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El autoempoderamiento del ministro Eyzaguirre

La irrupción del titular de la Segpres en momentos en que el gobierno no ha logrado encauzar el rumbo, fue interpretada como una forma de mostrar que él puede ser el ministro más fuerte.

Por: Blanca Arthur | Publicado: Viernes 11 de septiembre de 2015 a las 04:00 hrs.
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El desconcierto fue la tónica. Luego de mantener un discreto silencio desde que se incorporó al comité político, el ministro Nicolás Eyzaguirre irrumpió con una fuerte crítica al proceso reformista como a toda la gestión del gobierno, descolocando al mundo político que no termina de entender las razones que pudieron haberlo impulsado a esta inesperada reaparición en el escenario.

Múltiples son las interrogantes que surgieron tras sus declaraciones dominicales en "El Mercurio", comenzando por aquella que apunta hasta dónde sus palabras contaron con la anuencia de la presidenta Michelle Bachelet, porque aun cuando él indica que eran reflexiones que había compartido con ella, su postura realista contrasta con aquella más inclinada a no renunciar que ha sostenido la mandataria.

Como es imposible saberlo, dados los misterios que esconde la relación personal y de complicidad que existe entre ambos, la sensación que queda es que si no actuó en coordinación con ella, al menos lo hizo sabiendo que en ningún caso lo desautorizaría.

Lo concreto es que en medio de las dudas que se suscitaron, en lo único que no las hubo fue en que las declaraciones de Eyzaguirre constituyeron un hecho político que puede ser determinante para lo que suceda en el gobierno de ahora en adelante.

Usando su capital
Existe amplia coincidencia en que el ministro decidió hablar en momentos en que ha sido imposible que el gobierno encauce el rumbo, luego de que hace dos meses la propia Presidenta proclamara en el consejo de gabinete del 10 de julio su tesis del "realismo sin renuncia".

Desde entonces, la aplicación de dicho concepto ha sido compleja, porque pese a los esfuerzos del ministro del Interior, Jorge Burgos, para empoderarse con el fin de liderar la línea más realista, se ha topado con el problema de la falta de un respaldo presidencial suficiente, al extremo que al sentirse desautorizado, ha estado a punto de emigrar.

Es en ese contexto, en el cual emerge Eyzaguirre rompiendo su silencio con sus sorprendentes declaraciones, lo que para muchos fue la constatación de su ánimo de afirmar su poder en La Moneda, girando a cuenta del capital que le entrega su cercanía con la mandataria, precisamente el que no tiene Burgos.

No pocos apuntan incluso a que este autoempoderamiento no es un hecho aislado, porque aun cuando el titular de la Presidencia se mantenía en un segundo plano, desde ese lugar habría iniciado su estrategia, en la que un hecho determinante fue haber impulsado la desarticulación de la dupla que conformó inicialmente el ministro del Interior con su par de Hacienda, Rodrigo Valdés, frente a la cual él quedaba postergado.

Como sea, lo que está claro es que Burgos no estaba en sintonía con la irrupción de Eyzaguirre, porque tal como confidencian sus cercanos, sólo supo de las declaraciones cuando aparecieron publicadas, lo que confirma que no han tenido un trabajo en equipo como el que se supuso cuando el ex titular de Educación aterrizó en La Moneda. Eso explica que a pesar de que su postura pudiera interpretarlo, no ocultó su incomodidad como quedó de manifiesto cuando se limitó a señalar que las entrevistas eran personales y que le parecía una crítica honesta y legítima.

Buscando liderazgo
Pero independiente de la posible molestia que le pudiera haber causado al ministro del Interior la decisión de adquirir un papel protagónico de su compañero del comité político, lo cierto es que Eyzaguirre confirmó la misma tesis que el propio Burgos había estado planteando desde que asumió, lo que teóricamente debería considerarse beneficioso para sus propósitos.

El problema es que el titular de la Segpres irrumpe tratando de mostrar que es él el hombre fuerte, capaz de conducir la gestión por contar con el respaldo de Bachelet, detrás de lo cual se escondería su antigua y reconocida aspiración a ser una carta presidencial, lo que puede producir un constante conflicto de poder con su par de Interior.

No parece ser lo que le importa, porque todo indica que Eyzaguirre tomó su opción, apostando a que ninguno como él podría ser capaz de reunificar a los dos mundos que actualmente cohabitan al interior del oficialismo.

Como muchos han interpretado, su irrupción tendría el propósito tratar de ser un puente entre los sectores de la antigua Concertación que se inclinan por la línea realista, con aquellos más rupturistas que abogan por la no renuncia, que han confiado en él por el compromiso mostrado con las reformas desde que asumió su cargo en el ministerio de Educación.

Por lo que indican quienes conocen bien a Eyzaguirre, no habría sido ajeno a sus cálculos el hecho de que las crecientes críticas de la llamada "vieja guardia" concertacionista estaban más en sintonía con lo que espera la gente, por lo que en su arremetida para transformarse en el ministro poderoso, optó inclinarse por esa línea, desestimando aquella refundacional que a estas alturas parece prácticamente derrotada.

Tanto es así, que lo que más sobresalió de sus declaraciones fue el mea culpa crítico por la manera en que se había impulsado el proceso de reformas, incluida la educacional que él lideró, al punto de llegar a proclamar lo que alguien graficó como el "hiperrealismo".

Complejo desafío
El desafío que se autoimpuso el ministro de la Segpres no es en ningún caso fácil. Por de pronto deberá manejar con especial cautela su relación en el comité político para impedir que se genere un conflicto con Burgos que termine en otra crisis de gabinete si éste finalmente no resiste ser sobrepasado en su gestión.

Pero paralelamente a ello, si es que quiere tener éxito en su propósito, Eyzaguirre deberá demostrar sus dotes políticos en la tarea que le corresponde por su cargo, como es la relación con los parlamentarios. Una misión complicada, considerando que en esta etapa deberá abocarse a articular los acuerdos que se requieren para imponer el realismo en las reformas que están pendientes.

Tal como indican desde el interior del propio oficialismo, las dificultades no serán pocas si se tienen en cuenta las profundas diferencias que existen entre el sector que se inclina por la tesis del realismo a la que él se sumó, con aquellos que insisten en no renunciar a nada en el proceso reformista, que no han mirado con buenos ojos ni entienden su giro.

No obstante esa realidad que él mismo reconoció es sus declaraciones dominicales, el ministro parece decidido a cumplir su tarea, en la que además de conciliar las posturas que existen en la Nueva Mayoría, también considera que al menos se debe dialogar con la oposición.

En esa línea, muchos apuntan a que en ningún caso podrá desdecirse de la mirada crítica que planteó frente al proceso reformista, en lo que se estima que dio un primer indicio cuando inmediatamente después de que la ministra de Educación, Adriana Delpiano había dado a conocer un calendario para las reformas en Educación, el propio Eyzaguirre se encargó de plantear que era sólo una sugerencia, demostrando que su disposición es no cometer los mismos errores que él destacó como consecuencia del apresuramiento o de no buscar el consenso.

Es por eso que la gran prueba para su cometido estará en su capacidad de poder sacar adelante las reformas de una manera distinta a cómo se hizo durante el primer año, en temas tan complejos como son los educacionales, la reforma laboral o la constitucional, en el contexto de que él mismo sentenció el fin de la retroexcavadora.

En medio del desconcierto que produjo la irrupción del ministro al autoempoderarse como el hombre fuerte del gobierno, los partidarios del realismo aplaudieron que con sus declaraciones retornara a la lógica de la necesaria moderación, en la esperanza de que si cuenta con la anuencia presidencial, pueda darle el cauce que necesita el rumbo del gobierno. En paralelo, aquellos que sostienen la postura de no renuncia, confían en que si Eyzaguirre actúa en representación de la Presidenta, tampoco podrá desdecirse del todo del plan reformista en el que ella cree.

Es precisamente conciliar las aspiraciones de esos dos mundos, el desafío que tiene por delante el ministro, si es que quiere cumplir con su propósito de consolidar un liderazgo de más largo alcance que lo posicione como el delfín de Bachelet.

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