Por Leonardo Ruiz Pereira
El 1 de enero de 2002 cientos de miles de europeos corrieron a los cajeros automáticos de sus países para retirar los primeros euros tangibles que han existido. La divisa vio la luz esa noche en forma de monedas y billetes, exactamente dos años después de haber sido introducida como medio de pago electrónico.
El aniversario se cumple en medio de la crisis de deuda soberana en Europa y las dudas de empresas y gobiernos sobre el posible colapso de la divisa común. A una década del nacimiento del euro, en Inglaterra muchos se están felicitando hoy por la decisión de haberse marginado.
La divisa, cuyo nombre “euro” fue definido en 1995, es la moneda oficial de 17 países miembros de la Unión Europea, unidos monetaria y económicamente. La población total de esos países alcanza 332 millones de personas y, más aún, Mónaco, San Marino y el Vaticano han adoptado oficialmente el euro como moneda nacional. Andorra también seguirá el mismo proceso y utilizará el euro como moneda cuando se ratifique su tratado firmado en junio. Otros países más pequeños, como Montenegro, utilizan el euro, pero no tienen derecho de emitirlo.
El décimo aniversario del euro también marca el fin del período de cambio de divisas anteriores a éste, por lo que en 2012 se transarán los últimos francos franceses hasta el 17 de febrero; las liras italianas hasta el 28 de febrero; los marcos finlandeses se podrán convertir hasta el 29 de febrero y las dracmas griegas lo harán hasta el 1 de marzo.
El trabajo de cambiar las monedas de tantos países en 2002 fue la mayor operación logística que haya realizado el Banco Central Europeo (BCE), que colocó alrededor de 14.900 millones de billetes, los que cubrirían diez veces la distancia entre la tierra y la luna o 15 mil campos de fútbol.
El BCE fue creado en 1998 bajo el Tratado de Amsterdam para administrar la política monetaria de los 17 países y posee el derecho exclusivo de permitir la emisión de billetes de euros en los bancos del área. También aprueba la cantidad de monedas que cada estado miembro puede producir, las que en 2002 alcanzaron 52.000 millones de unidades y necesitaron 250 mil toneladas de metal para acuñarlas.
¿Diez años son suficientes?
La eurozona cumple diez años adentrándose en una recesión, entre una crisis de deuda soberana y las presiones fiscales que agitaron a los mercados y que llevaron a varios a elucubrar sobre su término.
El economista que predijo la crisis financiera de 2008, Nouriel Roubini, anticipó que la separación de la eurozona era “probable” si se daba la salida de un país como España e Italia. El economista jefe de Citigroup, William Buiter, también advirtió que una separación en la unión monetaria sería “caótica”, lo que se traduciría en una depresión global. Un “desastre”, opinaron los economistas de HSBC, sobre la eventual reintroducción de las monedas nacionales. “Insostenible”, fue como calificó la situación europea el vice premier de Turquía, Ali Babacan, quien se sumó a los llamados a acrecentar la unión fiscal de la región, camino que finalmente están siguiendo Francia y Alemania. La Economist Intelligence Unit incluso le asigna 40% de probabilidades al colapso de la eurozona los próximos dos años.
En este escenario varios bancos centrales en la eurozona buscaron planes de contingencia en caso de una separación monetaria. El banco central irlandés estaba determinando incluso si necesitaría asegurarse prensas de impresión adicionales, según Wall Street Journal. Pero volver a colocar en Europa divisas separadas después del euro requeriría al menos un año de trabajo, según la empresa que fabrica el papel moneda europeo, Fortress Paper. Su director ejecutivo, Chad Wasilenkoff, aseguró que el complicado proceso de diseñar, preparar, fabricar, distribuir y hacer circular una divisa normalmente toma entre tres y cuatro años, de principio a fin. Él dijo que no concibe una separación del euro.
Los bancos han dicho a sus reguladores que se enfocaron en varias áreas de riesgo en caso de que el euro se disuelva. Una es ver cómo las ex-divisas serían revaluadas, situación que no fue contemplada hace catorce años, cuando la Unión Europea reveló los tipos irrevocables del euro (foto) por divisas europeas, las mismas que ahora podrían resucitar.