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Publicado: Viernes 13 de diciembre de 2013 a las 05:00 hrs.
Las “fobias” son temores o angustias morbosas, de carácter irracional e irreprimible, ante determinadas personas (xenofobia, homofobia) o situaciones (claustrofobia, acrofobia, agorafobia). Su lugar propio de estudio y tratamiento es la siquiatría.
Quienes sufren de estas patologías obsesivas suelen negarlas o justificarlas apelando a coartadas biensonantes, tales como estadísticas (amañadas), experiencias (imaginadas) o citas (extrapoladas). Admitir lo irracional y anormal de sus miedos les significaría quedar mal posicionados antes sus pares y ante sí mismos.
Hoy tiende a configurarse, en los mundos que se dicen “desarrollados”, una fobia contra el ejercicio público de la fe cristiana. Lo irracional y anormal de esta fobia radica en que surge precisamente en culturas que tienen, en el cristianismo, su raíz y sustento fundacional. Y estos cristianófobos no son los Césares que veían en Cristo una amenaza a su propia investidura divina, ni los déspotas del siglo XX que, en Alemania y desde Unión Soviética ordenaban barrer todo vestigio de esa fe empobrecedora de la sangre aria o anestesiadora de las reivindicaciones proletarias. Ya la Unión Europea buscó suprimir de su Constitución toda referencia a su alma cristiana, y su Corte intentó prohibir a Italia el uso del crucifijo en salas de clase. En vano: Italia unánime se irguió, reclamando su derecho a usar libremente aquellos símbolos y tradiciones que pertenecen, sin fronteras, a su patrimonio histórico-cultural. También en EEUU surgen o se incrementan restricciones a la libertad religiosa en espacios o acontecimientos públicos, no obstante la expresa referencia de los Padres fundadores al Dios bíblico y cristiano ¿La coartada? Tutelar el respeto a la libertad religiosa de los que no creen, o creen en un Dios diferente. Paradojalmente, con esta coartada se coarta la libertad religiosa de la abrumadora mayoría de los que creen en Cristo o en el Dios de la Biblia: “guarden su fe para su casa o sus sacristías”.
Esta cristianofobia quiere ahora asentarse en Chile como reivindicación e ícono de una “nueva mayoría”. No más juramentos ni Biblia ni crucifijos ni imágenes de María ni invocación del nombre de Dios en los espacios o actuaciones estatales. De hecho se está obrando así en algunos colegios municipales. El paso siguiente serán los hospitales. ¿Se admitirán las procesiones religiosas? Después de todo, las calles, plazas y parques son espacios públicos. Los encapuchados y devastadores de todo sí podrán seguir desfilando, porque no profesan otra religión que la del odio y destrucción de lo existente.
¿Qué teme, la “nueva mayoría”, de la fe cristiana y bíblica profesada por el 90% de la población? ¿Por qué arrinconan y encapsulan esa energía que cautela, como ninguna, la dignidad del ser humano y la paz social? Hasta hace poco buscaban, suplicaban, agradecían, premiaban a sus iglesias ¿Cambiarán ahora la moneda de $ 500?
Problema de siquiatría.
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El gerente general de la farmacéutica en Chile argumenta que, ante el envejecimiento de la población, debe haber un cambio de paradigma hacia una lógica de prevenir las enfermedades, más que solo curarlas.