Los Urrejola de Concepción, los últimos realistas
Por: | Publicado: Viernes 4 de marzo de 2011 a las 05:00 hrs.
- T+
- T-
Es común recordar la Independencia chilena como una gesta, el comienzo de la vida republicana y de la libertad, después de siglos de dominio español. Por eso la narración de los sucesos ensalza las victorias y heroísmo de los patriotas, así como enfatiza los sufrimientos en la guerra y los difíciles años de la Restauración monárquica, con Marcó del Pont y los Talaveras como gestores del sufrimiento de los criollos. El destierro en Juan Fernández -narrado por Juan Egaña en El chileno consolado en los presidios- ha llegado a ser la quintaesencia del dolor provocado por los abusos de la monarquía.
Eso mismo lleva a olvidar a los también criollos que, en medio de la vorágine revolucionaria, optaron por combatir junto al Rey y contra la causa abrazada por la mayoría patriota. Así ocurrió, por ejemplo, en la zona penquista, donde había importantes reductos monárquicos, aunque –según ha ilustrado Armando Cartes en su excelente estudio sobre el tema- era precisamente en Concepción donde bullían ideas revolucionarias, bajo el liderazgo de Juan Martínez de Rozas.
Por el contrario, era la gran familia Urrejola una de las principales manifestaciones de los “defensores del Rey”, de los que habla Fernando Campos Harriet. Entre ellos destacaban Luis de Urrejola (derrotado en la guerra de Independencia y muerto en el exilio) y Francisco de Borja Urrejola y Leclerc de Bicourt (1769-c.1824). Este último –uno de los 13 hijos de Alejandro, fundador del linaje, y doña Isabel- ilustra muy bien los logros, pensamientos y dolores de una de las “redes” familiares y políticas más importantes del sur de Chile, como lo ha ilustrado Leonardo Mazzei en un interesante trabajo.
Se casó en 1797 y, en lo profesional, se dedicó a tareas agrícolas y comerciales. Como regidor de la ciudad, estuvo en el Cabildo Abierto de Concepción, en octubre de 1810, cuando asomaban los aires de emancipación. Los avatares políticos lo alejaron de su cargo en 1811, pero volvió a la primera fila con la restauración de la monarquía en 1814. Como toda su familia, durante esos años tuvo una participación activa en el Ejército realista.
Los resultados de la guerra llevaron a los Urrejola a pagar “el precio de la derrota”, del que habla Eduardo Urrejola en su completo estudio sobre la familia penquista: “Como el suceso de nuestras armas varió por algún tiempo en aquel reino y los insurgentes tomaron cierta preponderancia sobre nuestro ejército, soltaron la rienda con furor contra las personas y bienes de los Urrejolas”.
El resultado fue dramático y múltiple: muchos miembros de la familia fueron a la cárcel, otros partieron al exilio, sufrieron la destrucción de sus campos y haciendas, el saqueo de sus propiedades y la ruina económica. Como elemento simbólico, también soportaron el secuestro de la famosa hacienda de Cucha-Cucha, gran legado de don Alejandro.
Un cuñado de los Urrejola Leclerc de Bicourt, don Miguel González (casado con doña Rita), resumió irónicamente la nueva situación de la familia: “en el primer saqueo, cuando entraron los patriotas, me dejaron en pelota”. Durante la república, los Urrejola formaron parte de uno de los principales núcleos conservadores del país.
Francisco de Borja Urrejola murió en 1824, sin alcanzar a recuperar lo perdido durante la Independencia.
Eso mismo lleva a olvidar a los también criollos que, en medio de la vorágine revolucionaria, optaron por combatir junto al Rey y contra la causa abrazada por la mayoría patriota. Así ocurrió, por ejemplo, en la zona penquista, donde había importantes reductos monárquicos, aunque –según ha ilustrado Armando Cartes en su excelente estudio sobre el tema- era precisamente en Concepción donde bullían ideas revolucionarias, bajo el liderazgo de Juan Martínez de Rozas.
Por el contrario, era la gran familia Urrejola una de las principales manifestaciones de los “defensores del Rey”, de los que habla Fernando Campos Harriet. Entre ellos destacaban Luis de Urrejola (derrotado en la guerra de Independencia y muerto en el exilio) y Francisco de Borja Urrejola y Leclerc de Bicourt (1769-c.1824). Este último –uno de los 13 hijos de Alejandro, fundador del linaje, y doña Isabel- ilustra muy bien los logros, pensamientos y dolores de una de las “redes” familiares y políticas más importantes del sur de Chile, como lo ha ilustrado Leonardo Mazzei en un interesante trabajo.
Se casó en 1797 y, en lo profesional, se dedicó a tareas agrícolas y comerciales. Como regidor de la ciudad, estuvo en el Cabildo Abierto de Concepción, en octubre de 1810, cuando asomaban los aires de emancipación. Los avatares políticos lo alejaron de su cargo en 1811, pero volvió a la primera fila con la restauración de la monarquía en 1814. Como toda su familia, durante esos años tuvo una participación activa en el Ejército realista.
Los resultados de la guerra llevaron a los Urrejola a pagar “el precio de la derrota”, del que habla Eduardo Urrejola en su completo estudio sobre la familia penquista: “Como el suceso de nuestras armas varió por algún tiempo en aquel reino y los insurgentes tomaron cierta preponderancia sobre nuestro ejército, soltaron la rienda con furor contra las personas y bienes de los Urrejolas”.
El resultado fue dramático y múltiple: muchos miembros de la familia fueron a la cárcel, otros partieron al exilio, sufrieron la destrucción de sus campos y haciendas, el saqueo de sus propiedades y la ruina económica. Como elemento simbólico, también soportaron el secuestro de la famosa hacienda de Cucha-Cucha, gran legado de don Alejandro.
Un cuñado de los Urrejola Leclerc de Bicourt, don Miguel González (casado con doña Rita), resumió irónicamente la nueva situación de la familia: “en el primer saqueo, cuando entraron los patriotas, me dejaron en pelota”. Durante la república, los Urrejola formaron parte de uno de los principales núcleos conservadores del país.
Francisco de Borja Urrejola murió en 1824, sin alcanzar a recuperar lo perdido durante la Independencia.