Cuando Zohran Mamdani se dirigió el mes pasado a una multitud de 3.000 entusiastas seguidores en el teatro United Palace de Manhattan, insistió en que había “algo especial” en la sala. “Es el poder de cientos de miles de neoyorquinos unidos, listos para dar la bienvenida a un nuevo día”, afirmó. “Es el poder de un movimiento que ganó la batalla por el alma del Partido Demócrata”.
Fue una típica floritura retórica de un entonces candidato a la alcaldía que capturó la imaginación de millones de neoyorquinos y ha revitalizado a una izquierda estadounidense tambaleante tras la presidencia sin límites de Donald Trump.
Mamdani, un socialista de ascendencia india nacido en Uganda, basó su campaña en hacer que Nueva York sea más asequible para las personas que viven y trabajan allí, con promesas de congelación de los alquileres, autobuses gratuitos y guarderías universales gratuitas.
Pero para los más de 50.000 voluntarios que se unieron a su causa, su candidatura a la alcaldía significó mucho más: es un rayo de esperanza en un momento cada vez más sombrío para la política progresista en EEUU.
“Es un antídoto contra toda la oscuridad y la desesperación que la gente está sintiendo”, afirma Sarah Balistreri, asistente a la manifestación de octubre. “Te hace sentir que, al menos en la ciudad de Nueva York, podemos tener cierto control sobre nuestras vidas”.
A los demócratas les vendría bien un poco de optimismo en estos momentos. El partido sigue luchando por recuperarse tras su derrota frente a Trump y los republicanos en noviembre del año pasado.
Pero el meteórico ascenso de Mamdani agudizó el ya intenso debate dentro del partido sobre el camino que debe seguir para volver a ser relevante. Algunos dicen que debería adoptar el tipo de política progresista y populista personificada por Bernie Sanders, el veterano senador de izquierda de Vermont, y la congresista de Nueva York Alexandria Ocasio-Cortez. Al igual que Mamdani, ella es miembro de los Socialistas Demócratas de América, un movimiento político comprometido con el fin del capitalismo.
Otros creen que los demócratas deben aferrarse al terreno político intermedio, donde tan a menudo se libran y se ganan las elecciones estadounidenses.
Mamdani, que se presenta tanto contra un establishment demócrata en decadencia como contra los republicanos, ocupa un papel fundamental en este debate. La adulación que inspira en el bastión liberal de Nueva York, especialmente entre los votantes más jóvenes, ha dado un impulso al partido.
Pero en el panorama político estadounidense más amplio, es una figura más controvertida. Los críticos temen que la política de Mamdani, a quien Trump ha calificado de “lunático comunista al 100 %”, sea anatema para los votantes indecisos de los distritos moderados o conservadores, que son cruciales para las esperanzas demócratas de cara a las elecciones de mitad de mandato del año que viene. Muchos en el partido ven las elecciones de 2026 como una oportunidad decisiva para detener, o al menos frenar, la imparable marcha de Trump.
Como resultado, la opinión entre los liberales está dividida entre quienes creen que Mamdani podría servir de modelo para los demócratas y quienes lo consideran un lastre para el partido.
George Floyd
Durante meses, los republicanos han estado destacando las declaraciones más incendiarias de Mamdani, la mayoría de las cuales son anteriores a su campaña.
Por ejemplo, está el tuit que publicó durante las protestas por George Floyd en junio de 2020, en el que acusaba a la policía de Nueva York de ser “racista, homófoba y una gran amenaza para la seguridad pública”.
También se han centrado en su apasionada defensa de los derechos de los palestinos. Mamdani ha prometido que, como alcalde, arrestará al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, si éste visita Nueva York. También se ha negado a condenar la frase “globalizar la intifada” y ha acusado a Israel de llevar a cabo un genocidio en Gaza, financiado con “el dinero de nuestros impuestos”.
Incluso algunos compañeros demócratas se han mostrado consternados por su retórica. Laura Gillen, congresista que representa un escaño indeciso al este de Nueva York, dijo este verano que era “demasiado extremista” para dirigir la ciudad, acusándolo de “comentarios antisemitas inaceptables”.
Otros piensan que las críticas a Mamdani, especialmente por parte de los republicanos, son exageradas. Patrick Gaspard, ex director de asuntos políticos de la Casa Blanca bajo el mandato de Barack Obama, que lleva asesorando al joven de 34 años desde el otoño pasado, afirma que los republicanos siempre han considerado a su partido como extremista. Incluso figuras destacadas del partido, como Joe Biden y la ex presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, eran habitualmente retratadas en los anuncios de ataque republicanos como comunistas, señala.
“La acusación de que son demasiado progresistas, demasiado de izquierdas, demasiado alejados de la política dominante en Estados Unidos, es literalmente la historia que se ha contado sobre los demócratas desde la época de Ronald Reagan”, afirma Gaspard. “Tenemos que dejar de tener miedo a nuestra propia sombra”.
“La acusación de que son demasiado progresistas, demasiado de izquierdas, demasiado alejados de la política dominante en Estados Unidos, es literalmente la historia que se ha contado sobre los demócratas desde la época de Ronald Reagan”, afirma Gaspard.
También hay una corriente de opinión liberal que afirma que la lección que se desprende de la candidatura de Mamdani no es si sus políticas van demasiado lejos, sino el tipo de político que es. Incluso sus rivales reconocen su dominio de las redes sociales y su capacidad, casi al estilo de Trump, para captar la atención de los votantes en un panorama mediático fragmentado.
También ayuda que sea joven. Mamdani entró en política hace 10 años y sólo fue elegido miembro de la Asamblea del Estado de Nueva York en 2020. Eso lo ha diferenciado de la vieja guardia demócrata, personas como el líder de la minoría del Senado, Chuck Schumer, de 74 años.
“Es muy agradable apoyar a un político que es demasiado joven para haber sido amigo de Jeffrey Epstein”, afirma Gianmarco Soresi, un cómico que presentó el mitin celebrado en octubre en el norte de Manhattan.
Mamdani también se ha esforzado por proyectar una imagen de buen oyente, atento a los problemas a los que se enfrentan los votantes de base. Poco después de que Kamala Harris perdiera frente a Trump, entrevistó a neoyorquinos negros, musulmanes y latinos, preguntándoles por qué la gente de sus barrios había votado a los republicanos. Muchos citaron los altos costos de los alimentos y la energía, además del aumento vertiginoso de los alquileres.
A partir de esas conversaciones, Mamdani perfeccionó una campaña centrada en cuestiones básicas, con políticas progresistas que, según sus oponentes, serán imposibles de financiar sin subidas masivas de impuestos.
Puentes con el mundo empresarial
Sin embargo, algunos observadores afirman que sería descortés intentar extrapolar los resultados de las elecciones de Nueva York al conjunto de Estados Unidos. “No es una imagen fiel del país”, afirma David Greenfield, director del Consejo Metropolitano sobre la Pobreza Judía y antiguo miembro demócrata del Ayuntamiento de Nueva York. “La mayor parte del país es morada, pero la ciudad de Nueva York es la ciudad más azul de un estado profundamente azul”.
Al principio Mamdani asustó a la élite adinerada al prometer aumentar los impuestos a los residentes y empresas más ricos de Nueva York, proponiendo un impuesto del 2 % sobre los ingresos superiores a un millón de dólares, lo que generaría US$ 4.000 millones en ingresos fiscales, y un aumento del tipo impositivo estatal sobre las empresas al 11,5%, el mismo nivel que en la vecina Nueva Jersey, lo que produciría unos US$ 5000 millones al año.
Pero desde las primarias, “su mensaje se ha vuelto mucho más matizado”, afirma Kathryn Wylde, directora de Partnership for New York City, un grupo de defensa que representa a algunos de los mayores empleadores del sector privado de la ciudad.
Wylde desempeñó un papel clave al ayudar a Mamdani a tender puentes con la comunidad empresarial. En julio, organizó dos sesiones para que el candidato conociera a 400 directores ejecutivos y líderes empresariales, “un grupo en su mayoría educado, pero muy escéptico”.
Según ella, las sesiones resultaron excepcionalmente bien. “Les convenció de que su objetivo no era socializar sus empresas ni recortar la financiación de la policía”, afirma. Al final, todos coincidieron con Mamdani en una cosa: “que la ciudad se ha vuelto demasiado cara para el talento y la inversión empresarial” y que había que hacer algo al respecto.
“Les convenció de que su objetivo no era socializar sus empresas ni recortar la financiación de la policía”, afirma Wylde.
Mamdani también impresionó a sus interlocutores al descartar cualquier “prueba ideológica” para su administración y subrayar que no está empeñado en subir los impuestos: éstos podrían sustituirse por recortes del gasto en otras áreas o por tecnología para que el gobierno funcione de manera más eficiente.
“Les dijo que sabía lo que quería conseguir, pero que estaba abierto a cómo hacerlo”, afirma.