Las más asombrosas imágenes del cosmos comenzaron a verse hace unos meses
en el observatorio Vera Rubin. Desde el cerro Pachón, en Coquimbo, la cámara
digital más grande del mundo, Large Synoptic Survey Telescope (LSST), permite
mapear todo el cielo austral con una definición incomparable en la historia de la
humanidad.
Supernovas que eran desconocidas aparecen en el barrido que realiza esta
tecnología que toma imágenes cada 30 segundos. Es un ritmo de trabajo tan alto,
que resulta imposible para el registro humano. Y es aquí donde la Inteligencia
Artificial entra en acción para el procesamiento de datos.
Es el camino lógico y cada vez más recurrente para abordar procesos tan
complejos, una ruta que está permeando muchas áreas y -naturalmente- al ámbito
financiero.
Una muestra actual de ello es que a siete meses de haberse puesto en vigencia la
Norma de Carácter General 507, que establece instrucciones sobre gobierno
corporativo y la gestión de riesgos de las Administradoras Generales de Fondos,
la Inteligencia Artificial reclama protagonismo.
Ahora, la ley ordena que las AGF deberán crear variadas políticas de riesgo
específicas, una exigencia que antes se resolvía con un control más general, pese a
que se trata de un mercado que en Chile administra un patrimonio de US$ 65 mil
millones.
Estos parámetros deben tener un rigor mayor, ya que calculan de manera
específica riesgo de crédito, riesgo de mercado, riesgo de liquidez, entre otros.
La primera manera de abordar este desafío es la reportería, es decir un conjunto
de datos muy especializados y, además, con un volumen inmenso.
En el inicio del proceso nos ha tocado apoyar a entidades que están realizando
150 reportes diarios y 150 reportes semanales, una proeza en sí misma, por la
cantidad de información involucrada.
Este flujo tiene por el momento el objetivo de cumplir con lo que pide la
autoridad. Pero vemos también que se trata de una primera etapa, ya que es una
tarea que supera al ojo humano y que solo se ve abordable con la automatización.
El desafío tiene que ver con quién analiza estos datos, o qué nivel de importancia
tienen para sus destinatarios. Procesar esta información implica hacer un análisis
experto para la mitigación de riesgo.
De esta manera, también nos encontramos ante el clásico dilema que plantea el
matrimonio entre finanzas y tecnología, porque la suma y recopilación de datos
no necesariamente soluciona la toma real de decisiones.
Para visualizar el riesgo en toda su magnitud, la misma inteligencia artificial tiene
como horizonte un procesamiento que permita tomar decisiones con todas sus
variables. El uso de una aplicación o la incorporación de bots que permitan
conversar y analizar las situaciones de riesgo con datos tan abundantes y
detallados es lo que se anuncia como un paso inminente.
Se trata de un territorio abierto, y el desafío de las AGF es que tienen que
apalancarse en la tecnología para estar a la altura de lo que implica la norma,
primero, y, lo más importante, saber cómo procesar toda esta información para
mostrar el verdadero universo ante el que nos encontramos.