Por M. Fajardo y J. Prado
A comienzos de 2002, cuando el gobierno argentino puso fin a la paridad del peso con el dólar y aplicó el denominado “corralito” a los depósitos bancarios, la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS), en Chile, pidió a las empresas nacionales que informaran su exposición al mercado trasandino. En febrero de ese año, las firmas chilenas ya reportaban pérdidas por US$ 35 millones relacionadas con la devaluación.
Hoy, una década después de ese episodio, la preocupación por el riesgo de las filiales argentinas está de regreso. Argentina ha sufrido este año la peor fuga de capitales desde 2008, alimentada por los temores de una posible devaluación y un consiguiente “corralito”. De confirmarse los temores, un ajuste del peso argentino podría volver a golpear a las empresas locales.
Aunque en los últimos años ha habido una caída, Argentina sigue siendo el principal destino para las exportaciones chilenas. Según cifras de la Cancillería, entre 1990 y junio de 2011, las inversiones chilenas en ese mercado alcanzaron la cifra de US$ 16.195 millones.
Un análisis de DF Unidad de Inteligencia a las quince empresas chilenas más importantes que operan al otro lado de la cordillera, reveló que las filiales argentinas representan 12,08% del total de sus ingresos operacionales, con ventas por
US$ 5.982 millones. Esta cifra se obtuvo examinando los estados financieros de las compañías a septiembre de este año.
El sector más expuesto es el del retail, que ha liderado el proceso de internacionalización de las empresas chilenas. Dentro de este sector, la firma que tiene más en juego es Cencosud, que depende de su filial trasandina para más de 28% de sus ventas.
En este contexto, aumenta la preocupación por el efecto de una nueva devaluación. “Eso no sería nada positivo, porque las empresas chilenas se instalan (en Argentina) para abastecer el mercado interno. Una devaluación reduce la importancia del mercado argentino y la cantidad de dólares”, explicó a DF el analista de la consultora abeceb, Mauricio Claveri.
Escenarios inciertos
El impacto de las medidas podría variar según distintos escenarios. El analista de Centennial Group para América Latina y ex representante del FMI, el argentino Claudio Loser, concuerda en que “las empresas chilenas tendrían problemas porque perderían utilidades en dólares o pesos chilenos, porque el valor del peso argentino caería”.
Sin embargo, si el gobierno finalmente decidiera liberar los movimientos de capital, “una devaluación sería beneficiosa. Las empresas recibirían menos pesos por dólares de ganancia, pero podrían sacar el dinero que quieren”.
El efecto también sería distinto dependiendo de los diferentes sectores, precisa el analista de la consultora Orlando Ferreres, Fausto Spotorno. “Si fabrican productos regionales, los beneficiaría”, señaló. “El tipo de cambio bajo le conviene a los servicios, y los altos, a la industria”.
A buen resguardo
Pero la mayoría de las empresas chilenas que están presentes en Argentina aprendieron por la fuerza la dura lección de la última crisis. Cencosud, por ejemplo, mantiene distintos instrumentos orientados precisamente a reducir riesgos cambiarios, como los cross currency swaps.
En el caso de LAN, la aerolínea controlada por la familia Cueto declara en su estado de resultados que “ha realizado coberturas parciales de exposición al riesgo de tipo de cambio utilizando contratos de forward de moneda y cross currency swaps”.
También Falabella incorpora mecanismos de proyección que consideran diferentes supuestos para estimar los posibles efectos, incluyendo el riesgo cambiario.
Contra fuga de capitales
Más allá de una eventual devaluación, las empresas en Argentina enfrentan crecientes barreras para hacer negocios. Para enfrentar la fuga de capitales, que este año podría alcanzar los
US$ 25.000 millones de dólares, frente a US$ 9.000 millones de 2010, el gobierno trasandino ha condicionado la extensión de licencias no automáticas para las importaciones a cambio de un plan de inversiones.
Existe una “gestión casi individual a través del secretario de Comercio y sus allegados, en la cual casi llamando por teléfono habilitan importaciones, cierran importaciones, habilitan y cierran compra de divisas”, explica el analista de Ordóñez Bianco, Luis Cudmani.
Las compañías también son “invitadas” a “compensar” cada dólar que envían fuera del país, para pagar importaciones de bienes de capital, intermedios de consumo, con exportaciones que garanticen que esos mismos dólares retornen al país.
Las grandes cadenas de supermercados, como Jumbo, de Cencosud, se reunieron en el pasado con el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, para garantizar su adhesión a esta política.
Los funcionarios del gobierno también proponen “no enviar o posponer pago de dividendos al exterior”, según Spotorno. Agrega que aquellas que se niegan pueden sufrir una “sorpresiva visita” de numerosos inspectores impositivos o de salubridad.
El origen de las medidas es la obsesión del gobierno por mantener un superávit comercial positivo, coinciden Claveri y la analista de UBS, Carola Sandy. Según el primero, éste es “conseguir divisas para sostener las reservas (del Banco Central) y financiar el flujo de salida de divisas” en medio del “aislamiento de los mercados financieros internacionales”. Sandy además cuestiona su efectividad.