Por P. Ojeda / C. Torres
A Manuel Marfán, vicepresidente del Banco Central desde enero de 2010, dice más cosas que las que su cargo sugiere. Su pasado ligado al ministerio de Hacienda -como estrecho colaborador en el gobierno de Patricio Aylwin y como subsecretario y ministro hacia el final de la administración de Eduardo Frei- más su activa militancia socialista, la que debió congelar al asumir en diciembre de 2003 como consejero del instituto emisor, generan que mezcle su diagnóstico sobre el panorama económico con conjeturas políticas, lo que en función del rol que ocupa no le resulta muy conveniente. “Uno de los problemas que tengo en este cargo es mi opinión sobre las cosas y tener limitaciones para expresarlas. Tengo mi lengua llena de callos de tanto mordérmela. En mis primeras entrevistas me tiré a la piscina y todos me retaron”, cuenta.
-¿Qué le parece la discusión respecto a que el gobierno pudiera estar aumentando, quizás de forma exagerada, el gasto fiscal?
-El gobierno se comprometió con una regla fiscal y nosotros creemos que la ha ido cumpliendo. Me parece que mientras se atenga a esa trayectoria es preferible eso, que respete sus reglas, porque esa es una regla que finalmente va a converger a un saldo fiscal menor que el actual. Ahora hay una serie de cosas en la actualidad que la comunidad y los economistas, en su momento, comprendieron que era importante, porque estaba la recesión que requería políticas fiscales anticíclicas, después vino el terremoto y eso destruyó el 3% del capital productivo de Chile, incluyendo vivienda, entonces no se puede criticar que iba muy lenta la reconstrucción y después porque va muy rápida. Hay que tener alguna consistencia en la crítica.
-¿Qué es lo mejor en ese sentido?
-Yo lo que creo es que lo mejor es que la política fiscal sea predecible, que no sea motivo de sorpresa, y si hay un plan de política fiscal que está comprometido y después se cumple, yo no tengo nada que decir. Distinto es que para cumplir la meta se busque financiamiento fiscal o de corto plazo, como efectivamente ocurrió. Yo lo que sí creo es que al interior de un mismo año la política fiscal tiene grados de impredictibilidad. Ojalá que el abultamiento de la ejecución fiscal a fines del año pasado no se repitiera porque no está muy claro qué fue lo que provocó la aceleración económica de diciembre pasado, pero uno no puede descartar la hipótesis que tenga que ver con eso. Estoy seguro que no era lo que se buscaba, sino que se acumularon los tiempos y había que ejecutar, pero me imagino que eso no fue algo que desearan las autoridades.
- Pero se repitió por segundo año consecutivo…
-Por ejecución normal no se entiende que sea igual cada trimestre, siempre el cuarto trimestre por diversas razones es más alto. Lo que estoy señalando, más bien, es que la cadencia de la ejecución tuviera el grado de predictibilidad que tiene el saldo anual. Insisto que no estoy apuntando con el dedo porque no tengo sensación de que haya sido intencional, tengo la sensación que se puede corregir. Estoy seguro que las autoridades fiscales están intentando hacerlo, pero el punto de fondo es que el gobierno cumple en materia fiscal en la medida que vaya cumpliendo la regla a la que se comprometió y eso hasta ahora ha ocurrido
-¿Debería haber una meta más ambiciosa?
-Cuando salga del banco central voy a opinar sobre eso. Soy el próximo que sale (diciembre de 2013).
Críticas por recorte de enero: “muestran cojera técnica”
-Economistas han planteado que bajar la tasa de interés de enero fue un error, ¿qué piensa de esa crítica?
-Sí, mira yo también me equivoqué el año pasado porque pagué un seguro contra choques de mi auto y no choqué, entonces perdí la plata. Cuando ex post se tiene la certeza, uno no puede decir que alguien se equivocó porque resulta que en ese momento la posibilidad que hubiera una salida catastrófica era muy significativa y esto (el recorte) tuvo un carácter preventivo, porque si hubiera ocurrido esa salida catastrófica la crítica hoy sería “cómo el Banco Central no bajó la tasa más rápido”. La incertidumbre forma parte del proceso de toma de decisiones y si después, ex post, uno le quita la incertidumbre para hacer juicios, muestra alguna cojera técnica.
-¿No habría sido más adecuado esperar en enero?
- No. Si cuando uno toma medidas preventivas, cuando te vacunas o te haces un examen médico en que no te encuentran nada, no es que perdiste la plata. Es porque antes de hacerlo no tenías la certeza y tomaste acciones e incluso pagaste plata para poder abordar esa incertidumbre. Esas cosas no se pueden evaluar ex post, quitándole los componentes de incertidumbre que existían, yo encuentro que uno debe ser más profesional en sus juicios.
- El mercado juzga al Banco Central constantemente, pero ¿cómo analiza el consejo del Central al mercado? En el último IPoM hubo llamado a no sobrerreaccionar..
-En estricto rigor lo que ocurrió fue que nos acordamos de Roberto Zahler y los “gatos maniaco depresivos”. En general, cuando hay cambios más o menos bruscos en los escenarios la primera reacción es sobrerreaccionar, porque resulta que primero nos criticaron por haber subido mucho la tasa, ahora nos critican por haber bajado, pero no en el momento mismo, sino que ex post.
- Muchos esperaban un sesgo al alza en el último comunicado por tasa de política monetaria
-Ahí también fuimos bien claritos sobre que nuestra cadencia para el movimiento de TPM era aproximado a lo que en ese momento estaba expresando la curva forward.
Súper simple, clarito. Ahora eso no es un compromiso, porque las circunstancias cambian. Por eso tomamos la decisión todos los meses. Normalmente uno pone sesgos cuando los movimientos son más inminentes.
Reforma tributaria
-Usted fue uno de los artífices de la reforma tributaria de Patricio Aylwin en 1990, ¿cree necesario un cambio impositivo hoy en Chile?
-No quiero responder en particular a la coyuntura actual, o no quiero responder sí o no. Lo que puedo decir, dentro de los límites de este cargo, es que así como hablamos que otras economías del mundo están en un punto de inflexión, Chile también lo está. En 1990 la consternación por el nivel de pobreza era enorme. Por lo tanto, a la hora de distribuir los beneficios o en algunos casos los costos, nadie osaba en la fila ponerse delante de un pobre y eso permitió mantener muy ordenadas las cuentas fiscales (...) Que hoy día tengamos estas movilizaciones masivas en educación -con un eslogan un poquito simplificado, porque no creo que mejore mucho con un pase escolar gratuito- junto con abrirle los ojos a la sociedad, marcó una diferencia respecto de los 20 años anteriores.
-¿Cuál es esa diferencia?
-Lo que tiene perpleja a la clase política es que son demandas típicas de clase media. Cuando una economía reduce a un tercio los niveles de pobreza que había hace 20 años, manteniendo todavía muchos problemas de desigualdades, tiene una clase media emergente aspiracional y eso requiere esfuerzos y pensar en temas de gobernabilidad. Ahora cómo se resuelve eso, es un problema político. Yo tengo opinión de cómo me gustaría resolverlo, pero lo que sí creo es que lo peor sería negociar las demandas una por una, sin tener contexto general de cómo se resuelve y además sin financiamiento. Esa mezcla es muy mala. Aquí las opciones son dos: o uno acomete muchas de estas demandas y da prioridad a la educación, con lo cual requiere más recursos y necesitaría una reforma tributaria, o bien, si no se quiere hacer una reforma tributaria, por razones atendibles, entonces hay que ser sinceros y decir que no se van a acometer esas otras demandas. Lo peor es entrar en situaciones de déficit fiscal, porque cuando se pierden los equilibrios macroeconómicos se acabó la agenda de largo plazo, desaparece la discusión de en qué país queremos vivir.