Cuando Marcelo Odebrecht fue llevado a prisión la semana pasada después de que su compañía fuera acusada de estafar a Petrobras por la cantidad de R$6.4 mil millones (US$1.9 mil millones), se convirtió en el último miembro de la élite brasileña en ser arrastrado por el mayor escándalo de corrupción en la historia del país – y también uno de los más inusuales.
Este hombre de 47 años de edad es presidente y director ejecutivo de Odebrecht – la compañía multinacional brasileña que es la constructora más grande de América Latina, y también, puesto que es una empresa privada, una de las mayores compañías del mundo de la cual la mayoría de la gente nunca ha oído hablar.
Hace sólo unos meses, Odebrecht dominaba el mundo. Con ingresos de US$41 mil millones, 181,000 empleados y negocios que incluyen la construcción de estadios de fútbol y submarinos nucleares, su compañía opera en 23 países, desde Angola hasta el Reino Unido y la mayor parte de América Latina.
El alcance global y la mística diplomática de Odebrecht – tiene grandes operaciones en Cuba y EEUU, a pesar del embargo de Washington que por lo general impide tener negocios en ambos países a la vez – se deriva de la década de 2000. En aquellos tiempos funcionaba prácticamente como la sierva corporativa de la política exterior brasileña, gestionando complejos proyectos de infraestructura en lugares estratégicos que llamaban la atención del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Ahora, en la más reciente muestra de cómo el escándalo de Petrobras está transformando los negocios y la política en Brasil, Odebrecht está detenido sin derecho a fianza en una austera celda en la sureña ciudad de Curitiba. Allí, el multimillonario miembro de una clase que tradicionalmente se considera a sí misma por encima de la ley, según se dice, tiene que dormir en una litera de concreto y compartir una ducha comunal.
Bajo la llamada investigación Lava Jato, o Lavado de Autos, políticos brasileños de alto rango y ex ejecutivos de Petrobras están acusados de conspirar con compañías constructoras a cambio de comisiones ilegales y sobornos. Lula da Silva está siendo investigado por acusaciones separadas de que hizo uso indebido de sus conexiones para ayudar a Odebrecht a ganar contratos internacionales. Lula da Silva y Odebrecht niegan rotundamente las acusaciones.
La investigación de un año de duración, que ahora cuenta con la ayuda de la oficina del fiscal general suizo y fiscales portugueses y latinoamericanos, promete iluminar el lado más sombrío de las prácticas comerciales latinoamericanas.
Moody's, la agencia de calificación, ha advertido que el caso podría poner en peligro parte de la cartera de contratos de construcción de US$34 mil millones de Odebrecht, incluyendo US$3 mil millones de proyectos colombianos.
"Si se prueba la culpabilidad en Brasil, eso podría inhabilitar a la compañía en Colombia", dijo Luis Fernando Andrade, director de la agencia de infraestructura de Colombia, al Financial Times.
Aunque otras compañías constructoras brasileñas han sido acusadas en la investigación, Odebrecht es la más grande y tiene la mayor aura de misterio.
Fundada hace 70 años en el noreste de Brasil por el abuelo de Odebrecht, la compañía es más conocida por tres cosas: su excelencia técnica, su cultura corporativa única y su alcance mundial.
Al igual que AB InBev, otra multinacional con sede en Brasil, a Odebrecht le gusta contratar a los mejores ingenieros salidos de la universidad. "Su capacidad para gestionar proyectos complejos no tiene rival", dijo un hombre de negocios que ha trabajado con la compañía.
Esto se debe en parte a la llamada cultura de "tecnología de espíritu empresarial" de Odebrecht, la cual ayuda a inspirar y unir un grupo que es más una confederación de empresas autónomas que una compañía en sí. Los empleados son llamados "miembros" y deben leer manuales de orientación cultural cuando se unen a la compañía.
Por último, está la capacidad de Odebrecht para operar con éxito y administrar las relaciones en países con "niveles importantes de riesgo político", como señaló en un reciente folleto de emisión.
Eso incluye la construcción del aeropuerto de Trípoli – hasta que el trabajo fue interrumpido por la intervención militar libia en 2011 – y Panamá, donde Odebrecht ganó US$8.5 mil millones en proyectos bajo el ex presidente Ricardo Martinelli, quien está siendo investigado actualmente por corrupción. Un viaducto de 2.8 kilómetros construido alrededor del casco antiguo de la Ciudad de Panamá por US$782 millones tuvo un costo por kilómetro superado en EEUU solamente por el infame "big dig" de Boston, según las estadísticas oficiales estadounidenses citadas por los ambientalistas locales.
Como compañía privada, Odebrecht tiende a ser parsimoniosa con la información financiera. La empresa retiene poco capital: la mayor parte de sus US$61 mil millones en activos se concentran en la compañía petroquímica Braskem, una empresa conjunta con Petrobras.
Otras unidades, en particular la más grande – la rama de la construcción – ganan negocios en licitaciones públicas y luego les cobran a los gobiernos anfitriones una cuota por construir y gestionar la infraestructura, a menudo financiados por préstamos multilaterales o gubernamentales blandos. Al igual que muchas compañías de construcción, se hace énfasis en el volumen y en mantener los costos bajos, lo que explica los estrechísimos márgenes de beneficio de Odebrecht: en 2014, las ganancias netas fueron de sólo US$210 millones de los US$41 mil millones en ventas.
La importancia de los costos bajos también podría ayudar a explicar los problemas que enfrenta la compañía con las acusaciones de corrupción. Definitivamente, en eso se están enfocando los investigadores brasileños. En una acusación revelada esta semana, acusaron a Odebrecht de ser tan amigable con Petrobras que en 2010 envió "souvenirs" corporativos a los altos directivos – presuntamente obras de arte caras realizadas por artistas brasileños famosos, entre ellos el arquitecto Oscar Niemeyer.
"Las anotaciones hechas a mano (...) muestran el gran valor de las pinturas", decía la acusación. Los abogados de Odebrecht la semana pasada llamaron la decisión de mantener a Odebrecht en la cárcel "indefendible" y dijeron que la acusación formal ahora les permitirá planear una defensa.