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“La revolución de los satisfechos” contra Moscú

La nueva clase media rusa, compuesta por banqueros y oligarcas, entre otros, protesta contra el status quo.

Por: | Publicado: Viernes 6 de enero de 2012 a las 05:00 hrs.
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Por Charles Clover en Moscú



Con pizarras anunciando confit de pato y un sommelier decantando botellas de vino de Borgoña con Edith Piaf de fondo, el restaurante de Moscú, “Los amigos de Jean Jacques Rousseau” es un raro lugar para el centro de una revolución.

Pero caminar a través de las puertas rojas del “Zhan-Zhak”, como es conocido por los moscovitas, en el boulevard Nikitsky, junto a la calle donde vivió alguna vez el escritor Nikolai Gogol, es como cruzar la línea desde un territorio ocupado a un refugio rebelde.

El alcance del régimen autoritario de Vladimir Putin se detiene en las puertas de este restaurant. Adentro la muchedumbre usual de estetas de cuellos de tortuga negros se sienta al lado de papás que visten cuellos en V y mamás con carteras Prada, unidos por su desagrado hacia el Kremlin y su amor por la comida y el vino.

El movimiento de protesta de Rusia, el que salió a las calles el mes pasado, ha sido apodado “la revolución de los satisfechos” por sus participantes de clase media y altos ingresos, manifestándose en contra del fraude en las elecciones parlamentarias.

Cerca de 100.000 personas se reunieron en el centro de Moscú hace dos semanas en el inclemente frío para que sus voces fueran escuchadas. Entre ellas había banqueros, esposas de oligarcas, periodistas, en resumen, la “nueva clase media” de Rusia, el apodo de moda para el 20% superior en la distribución de ingresos del país.

Durante una década gobernada por Vladimir Putin, ex presidente y actual primer ministro y, probablemente presidente de nuevo, muchas de estas personas estaban felices de ver sus ingresos incrementarse y dejar el desarrollo del país otros. Pero, de repente, luego de las elecciones, están molestos con que sus voces políticas estén siendo usadas sin su permiso y las quieren de vuelta.

“No somos indiferentes al futuro de este país”, dijo Tikhon Dzyadko, de 24 años, un radiolocutor y frecuente visitante del Jean Jacques. “Pero no somos un tipo de fuerza política organizada”.

La clientela del restaurante es “exactamente” el tipo de gente que asistió a las dos mayores manifestaciones en Moscú en diciembre, dice Dzyadko.

Ilya Yashin, 27 años, uno de las interlocutores de las protestas, es otro visitante regular. “Es un lugar donde va la gente que le gusta ir a los lugares de moda. Estos son los jóvenes que no crecieron en la Unión Soviética y no ven por qué deberían estar agradecidos del Estado sin razón... se han politizado”.

El Kremlin, sorprendido por el repentino amotinamiento de su clase más creativa y productiva, ha estado tratando de pintar a estos un tanto desconcertantes revolucionarios como elitistas, snobs y desfasados con la Rusia real. Los expertos a favor del gobierno han comenzado a golpearlos donde les duele, en el cabernet y el fois gras.

Su restaurante favorito tuvo una improvisada mención en una reciente diatriba de Margarita Simonyan, directora de canal de televisión estatal Russia Today, quien apuntó al “grupo del Jean Jacques”. “Ellos hablan sobre su propio mundo en Facebook o Twitter o en Jean Jacques u otros lugares intelectuales, lo que no tiene relación con la mayoría real rusa. Rusia es más grande que Jean Jacques”, dijo.

Los intelectuales de Rusia tienen un valor altanero, que viene de siglos de mirar en menos a sus ineficientes superiores políticos. El zar Nicolas II incluso trató de prohibir la palabra “intelligensia” (la clase de intelectuales urbanos en San Petersburgo y Moscú), debido a que le molestaban mucho. Pero dos veces en el último siglo esta clase abandonó los poderes en masa, en 1917 y 1991, y las consecuencias fueron nefastas.



La intelligensia en el Jean Jacques


Varios integrantes de la nueva intelligensia se pueden encontrar un viernes o sábado por la noche en el Jean Jacques escuchando el acordeón y fumando. “No venimos aquí solo para hablar de Putin. También hablamos de fútbol y sexo”, comentó Dzyadko.

El director de Jean Jacques, Denis Zybin, le atribuye la auténtica atmósfera francesa a la popularidad del restaurante entre los intectuales de Moscú, junto con la ausencia de una sección para los no fumadores. De hecho, Jean Jacques es más Gallic que la mayoría de los bistros franceses, dice Zybin, al menos desde que fumar fue prohibido en Francia.

Los manteles de papel blanco vienen con un vaso con lápices por si una consigna rebelde se viene a la mente y el iPod está fuera del alcance.

“La revolución se ha puesto de moda y Jean Jacques se ha puesto de moda, así que la revolución está en Jean Jacques”, dice entre risas Nadya Prusenkova, del diario de oposición Novaya Gazeta.


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