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¿Cómo erradicar los nubarrones de China?

China está entrando en una difícil transición, marcada por un menor crecimiento y, además, un modelo de expansión...

Por: | Publicado: Miércoles 21 de marzo de 2012 a las 05:00 hrs.
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China está entrando en una difícil transición, marcada por un menor crecimiento y, además, un modelo de expansión. Esta es la conclusión a la que llegué al término del Foro de Desarrollo de China en Beijing de este año. Más aún, es probable que sea una transición política así como económica. Ambas transiciones interactuarán entre sí de manera compleja. La historia de éxito económico bajo el dominio del Partido Comunista no garantiza un futuro comparativamente exitoso.

Los lectores no tienen que creerme a mí. Pueden tomar las palabras del premier saliente, Wen Jiabao, quien dijo el 14 de marzo: “La reforma en China llegó a un momento clave. Sin el éxito de la reforma a la estructura política, es imposible implementar completamente la reforma estructural económica. Las ganancias que hemos logrado con la reforma y el desarrollo podrían perderse, los nuevos problemas que han surgido en la sociedad china, en principio, no pueden resolverse y una tragedia histórica como la Revolución Cultural podría repetirse”.

Estas cuestiones políticas son de gran importancia, pero la transición económica por sí sola será lo suficientemente dura. China está llegando al final de lo que los economistas llaman “crecimiento extensivo”, impulsado por crecientes aportes de capital y trabajo. Ahora, debe cambiar a “crecimiento intensivo”, impulsado por una mejora de las técnicas y la tecnología. Entre otras consecuencias, la tasa de crecimiento chino se desacelerará fuertemente de su tasa promedio anual de cerca de 10% en las últimas tres décadas. Lo que dificulta aún más esta transición es la naturaleza del crecimiento extensivo chino, en particular la extraordinaria tasa de inversión y la fuerte dependencia de ésta como fuente de demanda.

China está dejando de ser un país excedente en trabajo, en términos del modelo de desarrollo del fallecido premio Nobel Arthur Lewis. Este argumentaba que el ingreso de subsistencia del trabajo excedente en agricultura fija un límite bajo a los salarios en el sector moderno. Esto hace que el último sea extremadamente rentable. Los altos rendimientos son reinvertidos, como en China, y la tasa de crecimiento del sector moderno y, de esta forma en la economía, son muy altas. Sin embargo, al mismo momento, el trabajo empieza a ser escaso en la agricultura, de manera que sube el precio del trabajo en el sector moderno. Los beneficios se reducen y la inversión cae a medida que la economía madura.

La China de hace 35 años era una economía de trabajo excedente. Hoy ya no es así, en parte debido a la rapidez del crecimiento y la urbanización: desde el inicio de la reforma, la economía china se ha multiplicado por 20 en términos reales, y la mitad de la población china ya es urbana. Además, la baja tasa de natalidad china hará que la población en edad de trabajar (15-64) llegue a un máximo de 996 millones en 2015. Un documento de Cai Fang de la Academia China de Ciencias Sociales señala que “la escasez de trabajo se ha vuelto un mal endémico en el país desde que comenzara en las áreas costeras en 2004. En 2011, las empresas manufactureras tuvieron dificultades sin precedentes en el reclutamiento laboral”. El estudio de Fang entrega evidencia contundente sobre el consecuente aumento de salarios reales y la caída de ganancias.

China ahora está en el punto de quiebre de Lewis. Una consecuencia es que, dada cierta tasa de inversión, el ratio de capital frente al trabajo crecerá rápidamente y los retornos también caerán más velozmente. De hecho, una fuerte evidencia de dicha creciente intensidad del capital surgió incluso antes del punto de giro de Lewis. Según Louis Kuijs, ex economista del Banco Mundial, la contribución a mayor productividad laboral del creciente ratio de capital en relación al trabajo (en oposición a la contribución a una mayor “productividad total de factores” (TFP), o productividad general) creció de 45% entre 1978 y 1994 a 64 % entre 1995 y 2009.

Esto tiene que cambiar. El crecimiento de China debe ser impulsado por un creciente TFP, que sostendrá los beneficios, más que crecientes ratios de capital en relación al trabajo, que llevará a beneficios en disminución, en particular ahora que los salarios reales suben rápidamente. Es deseable algo de caída en las ganancias, dada la mala distribución del ingreso. Llevado demasiado lejos, afectaría el crecimiento potencial.

La dificultad para lograr la transición hacia un crecimiento impulsado por el avance técnico es una razón por la cual tantos países han caído en lo que se llama “la trampa del ingreso medio”. China, ahora un país de ingreso medio, está decidido a ser un país de altos ingresos en 2030. Eso exigirá profundas reformas, las que son presentadas en un destacado reporte conjunto del Banco Mundial y el Centro de Investigaciones para el Desarrollo del Consejo de Estado*. Estas reformas afectarán negativamente intereses creados, en particular en empresas públicas y de gobiernos locales. Con seguridad, es ése un importante motivo por el cual Wen cree que la reforma política importa.

La necesidad de realizar difíciles reformas para mantener el crecimiento en las próximas dos décadas es el desafío de largo plazo de China. En su intento de llegar allí, enfrenta riesgos de corto plazo de duro aterrizaje, como destacó Nouriel Roubini de la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York en la conferencia. El gobierno chino apunta a un crecimiento anual de 7,5% este año y 7% en el período del actual plan quinquenal. Algo de desaceleración parece inevitable. A medida que disminuye el crecimiento, la necesidad de tasas de inversión extraordinarias también caerá.

Sin embargo, pasar de una tasa de inversión de 50% del PIB a una de 35%, sin sufrir una profunda recesión en el camino, exige un compensatorio aumento en el consumo. China no tiene un camino fácil para implementar ese aumento, que explica por qué su respuesta a la crisis ha sido una inversión aún mayor. Además, China ha llegado a depender fuertemente de la inversión en la construcción: en los últimos 13 años, la inversión inmobiliaria ha crecido a una tasa anual promedio de 26%. Eso no continuará.

De hecho, China tendrá que conducir la transición a un tipo muy diferente de crecimiento económico. El país aún tiene un enorme potencial por alcanzar, pero los desafíos de ajustarse al nuevo modelo son enormes. Muchos países de ingreso medio han fracasado. Es difícil argumentar contra China, dado su éxito pasado. La mejor razón para confiar es que sus autoridades carecen de dicha complacencia.


* China 2030, www.worldbank.org

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