La Alpina es una tradicional empresa familiar de Coquimbo dedicada al rubro agrícola. Pero su origen se remonta a 1952, cuando el patriarca, Luciano Erler, un artesano italiano llegado a Chile fundó una mueblería con el mismo nombre. Ese mismo espíritu emprendedor se trasladó luego al campo, cuando en los años ’80, su hijo mayor -también llamado Luciano- arrendó cinco hectáreas de terrenos en La Serena para dedicarse a la agricultura, apoyado por sus hermanos y por la propia mueblería, que durante muchos años fue sostén financiero del nuevo negocio.
Ese fue el punto de partida de una empresa que hoy suma 37 años, opera tres centros productivos entre Coquimbo y Los Lagos, alcanza alrededor de 1.000 hectáreas en cultivos y reúne a siete integrantes del clan familiar trabajando activamente en el negocio agrícola.
“Cuando comenzó Agrícola La Alpina yo ni siquiera nacía. Fueron mis tíos y mis padres, con cinco hectáreas arrendadas. Con el tiempo reinvertían todo dentro de la empresa para crecer”, recuerda ahora Carlos Erler, Encargado de Producción Agrícola y nieto del fallecido fundador. Él representa a la tercera generación de los Erler en el negocio agrícola.
En medio de su ocupada jornada, el ejecutivo tuvo que hacer un alto en su acelerado ritmo trabajo, cuando a fines de octubre fue notificado por PepsiCo, la segunda mayor productora mundial de alimentos y bebidas, y uno de sus principales clientes, de que había sido distinguida como una de las ganadoras de su premio Global Farmer Awards, galardón con que la multinacional estadounidense otorga a sus mejores proveedores en todo el mundo.

Trabajar con un gigante
El reconocimiento fue otorgado en la categoría “Family Stewardship”, reservado a familias agrícolas por su excelencia productiva y gestión sustentable. Junto con otros 60 productores de toda 19 países que abastecen a PepsiCo, Erler fue invitado por la compañía a sus oficinas centrales en Nueva York para recibir el premio.
Ahora, de regreso ya en sus labores diarias, Erler cuenta que PepsiCo ha sido una pieza clave en su expansión. Desde que la familia se convirtió en proveedor de papas para Lay’s, hace 30 años, la compañía los ha incorporado en programas de capacitación, viajes internacionales e integración de nuevas tecnologías. Hoy son uno de los nueve productores certificados de papas Lay’s en Chile, con entregas programadas y exigentes estándares en huella hídrica, emisiones y manejo productivo.
Si bien la familia lidera el proyecto, con Luciano como gerente general y los demás miembros de la tercera generación en las tareas de producción, operación y áreas técnicas, Carlos Erler insiste en que el crecimiento es fruto del equipo completo. “Este premio no es solo para nosotros como familia. Es para todos quienes trabajan aquí: administradores, agrónomos, regadores, operadores, supervisores. La empresa la hacen las personas”, dice.
Además del trabajo directo con PepsiCo, la agrícola mantiene una relación comercial de larga data con Tomás Ruiz-Tagle, figura clave en el negocio hortofrutícola y conocido por su capacidad logística a través de la empresa Punto Azul. Parte de la producción de La Alpina llega al retail precisamente por esa vía, abasteciendo cadenas como Jumbo, Lider, Walmart, entre otras. En la práctica, Ruiz-Tagle se hace cargo de la distribución y ellos de la producción, un modelo que, según explica Erler, les permite concentrarse en lo que hacen bien, mecanización, agricultura y calidad. “Nosotros preferimos especializarnos en producir, y él maneja toda la logística. Son áreas distintas y trabajamos mejor así”, comenta.
La transformación del negocio
La primera transformación profunda de La Alpina fue la mecanización total de la operación. La plantación, cosecha y manejo de cultivos pasó a depender de maquinaria automática, condición clave para operar sobre suelos arenosos del sector de Juan Soldado, donde la mecanización permite cosechar papas sin presencia de piedras y con mayor precisión.
Luego vino la implementación del riego tecnificado por goteo. Hoy, la empresa tiene 100% de sus campos tecnificados mediante goteo, aspersión o pivote central, dependiendo de las características del suelo. En la zona sur, por ejemplo, desarrollaron 170 hectáreas con aspersión autocompensada que permite trabajar con motores de baja presión y cubrir uniformemente 12 por 12 metros, reduciendo costos energéticos y mejorando la consistencia del riego.
“Uno de los puntos más importantes para nosotros es la tecnología de riego. Sin riego eficiente no puedes solucionar los problemas productivos. Todo es una cadena”, explica el ejecutivo.
A ello se suma la elección de suelos livianos, aptos para mecanización, el uso de fertilizantes verdes de baja huella de carbono y la elección de cultivos que permitan automatizar en su totalidad los procesos, criterio esencial que hoy determina la incorporación de nuevas inversiones.

La era digital
En los últimos años, la empresa inició un proceso aún más potente de digitalización agrícola. Ya no se trata solo de maquinaria y riego, sino de transformar el monitoreo del campo. Hoy utilizan sensores de suelo que reportan humedad, conductividad eléctrica y temperatura; estaciones meteorológicas que alertan sobre posibles enfermedades en los suelos; drones fitosanitarios y de monitoreo con Inteligencia Artificial (IA) y software de IA que identifica zonas críticas del cultivo.
“El dron puede recorrer un campo en dos días. Hacer ese monitoreo caminando me tomaría una semana. La IA analiza las imágenes, detecta plagas o problemas de riego y marca los puntos exactos por GPS. Entonces uno va directo donde está el problema”, detalla Erler.
PepsiCo ha sido clave en ese proceso, impulsándolos a visitar centros tecnológicos (en Israel) incorporar herramientas capaces de anticipar rendimientos, detectar fallas de riego, contabilizar plantas y mejorar las decisiones productivas.
Además del trabajo en suelo, La Alpina desarrolla hace años un área de cultivo hidropónico a cargo de Juan Pablo Erler, tío de Carlos. El proyecto está creciendo y en enero esperan terminar un nuevo invernadero automatizado y robotizado en La Serena, con capacidad para producir cerca de 8 mil lechugas hidropónicas diarias. Una hectárea de ese invernadero equivale a 50 hectáreas de producción convencional de lechuga en terreno, lo que la posiciona como una de las instalaciones más productivas de la zona. Y no sólo eso, además utilizan la robótica. Acaban de incorporar una plantadora con dos robots que trasplantan lechugas en el suelo de manera automática, además de una limpiadora con sensor infrarrojo capaz de identificar cada planta y despejar su entorno.
Hoy Agrícola La Alpina cultiva papas, lechuga escarola, apio, zanahoria, betarraga y brócoli. En Coquimbo suman 714 hectáreas físicas, con cerca de 1.000 hectáreas trabajadas al año. La empresa está en plena transición hacia procesos con menor huella de carbono, uso de fertilizantes verdes, mayor eficiencia hídrica y automatización total. De la mano de la digitalización y de PepsiCo, proyectan un crecimiento basado en sostenibilidad y precisión.
Tras 37 años, la historia que comenzó con cinco hectáreas arrendadas y una familia dedicada a los muebles, hoy se consolida como un caso de innovación agrícola a nivel nacional, reconocida por su capacidad de integrar tradición, tecnología y empresa familiar. Y esperan seguir creciendo bajo una misma lógica: innovación, trabajo en equipo y una convicción marcada por tres generaciones. Una que heredaron del inmigrante que inició todo: que los negocios familiares pueden transformarse cuando se combinan visión, disciplina y capacidad de innovar, incluso en el campo.
