En 2015, un reencuentro familiar inesperado cambió el rumbo profesional de Claudio Hidalgo Donoso y su hijo, Claudio Hidalgo Cornejo. Después de años sin coincidir en un viaje, se reunieron en Olmué y se alojaron en unas cabañas donde la atención, según recuerdan, era simple, cercana y profundamente humana. Esa experiencia, que en otro contexto podría haber pasado inadvertida, terminó convirtiéndose en la semilla de un proyecto que más tarde tomaría forma como “Hotel Tantakuy” ubicado entre el pueblo de La Tirana y La Huayca. Levantado desde cero en medio del desierto, el emprendimiento se diseñó bajo la lógica de la “eco desert experience” proponiendo un oasis hotelero en plena pampa.
Esa anécdota se combinó con una convicción que venían pensando desde hace tiempo: que Tarapacá tenía el potencial para convertirse en un “nuevo San Pedro de Atacama” de los años '90, siempre que hubiera una oferta turística de calidad y con identidad local. A esto se sumaba la existencia de una ruta natural (Arica, Pica, Tamarugal y San Pedro de Atacama) que muchos viajeros recorrían sin detenerse. El desafío, explican, era lograr que esas personas no solo pasaran por la zona, sino que se quedaran a vivir una verdadera experiencia de desierto.

Ante eso, padre e hijo asumieron roles complementarios. Claudio Hidalgo Donoso, ingeniero con más de 30 años de experiencia, lideró la construcción de la infraestructura en el desierto; mientras que Hidalgo Cornejo desarrolló el concepto, la identidad y la estrategia hotelera. Con el avance del proyecto, fueron incorporando socios estratégicos. “Fue necesario sumar inversionistas que confiaron en nuestra visión desde el origen, creyendo en la posibilidad de levantar un oasis hotelero en medio de la pampa”, explican. “Juntos, familia, equipo e inversionistas, unimos técnica, propósito y confianza para transformar el desierto en un destino de inspiración y encuentro”.
Construir un mercado desde cero
Instalar un hotel en un lugar sin flujo turístico fue, admiten, uno de los mayores riesgos del proyecto. “En lugar de competir por la demanda, tuvimos que construirla”. Tras años de inversión y estrategia, han logrado “una ocupación promedio anual superior a los índices generales de la Región de Tarapacá”, pese a un entorno complejo donde, recalcan, no existe promoción turística regional desde hace más de cinco años. En ese sentido son claros: “El Tamarugal es el próximo destino emergente del norte de Chile, con un enorme potencial para posicionarse en la línea del turismo de experiencias”.
El hotel cuenta con piscina al aire libre, jardín, terraza y restaurante, además de servicio de traslado hacia y desde el aeropuerto. Las habitaciones incluyen patio con vista al jardín, y el recinto ofrece distintas alternativas de alojamiento: domos completamente equipados y cabañas pensadas para familias. También dispone de bañera de hidromasaje y ofrece desayuno americano a sus huéspedes. En cuanto a los valores, la tarifa diaria de los domos fluctúa entre $ 220 mil y $ 300 mil, mientras que las cabañas para cuatro personas tienen un valor promedio de $ 220 mil por noche.
Territorio con potencial dormido
En el corazón del proyecto está la idea de la “eco desert experience”. No se trata de lujos ni de estética ostentosa: “Nuestro lujo no está en el exceso, sino en lo esencial: el silencio del desierto, la energía del sol, la pureza del aire y la belleza de un bosque en medio del desierto”, explican. El hotel funciona con energía solar fotovoltaica, reutiliza aguas y prioriza materiales locales. De esa visión surgen su centro holístico, sus experiencias culturales y un enfoque turístico que combina reconectar con la naturaleza, una experiencia sin televisión, permitiendo disfrutar de un silencio difícil de encontrar en otros lugares.
Su instalación también generó un impacto económico mayor al esperado. “Hemos sido un aporte real para el desarrollo local del Tamarugal”. Según explican, el proyecto obligó a muchos proveedores a formalizarse, profesionalizar procesos y adaptarse a estándares turísticos. “Hemos visto cómo artesanos, agricultores y pequeños productores locales han encontrado en Tantakuy una vitrina para crecer”. En el ámbito laboral, los resultados ya son visibles: personas que se capacitaron allí hoy cuentan con alta valoración en otros emprendimientos turísticos de la zona. Desde su área cultural, además, han impulsado ferias y festivales que se han convertido en plataforma para marcas y emprendimientos locales.

Las metas hacia adelante buscan fortalecer su presencia en los mercados europeo y norteamericano. “Buscamos insertarnos con fuerza en esos mercados, donde se encuentran los viajeros que más valoran experiencias auténticas, sostenibles y con identidad local”, explican. Su siguiente desafío es aumentar la estadía promedio de los visitantes.
La historia detrás de Tantakuy muestra que un emprendimiento puede levantarse incluso en territorios improbables cuando se logra ver oportunidad donde otros solo ven desierto. Lo que nació como un reencuentro familiar terminó convirtiéndose en una apuesta por darle un nuevo sentido al Tamarugal dentro de la oferta turística del norte. “Trabajaremos para que el Desierto del Tamarugal se consolide como un destino de clase mundial”, concluyen.