Lunes, nueve de la mañana en Wall Street. Las puertas del New York Stock Exchange (NYSE) se abren entre estrictas medidas de seguridad. En el hall principal, donde cuelgan recuerdos de empresas que hicieron historia —una pelota firmada por Michael Jordan, una chaqueta de Figma rubricada por todo su equipo— aparece el logo de KLog, la compañía chilena de logística digital fundada por Janan Knust.
No fueron a tocar la campana ni a abrirse al mercado público, pero sí fueron invitados como protagonistas del “opening bell”, un hito reservado para empresas con potencial de salida a bolsa. Durante la ceremonia, el NYSE les notificó algo inédito para una startup chilena: la reserva oficial de su “ticker symbol”, el código con el que eventualmente podrían listarse en el mercado neoyorquino durante los próximos dos años.
Producto del corto nombre de la empresa chilena, la etiqueta de cotización es homónima: KLOG.
La historia con la bolsa no empezó ese lunes. Hace tres años y medio, el NYSE contactó a Knust para conocer el modelo de negocio de KLog. Desde entonces mantuvieron reuniones periódicas, siguiendo el crecimiento de la compañía, que opera en transporte internacional y se ha expandido sin levantar capital. “Nos dijeron que les impresionaba cómo, sin inversión externa, seguíamos creciendo mientras competidores desaparecían”, cuenta el fundador.

Acompañado de todos los altos ejecutivos de la firma, el equipo directivo de KLog vio cómo las pantallas mostraban el logo de su firma. Cuenta emocionado Knust que todo lo que vieron en parte era para “calentarnos con este proceso”.
Subieron las escaleras hacia la famosa campana -que es un timbre, no una campana- y en las paredes había firmas de todos los emprendedores que habían pasado por ahí. A las 9:30 presenciaron como se abría el mercado norteamericano, estaban practicantes de la firma 3M tocando el timbre que anuncia la apertura.
Terminando el evento, tenían una reserva en un restaurante, pero confiesa Knust que estaban tan excitados con este eventual paso, que decidieron ir a trabajar. Fueron al hotel y no lograron arrendar una sala de conferencias. Por su pasado hotelero, el CEO de KLog conocía al dueño: lo llamó y consiguió que le prestaran sus oficinas cortporativas. Ahí se quedaron hasta las 22:00.
Terminada la jornada, Knust llevó a su equipo al restaurante Le Marais. Antes de cenar, les entregó una pequeña caja - que reflejaba un tesoro- a cada uno: dentro había US$ 360 y una instrucción. “Con la mitad compren algo para la persona que más atesoren; con la otra mitad, regálenla a alguien desconocido, pero con quien deban conversar”.
Uno de los ejecutivos, por ejemplo, se quedó más de una hora hablando con un ajedrecista callejero a quien le entregó su dinero.
Al día siguiente, todo el equipo partió a la Universidad de Columbia, donde estuvieron toda la semana en un programa que enseña cómo empresas de tecnología generan una transformación a través de inteligencia artificial.
Knust no sabe si el camino será el IPO, una venta o seguir creciendo sin inversionistas. “No tenemos fondos presionando ni plazos externos”, dice. Por ahora, el plan es mantener el ritmo: 30% de crecimiento anual, estructura bootstrap y la convicción de que una empresa chilena puede llegar, con mérito propio, a la Bolsa de Nueva York.