El Presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, mostró la semana pasada las credenciales verdes de su país cuando trasladó a los líderes mundiales a la cumbre climática de este año -realizada en la ciudad de Belém- en una flota de vehículos eléctricos fabricados para la ocasión. Pero su llamado, como anfitrión de la COP30, a “poner fin a la dependencia de los combustibles fósiles” contrastó con su petición simultánea de financiar la transición energética de Brasil mediante la expansión de su industria petrolera.
China está profundamente relacionada con los esfuerzos de Brasil por avanzar en ambas direcciones a la vez. Fueron automotrices chinas las que suministraron a Lula la flota de autos eléctricos, y una empresa estatal china la que obtuvo una parte importante de los derechos de exploración petrolera en la Amazonía.
En los últimos años, China y Brasil han defendido de forma conjunta la acción climática, como parte de su estrategia para reducir su vulnerabilidad climática y fortalecer su perfil internacional. Con el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, retirándose de la cooperación global y el mundo buscando nuevos referentes de liderazgo, su momento ha llegado. Sin embargo, ambos países ofrecen un tono distinto: subrayan el derecho del Sur Global a desarrollarse y trasladan a las naciones más ricas la responsabilidad de aplicar recortes más drásticos de emisiones.
“En Belém, no es exagerado afirmar que, si este par (China y Brasil) decide orientar el acuerdo en una dirección, el resto de la sala lo seguirá”, señalaron desde el Asia Society Policy Institute.
“La relación entre Brasil y China es una de las que hay que observar en la COP30”, dijo Li Shuo, director del China Climate Hub del Asia Society Policy Institute. “En Belém, no es exagerado afirmar que si este par decide orientar el acuerdo en una dirección específica, el resto de la sala lo seguirá”.
Cooperación verde
En la cima de los logros compartidos está el desarrollo de energía limpia de Brasil. El país destaca dentro del G20 por tener, con ventaja, la matriz más verde: hasta 2023, el 89% de su electricidad provenía de fuentes renovables, con inversión y tecnología chinas jugando un rol relevante en esa historia de éxito.
Brasil fue el país con mayor capacidad eléctrica financiada por Beijing hasta 2022, según datos del Global Development Policy Center de la Universidad de Boston. La inversión se ha concentrado en represas hidroeléctricas apoyadas por empresas estatales chinas.
La capacidad solar instalada de Brasil creció más de seis veces entre 2020 y 2024, y las importaciones de paneles solares chinos representaron casi la totalidad de ese auge (casi 100% en 2024). Para conectar todas esas nuevas fuentes, la estatal State Grid ha desplegado una red que incluye líneas de transmisión convencionales y de ultraalta tensión.
A lo anterior se suma la reciente apertura en Bahía de una planta de vehículos eléctricos de BYD, fabricante chino que domina el mercado brasileño, con un 86% de las ventas de autos eléctricos en 2024.
Cooperación petrolera
Al mismo tiempo, se ha profundizado la relación en torno al petróleo. En lo que va de 2025, China se afianzó como el principal comprador de crudo brasileño, con casi 45% del volumen total exportado.
Asimismo, las empresas estatales chinas han invertido fuertemente en exploración y producción, una estrategia que, según China National Petroleum, ha impulsado su rentabilidad.
El crudo desplazó a la soya como principal producto de exportación de Brasil en 2024, y Lula busca elevar aún más el perfil del país en el comercio global de petróleo. A pocos meses de la COP30, el Ejecutivo aprobó su ingreso como observador a la OPEP+.
La inversión china en la industria petrolera brasileña alcanzó US$ 1.000 millones el año pasado, equivalente a una cuarta parte de su inversión total en el país, según el Consejo Empresarial Brasil-China.
El gigante sudamericano impulsa la apertura de nuevas fronteras, como la licitación de reservas cerca de la desembocadura del río Amazonas -una zona ecológicamente sensible- realizada el verano pasado. Se estima que la Amazonía brasileña podría producir hasta 60 mil millones de barriles de petróleo.
Compromisos agrícolas
Más allá de la energía, el sector agrícola ha sido la mayor mancha en el historial climático compartido de Brasil y China en la última década. China es el principal importador de soya y carne bovina brasileñas, dos de los mayores impulsores de la deforestación, que representa cerca de la mitad de las emisiones del país sudamericano.
Aun así, Beijing y sus grandes importadores han comenzado a tomar medidas más concretas.
En 2023, China y Brasil se comprometieron a eliminar la deforestación ilegal. Ese mismo año, la estatal COFCO International y una filial del gigante lácteo Mengniu Group firmaron el primer acuerdo en China para comprar soya libre de deforestación y conversión (DCF, su sigla en inglés). Posteriormente, COFCO adelantó a 2025 su meta global para alcanzar una cadena de suministro de soya DCF.La Asociación de Carne de Tianjin también prometió importar 50 mil toneladas de carne bovina libre de deforestación desde Brasil bajo un nuevo programa de certificación.
“Creo que estamos en la etapa inicial de un aumento en esta demanda dentro de China”, señaló Isabel Nepstad, fundadora de la consultora BellaTerra, con sede en Shanghái. Las compañías chinas buscan alinearse con los objetivos climáticos del país, al tiempo que enfrentan presiones de las instituciones financieras sobre el tema.