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El mundo material todavía tiene peso en las economías modernas

Las sustancias físicas aún son fundamentales pese a la desmaterialización producida por la tecnología.

Por: | Publicado: Viernes 5 de septiembre de 2014 a las 05:00 hrs.
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En la historia de la última década, un hito poco reconocido es el 11 de agosto de 2004. Ese fue el día en que la Agencia Internacional de Energía (IEA, su sigla en inglés) revisó al alza sus previsiones de consumo de petróleo en varios países, incluyendo China y Arabia Saudita, y calculó que la OPEP tenía una capacidad disponible adicional de sólo 600 mil barriles diarios para cubrir problemas en el suministro.

Estaba claro desde hace tiempo que la demanda de petróleo de China estaba en auge, pero el anuncio de la IEA arrojó luz sobre la magnitud de su crecimiento. Era una señal de que los precios del petróleo de cerca de US$ 10 el barril, que parecían normales sólo cinco años antes, habían desaparecido para siempre.

También marcó un renacimiento del interés por lo que uno podría llamar las interpretaciones materialistas de la economía mundial. Con el boom de Internet de la década de los ‘90 pasó a ser muy popular hablar de la creciente desmaterialización de la actividad económica, a medida que servicios y productos físicos eran reemplazados por información almacenada y procesada por computadores. En palabras de Nicholas Negroponte del MIT Media Lab: “el cambio de átomos a los bits es irrevocable e imparable”.

Durante la última década, sin embargo, el daño económico causado por los altos precios del petróleo, la alarma sobre las restricciones de China a las exportaciones de tierras raras, y la duplicación de la producción mundial de acero en 15 años han demostrado que a veces simplemente no hay un sustituto para las sustancias físicas.

El gurú del pensamiento moderno sobre la importancia de los materiales es Vaclav Smil de la Universidad de Manitoba, descrito por Bill Gates como “mi autor favorito”. En su opinión, las sustancias físicas siguen siendo fundamentales para las economías modernas, a pesar de todos los avances en la tecnología de la información, y la evidencia aparente de desmaterialización es a menudo engañosa.

En su libro, “Making the Modern World”, pone como ejemplo el Diseño Asistido por Ordenadores (CAD, su sigla en inglés). El Boeing 747, diseñado en la década de 1960, requirió 75.000 dibujos con un peso total de ocho toneladas. El uso del CAD para el 767 en los ‘90 eliminó todo ese papel, y redujo los costos y tiempo de diseño. Sin embargo, como el profesor Smil señala, el sistema CAD requirió de computadores, almacenamiento de datos, comunicaciones, pantallas y electricidad para operar. Dada la complejidad de los sistemas implicados, está lejos de ser evidente que el paso al CAD haya reducido el uso total de materiales en EEUU.

Es cierto que en la era de la computación ha habido una espectacular desmaterialización. Los computadores vendidos en el mundo en 2011 pesaban 60 veces más que el total vendido en 1981. Pero “donde los microchips no son el componente dominante del diseño total”, escribe Smil, “no ha habido una disminución de la masa incluso remotamente similar”. En algunos sectores, el progreso tecnológico ha hecho realidad productos cada vez más materiales. El Ford T pesaba 540 kilogramos, mientras que la camioneta Ford F-150, su modelo más popular, actualmente pesa más de dos toneladas.

La conclusión del profesor Smil es que mientras que la desmaterialización, en el sentido de reducción del uso de materiales por cada dólar del Producto Interno Bruto, ha sido una tendencia desde hace décadas y puede continuar en el futuro, una reducción absoluta en el uso mundial de los recursos naturales es muy poco probable. Si el crecimiento continúa, en algún momento esos recursos se agotarán.

Si bien no sabemos cuándo vamos a tocar los límites del uso de los materiales, sabemos que están ahí fuera en alguna parte. Las tensiones tales como la disputa por las tierras raras o el aumento de los costos de las materias primas podrían tener graves consecuencias para el crecimiento.

La respuesta del profesor Smil es que tenemos que pensar en “futuros racionales de energía moderada y uso de material”. Como admite, sin embargo, es difícil ver a un líder político preparándose para ofrecer a sus ciudadanos cada vez menos en el futuro; especialmente no en las economías emergentes, donde miles de millones de personas desean acercarse al estilo de vida del mundo desarrollado.

La aplicación de la tecnología a los problemas físicos puede producir resultados notables. No fue una coincidencia que la innovación más importante de la última década fue el progreso en la perforación horizontal y la fracturación hidráulica que desbloquea las reservas de petróleo y gas de esquisto que hasta ahora eran inaccesibles. Mientras que los materiales pueden ser finitos, el ingenio humano no lo es. El trabajo de Smil es un recordatorio esencial de que no somos, de hecho, criaturas de luz pura que pueden menospreciar sus limitaciones físicas. Hay maneras en que los átomos nos ayudan que no podrán ser nunca reemplazadas por los bits.

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