Su vida política partió con una derrota. En 1974, William J. Clinton -nacido en 1947 en el pequeño pueblo de Hope, en Arkansas- postuló a un escaño en la Cámara de Representantes y, aunque no ganó, obtuvo más votos de los que esperaba. Era, quizá, el augurio de sus victorias futuras: dos años después, sería electo fiscal general; luego, gobernador por cinco períodos, hasta que, en 1992, llegaría a la presidencia del país.
El esposo de la candidata demócrata arrastra las victorias y derrotas de sus 1.500 días como jefe de Estado, en los que protagonizó escándalos por su vida privada, sobrevivió a una moción de impeachment y, aunque terminó con 66% de respaldo, entregó el poder a un republicano. Pero su figura ha sobrevivido a todo y hoy busca conquistar un nuevo título: el primer hombre en ocupar el lugar que tradicionalmente tienen las primeras damas.
Sexo, mentiras y la Oficina Oval
Los pasillos de la prestigiosa Universidad de Yale vieron nacer al matrimonio Clinton. La pareja se conoció cuando ambos estudiaban leyes. Se graduaron en 1973 y se casaron dos años después.
Como gobernador, Bill entregó a Hillary su primer cargo público, al pedirle encabezar un comité de reforma educacional en Arkansas, que buscaba impulsar estándares educacionales más rigurosos y establecer evaluación a los profesores.
Su defensa de una postura centrista llevó al gobernador a la presidencia, tras derrotar a un debilitado George H.W. Bush con una campaña enfocada en la recesión que afectaba al país. “Es la economía, estúpido”, decía un cartel en el comando demócrata.
Las dificultades no tardaron en llegar. Su reforma de salud nunca salió del congreso y fue uno de los mayores fracasos de su presidencia. Para lograr la reelección en 1996, tuvo que retomar una postura centrista y enfatizar temas de seguridad.
El mayor escándalo llegaría en su segunda administración. En enero de 1998, medios estadounidenses publicaban detalles de una investigación sobre la relación del mandatario con una veinteañera que había ingresado a trabajar a la Casa Blanca en 1995: Monica Lewinsky.
La polémica marcaría todo ese año. El 17 de agosto, Clinton se convirtió en el primer presidente en ejercicio de EEUU en testificar ante un jurado por su conducta. Ese día, reconoció ante los medios que había tenido una “relación impropia” con Lewinsky. En diciembre, la Cámara de Representantes aprobó un impeachment en su contra por obstruir la justicia y mentir bajo juramento. El senado frenaría el proceso.
El libro “La Residencia”, de Kate Brower, rescata los días del affaire y describe que el personal de la Casa Blanca “fue testigo de las consecuencias del escándalo y el peso que tuvo sobre Hillary Clinton”.
De vuelta a la campaña
La campaña de la ex secretaria de estado ha durado cerca de un año y medio y, durante todo ese tiempo, el ex presidente ha sido uno de sus respaldos centrales. Pero 70 años no pasan en vano y, según el New York Times, el que alguna vez fue un joven jefe de Estado hoy tiene problemas de movilidad y audición. Coincidentemente, ha tenido menos protagonismo que el que disfrutó en las primarias de 2008, aunque en privado ha servido como gestor de donaciones y apoyo a su esposa.
Lograrlo no ha sido difícil. Los aportes hacia la campaña demócrata han superado con creces las que ha logrado el lado republicano y, en base a las encuestas, hay confianza en que tras 16 años de ausencia el matrimonio Clinton vuelva a habitar la Casa Blanca.