Varias docenas de personas se reunieron la semana pasada en Moscú para conmemorar el 25° aniversario de un fallido golpe de Estado que dio inicio al proceso de desmantelamiento de la Unión Soviética (URSS). Pero no hubo autoridades en las celebraciones de una fecha que es ignorada por los círculos oficiales por su naturaleza revolucionaria. En lugar de dejar flores en el monumento a los tres jóvenes que fallecieron oponiéndose al golpe, el presidente ruso Vladimir Putin y el primer ministro Dmitry Medvedev visitaron Crimea, que se anexó a Rusia tras separarse en 2014 de Ucrania, el mismo país que al declarar su independencia en 1991 terminó por consolidar el proceso de caída de la URSS.
El 19 de agosto de 1991, ocho líderes comunistas de línea dura sacaron del poder al presidente de la Unión Soviética Mikhail Gorbachev. Miles de jóvenes salieron a protestar contra el golpe y detener los tanques que circulaban por las calles. Haciendo eco de sus llamados, el entonces presidente de Rusia, Boris Yeltsin se dirigió al Parlamento y realizó un recordado discurso sobre un tanque, desafiando a los golpistas.
Dos días después la mayoría de los golpistas había abandonado Moscú y Gorbachev había vuelto a Rusia desde su detención en Crimea, pero eso marcó el fin de su liderazgo y el alza como figura política de Yeltsin.
El 24 de agosto, Gorbachev renunció a su cargo como secretario general del Partido Comunista. El mismo día, la Rada Suprema de Ucrania declaró la independencia del país. El 27 de agosto Moldavia declaró su independencia, el 30 lo hizo Azerbaiyán y el 31, Kirziguistán. En poco más de una semana la Unión Soviética se había desmantelado.
“Ciertamente alcanzamos algo significativo en ese entonces: nos liberamos de un régimen extremadamente reaccionario, uno que no tenía contacto con la gente y que estaba intentando retroceder el reloj, y todo eso se logró casi sin derramamiento de sangre”, dijo Anatoly Melnik, un consultor de 47 años que pasó una noche fuera del parlamento ruso en el momento del golpe, cuando era un joven estudiante, a Financial Times. “Pero no hay mucha gente que lo recuerde ahora como un gran momento”.
Evento ignorado
Los eventos de agosto de 1991 son raramente discutidos o recordados en los medios, dejando a las generaciones más jóvenes ignorantes de lo que ocurrió hace 25 años.
De acuerdo con un sondeo publicado este mes por Levada Centre, la única encuestadora independiente del país, sólo un 50% de quienes respondieron recuerdan correctamente los eventos del golpe.
Y para quienes lo recuerdan, su significado se ha vinculado a la pérdida, caos y debilidad que se asocia con el colapso de la Unión Soviética y la década que le siguió, marcada por múltiples crisis económicas sufridas en la transición hacia una economía de mercado.
El Producto Interno Bruto llegó a contraerse hasta 12,7% en 1994, y siguió tambaleante hasta 1998. Pero a partir de 1999, Rusia vivió un período de auge que la llevó a crecer hasta 10% en 2000, y luego mantuvo una expansión superior al 4,8% hasta la crisis financiera global de 2009.
Como resultado de esta bonanza, el PIB a precios corrientes subió de US$ 91.310 millones en 1992 a 2,02 billones (millones de millones) en 2014, según cifras del Fondo Monetario Internacional, mientras que el Producto per cápita, también a precios corrientes, se elevó de US$ 614 a US$ 13.872 en el mismo período.
Ucrania, el jugador clave
Pese a los avances económicos, la mala percepción pública de estos eventos hizo que no fuera raro que las autoridades estuvieran ausentes de las conmemoraciones y se fueran, en cambio, a Crimea, la península que anexaron de Ucrania en marzo de 2014. Tal como en agosto del ‘91, cuando su independencia terminó por hacer caer el régimen soviético, Kiev sigue siendo significativa para Rusia. El anexamiento de Crimea recibió un duro rechazo por parte de Occidente. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea impusieron sanciones económicas a Rusia, lo que, junto a la caída de los precios del petróleo, provocó una severa crisis económica.
El año pasado, el PIB del país se contrajo 3,7% y para este año el FMI prevé una caída de 1,8%. El PIB a precios corrientes bajaría a US$ 1,13 billón, y el Producto per cápita descendería a US$ 7.742.
Pero para Putin, esta fue la oportunidad de hacer una demostración de fuerza en el espiral creciente de tensión entre Moscú y Kiev de cara a las elecciones parlamentarias del 18 de septiembre.
Este mes el presidente ruso anunció la detención de un grupo de ucranianos que intentaban cruzar la frontera con explosivos, una operación en la que murieron dos uniformados rusos. El mandatario ucraniano, Petró Poroshenko, respondió advirtiendo que la probabilidad de “una intervención rusa a gran escala” es notable. “No descartamos una invasión rusa en toda regla”, afirmó.
Para Occidente, en cambio, agosto seguirá siendo el mes que marcó el fin de la Unión Soviética.
