David Peña está feliz. Y transpirado. Se conecta a esta llamada el viernes cerca de las 12:30 en medio de la celebración de fin de año de Comunidad Feliz, la empresa que creó con Antti Kulppi en 2015. Su socio, el CEO de la firma, llegará después a la conversación, ahora está terminando un partido de padel. Peña acaba de ganar su partido, arrendaron un local en Chicureo y quieren apurar esta entrevista porque empezó a salir el olor a carne.
Esa mañana concretaron la venta de su startup al gigante Noruego Visma, que está de shopping en Chile: también adquirió Talana y Rinde Gastos. Y aunque no pueden dar ninguna cifra por acuerdos de confidencialidad, fuentes conocedoras del deal cuentan que el múltiplo fue cercano a seis veces venta y la transacción estuvo cercana a los US$ 70 millones. Comunidad Feliz factura US$ 11,5 millones y emplea a 225 personas en Chile y México.
El acuerdo contempla un 55% por adelantado y 45% en 3 años. Eso sí, los fundadores aclaran que no tienen ninguna intención de irse de la compañía y que ahora solo se pondrá mejor con las espaldas del fondo europeo. “Yo creo que en verdad se vienen los mejores diez años de Comunidad Feliz de aquí para adelante”, destaca Peña. Y agrega, “lo mínimo que nos vamos a quedar son 3 a 5 años, pero Visma retiene al 70% de sus fundadores”.
En 2021 ya habían tenido una oferta para ser adquiridos, pero la crisis que vino post la caída del Silicon Valley Bank frustró la transacción. “Aunque era peor que esta”, dice Kulppi.
El año siguiente estuvo duro -cuentan-, se les estaba acabando la caja y tuvieron que reestructurar la compañía, despidieron al 15% del equipo. Ese mismo año alcanzaron la rentabilidad. Desde 2022, confiesa el CEO, la compañía cambió. “Al volvernos rentables, empecé a crear muchos más productos y eso ha sido para mí muy entretenido”.
Desde entonces no han dejado de crecer. “Nos demoramos cinco años en vender US$ 5 millones y otros cinco en llegar a US$ 10 millones”, cuenta Kulppi.
Un inversionista complementa: “Siguieron al pie de la letra el manual del SaaS”.
¿Venture o venta?
A principios de este año los fundadores de la startup, que ofrece un software para administrar condominios, recibieron varias ofertas de compra o inversión. “Y lo que pasó en ese momento fue como que nos empezamos a cuestionar si levantamos venture capital, o veíamos esta opción de de los M&A. Al final la gran diferencia era que con venture son diez años más de incertidumbre, viendo lograr algo que fuera 100 X, pero dentro de la misma competencia. Y el M&A tenía un grado de madurez a la industria que nosotros no habíamos visto”, dice Peña.
Sesionaron en el directorio, compuesto por el fundador de Buk Jaime Arrieta y el inversionista Guillermo Morales y la decisión fue contratar a un banco de inversión. “Tengo que admitir que fue la mejor decisión, yo estaba equivocado, porque siempre había pensado que nadie podía ver mejor que nosotros estas cosas”.
Entra LarrainVial
Por eso, con la decisión tomada contactaron al gerente de finanzas corporativas de LarrainVial Juan Fontaine, a quien habían conocido en un evento de Endeavor. Salieron a buscar un comprador. Tuvieron distintas conversaciones -cerca de 15- negociaron con un fondo de Lituania y con Appfolio, empresa abierta en la bolsa norteamericana valorizada en más de US$ 8 mil millones.

Después de unos meses “Juan nos dijo: ‘podríamos hablar con Visma’”. Tenían dudas sobre el real interés de los noruegos, cuenta Peña, pero se dieron cuenta que ellos controlaban el software de property management más grande de Finlandia. Ahí las negociaciones se intensificaron.
A mediados de año, Peña tenía planificada unas vacaciones familiares con su señora. Lo comentó en una reunión y desde Visma le dijeron que tenían que ir a visitarlos a Oslo. “Tendré que trabajar un poco en las vacaciones” le dijo a su mujer. Y partieron las dos familias a la capital de Noruega.
Si bien no se cerró ahí el negocio, ambos dicen que fue clave para avanzar. Dejaron una buena impresión, y al aterrizar en Chile les hicieron firmar un acuerdo de que no podían seguir ofreciéndose a otros compradores. Fue a finales de julio.
Contraron al estudio de abogados DLA Piper. Les hicieron un due dilligence exhaustivo. “Mandamos más de 8.200 archivos”, cuenta Kulppi “y tenían un hacker que intentó hackear el software para ver qué tan bien estaba hecho”, agrega su socio. Incluso, un ejecutivo de Visma entró en la deep web a ver si es que los datos de Comunidad Feliz alguna vez habían sido comprometidos.
“Era tan bueno que me mandó un día por Whatsapp toda la información de mi pasaporte”, cuenta Peña, no sabe de dónde la sacó.
Tras cientos de reuniones y meses intensos, se cerró el negocio. El fundador y CEO de Comunidad Feliz relata que los últimos 45 días del año los ha trabajado hasta las 23:00 y ahora recién podrá descansar. Dice que el viernes lloró tres veces durante la mañana y que se sintió como cuando terminó su primera maratón.
El origen y los ganadores
Peña y Kulppi son ingenieros civiles de la UC, se conocieron en la universidad pero no fueron compañeros. Cuando Kulppi creó su primera empresa Peña fue practicante y ahí vio cómo trabajaba. Se llamaba Brain Shot y era una desarrolladora de software.
Fue en la graduación que Kulppi convenció a Peña de sumarse a Comunidad Feliz. Este estaba trabajando en la consultora Montblanc y pensaba en cambiarse a McKinsey, pero “le conté lo que estaba haciendo y le dije que me pagara $500 mil por sus acciones para sumarse como socio”, rememora Kulppi.
Convenció al ingeniero oriundo de Osorno y a finales de 2015 se asociaron.
Todo el 2016 trabajaron en un cowork que les cobraba 1UF al mes. Aseguran que la empresa perdía plata con ellos porque era más lo que consumían en confort y café, los primeros siete meses Kulppi creó el software solo y después lograron levantar US$ 325 mil para contratar un equipo de ventas. Dicen que secuestraron amigos para que se vayan a trabajar con ellos.
Su primer inversionista ángel fue George Cargill, fundador de Core Angels. Cuentan que este les contrató un servicio y le dijo a los vendedores que quería conocer a los socios para invertir en ellos. “No le creíamos, fuimos en buzo a verlo”, cuenta el CEO. Tenían 100 clientes.
Un mes después se dieron cuenta que la oferta de inversión era real y lo volvieron a llamar cuando les quedaban $8 mil en el banco. Si quería invertir tenía que ser ahora, le dijeron. Vendían $ 4 millones al mes en ese entonces.
“Nos preguntó en cuanto valorizamos Comunidad Feliz. Le dije US$ 3 millones. Me respondió: ‘no, US$ 1 millón’. Cerramos en US$ 1,5 millones”, relata Kulppi. Cargill invirtió US$ 150 mil.
Otros ganadores con esta transacción son Trígono, el fondo venture de Gonzalo Rojas; su hija Antonia, de Attom Capital; y Sebastián Kreis, de Xepelin. Multiplicaron por 30 la inversión inicial. También fueron inversionistas ángeles el fundador de Kunder Arturo Tagle, Jaime Arrieta, Wayra y el fundador de Chile Ventures Felipe Matta.