que lo vende estampado en colores. También tiene la lana merino ecológica, que cuesta $ 28 mil el kilo, una de las más caras del mercado. Estas variedades apuntan a un público más sofisticado, que está dispuesto a pagar más.

Antes, dice Amar, la gente tejía para ahorrar y ahora es por hobby y por la originalidad en el diseño. Todo este cambio comenzó hace unos cinco años.

Esto no quita que siga compitiendo en el segmento de más bajo costo, a través de su marca acrílica Faisán.

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