Una piedra en el zapato. Así de sencillo se puede resumir lo que ha sido hasta ahora la compleja operación que encabeza la OTAN para sacar del poder al líder libio, Muamar Gaddafi.
Lo que a mediados del mes de marzo partió con la aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, ha ido derivando hacia un enrarecido escenario en el que la OTAN, cuyo mandado principal era el de proteger a la población, está siendo acusada de atacar justamente a civiles. Pero el jefe de las operaciones del organismo en Libia, el general Mark van Uhm, descartó de plano esa posibilidad, señalando que se trata sólo de un acto de “desinformación”.
Cierto o no, el capítulo está levantando críticas por parte de los propios países que integran la OTAN, como ha sido el caso de Francia y Reino Unido, cuyos representantes han señalado que no se está cumpliendo por completo el objetivo de proteger a la población civil que fue definido por la ONU.
Pese a los bombardeos que siguen realizándose y a los diversos llamados internacionales a que renuncie, el líder libio continúa aferrado al poder, confiando en que todavía sigue contando con la confianza de su pueblo