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El extraño resurgimiento de los nacionalismos

Por: Gideon Rachman
 | Publicado: Martes 23 de septiembre de 2014 a las 05:00 hrs.
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En 1990, Kenichi Ohmae, un consultor de administración, publicó un libro llamado El Mundo sin Fronteras, cuyo título capturaba el espíritu de la globalización. En los siguientes 25 años, acontecimientos en los negocios, finanzas, tecnología y la política parecían confirmar el declive inexorable de las fronteras y los Estado nación que ellas protegen.

Ninguna conferencia sobre asuntos internacionales estaba completa sin alguien comentando que los problemas más importantes del mundo ya no podían ser abordados por las naciones actuando solas. La aparición de Internet reforzó la idea de que las fronteras ya no importaban. En un mundo sin fronteras de bits y bytes, las preocupaciones tradicionales de las naciones –territorio, identidad y soberanía– parecían tan anacrónicas como las espadas y escudos.

Pero alguien parece haber olvidado decirles a los políticos y a los votantes que los Estados, fronteras e identidad nacional ya no importan. La semana pasada, 45% de los escoceses votó a favor de formar una nación independiente del Reino Unido. El referendo fue observado con ansias por los movimientos separatistas en Cataluña, Tíbet, Quebec y en otras partes.

Los movimientos separatistas son una faceta del resurgimiento del nacionalismo. En Europa, Asia y Medio Oriente, los políticos nacionalistas están en marcha, incluso en Estados bien establecidos.

El nacionalista más peligroso en Europa es el presidente de Rusia Vladimir Putin, quien anexó Crimea proclamando su derecho, de hecho su deber, de proteger a los 
ruso-parlantes donde sea que vivan. Como muchos han mencionado, esto da potencialmente a Rusia una excusa para intervenir en todo el territorio de la ex Unión Soviética.

Incluso mientras la UE lucha para armarse de valor y oponerse a Putin, existen políticos nacionalistas dentro de Europa occidental que son abiertamente empáticos hacia él como Marine Le Pen, líder del Frente Nacional de Francia. En Alemania, la fuerza política emergente es Alternativa para Alemania, que argumenta que los intereses alemanes han sido subordinados a los de Europa. Incluso en la próspera Suecia, los Demócratas de Suecia, un partido de ultra derecha, acaban de ganar 13% de los votos en una elección general. En Hungría, el gobierno de Fidesz (Unión Cívica Húngara) tiene claras tendencias autoritarias y un marcado interés en el destino de los húngaros más allá de sus fronteras.

Los tres países asiáticos más poderosos –China, Japón e India– son liderados por líderes nacionalistas carismáticos. Xi Jinping, presidente de China, Shinzo Abe, primer ministro de Japón y Narendra Modi, primer ministro de India, usan una retórica similar de resurgimiento nacional como un estímulo para la reforma económica y social en casa. Sin embargo, internacionalmente, su nacionalismo choca en la forma de disputas fronterizas entre China y sus dos grandes vecinos, elevando el riesgo de guerras. Si estamos viviendo en un mundo sin fronteras, alguien parece haber olvidado decirles a los chinos, japoneses e indios, que a veces parecen obsesionados con la demarcación de su territorio.

A primera vista, Medio Oriente parece ser una excepción a este patrón de nacionalismo renaciente. El nuevo movimiento más peligroso en la región es el Estado Islámico de Irak y el Levante (conocido como Isis), un movimiento jihadista que desprecia los límites nacionales. Pero Egipto, el Estado árabe con mayor población, ha tomado un giro nacionalista, a medida que su gobierno liderado por los militares busca una ideología alternativa al islamismo.

¿Qué es lo que explica este extraño resurgimiento del nacionalismo cuando tantas fuerzas económicas y tecnológicas empujan en la dirección opuesta?
Una respuesta es que los profetas de la globalización siempre subestimaron el poder residual del nacionalismo. Si uno pasa tiempo en un aeropuerto y en conferencias internacionales, se hace fácil olvidar que la mayoría de la gente vive sus vidas más enraizadas en un lugar particular. De hecho, los efectos desorientadores de la globalización probablemente alientan a la gente a buscar confirmación y el significado en cosas que son más locales o nacionales, ya sea un lenguaje común o una historia compartida. La suspicacia sobre la globalización y las finanzas internacionales también recibió un gran estímulo luego de la crisis de 2008.

La pobreza y la guerra están provocando movimientos masivos de refugiados, particularmente hacia Europa y las partes más seguras de Medio Oriente. No hay nada como la migración de masas, o una crisis de refugiados, para que la gente se haga consciente de la importancia de las fronteras.

Finalmente, la sensación de que el orden global es inestable podría estar alentando los sentimientos nacionalistas, a medida que los países o movimientos separatistas ven una oportunidad de impulsar sus agendas. Desafortunadamente, ya que los movimientos nacionalistas se definen a sí mismos en contra de los extranjeros, a menudo provocan el surgimiento de movimientos nacionalistas en otras partes.

En una era más optimista, fue el pensador japonés Ohmae quien popularizó la noción de un mundo sin fronteras. Por 25 años su visión ha parecido poderosa y profética. Lamentablemente, ahora parece fuera de tono con un mundo en el que el nacionalismo renace.

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