Intus-legere

Por Padre Raúl Hasbún

Por: | Publicado: Viernes 12 de abril de 2013 a las 05:00 hrs.
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La inteligencia faculta para razonar. Es luz que muestra las opciones elegibles antes de tomar una decisión. Es el núcleo a partir del cual cada uno es libre para discernir y decidir entre lo bueno y lo malo, lo necesario y lo conveniente, lo urgente y lo postergable, lo eficaz y lo inconducente. Es la nota que nos caracteriza como esencialmente distintos y superiores a toda otra especie del reino animal.

Su etimología, intus-legere, sugiere leer el interior, traspasar el muro de las apariencias o datos sensoriales y aprehender la substancia, lo que in-forma y confiere sentido, trabazón y consistencia a la simple acumulación de experiencias. La inteligencia abraza lo compilado mediante los sentidos y lo pasa por un filtro, llamado “abstracción”. Arriba, afuera se queda la escoria, lo mutable, lo adjetivo. Abajo, al fondo sólo llega lo substantivo, lo que hace que esa realidad sea lo que es, y no otra cosa. De esa alquimia abstractiva nace el “concepto”, palabra que con entera propiedad designa también la primera fase vital del embrión: el concepto depurado por la inteligencia cobra vida, habilita al inteligente para pensar, comprender, razonar, argumentar, trasmitir a otros un pensamiento verdadero, es decir, acorde a la realidad. Así son posibles los diálogos, los magisterios, las creaciones literarias, la comunicación y comunión amigables y, por cierto, la racional posibilidad y efectividad del Derecho. Si los miembros del cuerpo social no logran un consenso básico sobre el modo en que entienden las palabras y sobre la realidad que esas palabras significan, la tarea de legislar y de impartir justicia se torna radicalmente imposible.

De ahí que la ley no obligue sino una vez promulgada y publicada en el Diario Oficial. La ley se debe leer. Y ni siquiera el analfabeto puede alegar ignorancia de la ley una vez publicada. Mucho menos tiene excusa el analfabeto ético y jurídico, obligado legalmente a tener cursada su enseñanza media para optar al cargo de diputado o senador, pero que no demuestra o no ejercita su capacidad de entender el nuclear sentido de lo que lee. Entonces vota por orden de partido o inercia ideológica.

Su inteligencia puede estar también afectada por la disfuncionalidad del “pre-juicio”. Lee. Entiende lo que lee. Pero el juzgador ya ha hecho un “juicio previo” antes de oír, antes de leer el interior y someterse a su lógica normativa. Es tan frecuente y fuerte el bacilo del pre-juicio, que los llamados a hacer las leyes y aplicarlas a un caso deben inhabilitarse ante la sola, fundada sospecha de que optarán más por su pasión que por la razón.

Sabíamos que una contundente mayoría de nuestra población no entiende lo que lee. Ahora estamos sabiendo que buena parte de nuestros legisladores no leen lo que votan. Lo primero es ignorancia. Lo segundo, aberración.



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