Los cuatro años que vienen: promesas y expectativas

Los roces entre China y Estados Unidos siguen creciendo a medida que se acerca la fecha en que Donald Trump dejará atrás el adjetivo de electo y se convierta en el 45° presidente de la economía más grande del mundo. Ayer, el Ministerio de Relaciones Exteriores del gigante asiático volvió a la carga, luego de que el nominado secretario de Estado, Rex Tillerson, declarara ante el senado que, en el Mar Meridional –disputado entre varios países de la región–, el país endurecerá su discurso: "la construcción de islas se detiene y, en segundo lugar, el acceso a esas islas no va a ser permitido", señaló el nominado, quien busca su confirmación parlamentaria en el cargo.

"Al igual que EEUU, China tiene el derecho dentro de su territorio de llevar a cabo actividades normales", respondió el vocero de la cancillería china, Lu Kang. Mientras sus palabras eran mesuradas, la Armada lanzó ayer un nuevo barco de reconocimiento electrónico que se sumó a una flota en expansión en el Mar de China Meridional.

La relación entre EEUU y China bajo el gobierno de Trump va encaminada a ser de fuertes roces bilaterales. Durante su campaña, el futuro mandatario prometió endurecer la política comercial e instaurar aranceles de 45% a las importaciones que vengan del país, algo que expertos dudan que pueda ocurrir. En los primeros días de su gobierno, anunció que calificará a la segunda mayor economía mundial como un "manipulador de divisas", una medida de presión que no tendría que pasar por el congreso, sino que está en manos del Departamento del Tesoro.

Otras promesas insignes del mandatario entrante son la reducción de impuestos corporativos y personales (medidas que deben pasar por el parlamento) y la construcción de un muro en la frontera con México, que, ha segurado, será pagado por el país lationamericano.

Su retórica de campaña se ha suavizado desde que ganó la elección, pero Trump mantiene firme su discurso de que los próximos cuatro años verán deportaciones masivas, mayor crecimiento económico y, por sobre todo, un retorno a la grandeza que, según él, el país alguna vez gozó y ha perdido.