El Banco Central Europeo mantuvo las tasas de interés sin cambios el jueves, tal y como se esperaba, pero no ofreció pistas sobre su próximo movimiento, a pesar de que los inversores siguen apostando por que se necesitará más apoyo a medida que la inflación caiga por debajo de su objetivo.
El BCE redujo a la mitad su tipo de interés al 2% hasta junio, pero se ha mantenido a la espera desde entonces, con el argumento de que la economía de los 20 países de la zona euro se encuentra en un "buen momento", aunque no puede descartarse una mayor relajación.
Los últimos datos han confirmado esta visión, dando tiempo a los dirigentes monetarios para entender cómo podrían afectar al crecimiento y la inflación los aranceles estadounidenses, el aumento del gasto público alemán, los inminentes recortes de tipos de la Reserva Federal y la agitación política en Francia.
"El Consejo de Gobierno está decidido a garantizar que la inflación se estabilice en su objetivo del 2% a medio plazo", señaló el BCE en un comunicado. "El Consejo de Gobierno no se está comprometiendo con una senda de tipos concreta".
Una declaración tan cautelosa hace probable que la presidenta del BCE, Christine Lagarde, siga siendo "deliberadamente poco informativa" sobre la futura senda de los tipos de interés cuando hable en la conferencia de prensa de las 1245 GMT.
Sin embargo, es poco probable que Lagarde cierre la puerta a nuevos recortes de tipos, sobre todo teniendo en cuenta que se prevé que la inflación caiga temporalmente por debajo del objetivo del 2% del BCE el año que viene, lo que mantiene vivas las apuestas del mercado de que un último recorte "seguro" podría llegar a finales de año.
Según las nuevas proyecciones, la inflación se situará en el 1,9% en 2027, por debajo del 2,0% previsto en junio, y la inflación subyacente en el 1,8%, ambas por debajo del objetivo del 2%.
En cualquier caso, el debate público se sitúa en los márgenes y se centra en un único recorte de tipos, lo que indica que el BCE ha terminado con el grueso de los cambios en la política monetaria, y que es probable que los tipos se mantengan en torno a este nivel durante un largo periodo.
Los inversores ven entre un 50% y un 60% de probabilidades de que se produzca un último recorte antes de la próxima primavera, incluso cuando esperan que la Reserva Federal rebaje seis veces los costes de endeudamiento en Estados Unidos hasta finales de 2026.
Riesgos
El debate clave gira en torno a cómo ven los riesgos los dirigentes monetarios.
Los "halcones" del Consejo de Gobierno, que se oponen a una mayor flexibilización, afirman que la economía de la zona del euro ha mostrado una resistencia inesperada ante las tensiones comerciales y que el crecimiento se sustenta en el consumo privado, que se encuentra en auge.
Señalan el repunte de la producción industrial y el aumento del gasto público alemán para argumentar que el crecimiento seguirá una trayectoria moderadamente ascendente.
Aunque los aranceles del 15% impuestos por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a las importaciones de la Unión Europea son más elevados de lo previsto, las empresas están demostrando su capacidad de adaptación y la certeza de haber alcanzado un acuerdo compensa algunos de los aspectos negativos.
Sin embargo, los partidarios de una política monetaria flexible afirman que los aranceles aún no han tenido un efecto pleno en la economía y podrían frenar una tasa de crecimiento ya de por sí baja, revirtiendo el aumento del consumo.
Esto podría afectar a los precios el año que viene, justo cuando se prevé que la inflación caiga por debajo del objetivo, lo que aumentaría el riesgo de que las empresas modifiquen sus precios y salarios, consolidando así el débil crecimiento de los precios.
Mientras tanto, es probable que las inminentes bajadas de tipos de la Reserva Federal contribuyan a la fortaleza del euro frente al dólar, lo que ejercerá una presión a la baja sobre los precios.
La nueva oleada de caos político en París, que ha provocado una fuerte subida de los rendimientos de los bonos franceses, es otro quebradero de cabeza para el banco central de la zona euro.
El BCE dispone de herramientas para intervenir, pero solo en caso de un aumento "injustificado y desordenado" de los costes de financiación, lo que, según los economistas, claramente no es el caso ahora, dada la elevada deuda y el débil crecimiento económico de Francia.