Cuando Rusia estornuda, el resto de la ex Unión Soviética se resfría.
La semana pasada, a medida que el rublo se hundía hasta 36%, aparecían filas en las casas de cambio en Rusia. Dentro de días, el sentido de alarma de la crisis económica rusa se extendió a Minsk, Bishkek y Dushanbe.
"Tal debilidad del rublo en Rusia pone presión en todas las otras divisas en la región", afirma Oleg Kouzmin, economista de Renaissance Capital en Moscú. "Cuando a Rusia no le está yendo bien, es una carga para el crecimiento en toda la región".
Agris Preimanis, economista jefe para Asia central del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo en Almaty, asegura que las preocupaciones son altas sobre el colapso del rublo. "Lo que mantiene despiertas a las autoridades en la noche aquí son algunos de los escenarios sobre lo que podría pasar en Rusia", declara, prediciendo que la angustia económica en Rusia podría recortar en entre 1 y 3 puntos porcentuales de las tasas de crecimiento en la región.
Rusia tiene lazos económicos cercanos con muchos de los ex países soviéticos, convirtiéndolos en altamente sensibles a los problemas en la economía rusa. Además, a diferencia de Rusia, muchas naciones en la región no tienen grandes recursos naturales y, por lo tanto, tienen reservas foráneas limitadas para desplegar en el caso de una crisis.
La reacción más dramática a la caída del rublo se produjo en Bielorrusia, donde una avalancha por comprar divisas extranjeras provocó que el banco central impusiera un impuesto de 30% en la compra de estas monedas y que más que duplicara las tasas de interés a 50% el viernes.
"No tenemos suficientes dólares en el país para satisfacer completamente la demanda de divisa foránea", declaró en la televisión estatal el domingo en la noche Mikhail Myasnikovich, primer ministro de Bielorrusia. Las restricciones sobre la transacción cambiaria fueron rápidamente seguidas con medidas severas sobre Internet, ya que el gobierno bloqueó los sitios de medios independientes así como de retailers en línea que había elevado sus precios o listado los valores en dólares.
Los gobiernos en Asia central, el Cáucaso y Bielorrusia en general mantienen sus monedas bajo un férreo control. Eso significa que la mayoría ha descendido significativamente menos que el rublo este año: además de la hryvnia ucraniana golpeada por la guerra, el leu moldavo ha visto el retroceso más empinado con un declive de 17%.
"La divisa está fuertemente vinculada en las mentes de las personas con cuánto se puede confiar en el gobierno", expresa Preimanis. "Importa dramáticamente en términos políticos en todos estos países, quizás más que económicamente".
"Algunos países, como Kazajistán, han argumentado públicamente que la caída del rublo está siendo impulsada por factores idiosicráticamente rusos y, por lo tanto, su correlación con el tenge kazajo no debería ser tan fuerte como en el pasado.
Sin embargo, el efecto es de doble filo: mientra la estabilidad cambiaria ayuda a mantener la confianza localmente, reduce la competitividad de las firmas domésticas comparado con sus contrapartes rusas. El tenge, por ejemplo, se ha fortalecido 31% contra el rublo desde inicios de año, a pesar de una devaluación en febrero. La relativa fortaleza del tenge ha inspirado a los kazajos a acudir en manada hacia Rusia para acumular muebles y bienes de electrónica.
Pero el comercio no es el único mecanismo por medio del cual los giros del rublo hacen eco a través de la región. Muchos países dependen fuertemente del dinero enviado a casa por los migrantes que trabajan en Rusia. Para Tayikistán, por ejemplo, el Banco Mundial estima que tales flujos representan 39% del PIB este año; para Kirguistán, la cifra es 31%; para Armenia, 24%.
La presión se está mostrando políticamente. Alexander Lukashenko, presidente de Bielorrusa, llamó para que el comercio con Rusia se realice en dólares, debilitando los llamados rusos para que se usen las divisas nacionales en la unión aduanera de Rusia, Kazajistán y Bielorrusia que se convertirá en la Unión Económica Euroasiática el 1 de enero.