Por Simon Kuper
El fútbol, al menos durante una gran parte de su historia, no fue un deporte de pensamiento. Al igual que el petróleo es parte del negocio del petróleo, la estupidez era parte del negocio del fútbol. Los hombres que dirigían los clubes hacían lo que hacían porque siempre lo habían hecho de la misma forma.
Sin embargo, desde hace unos cuantos años, el juego se ha vuelto más inteligente. Se ha inspirado en la “revolución de datos” que comenzó en el béisbol antes de abarcar todos los deportes. Los crecientes ingresos televisivos también incentivan un acercamiento más profesional. Se pueden esperar más avances dentro y fuera del terreno en 2014. El campo con menores expectativas de mejoría debería ser la táctica.
Las reglas del fútbol han cambiado muy poco desde que se codificaron en 1863. Ya se ha probado la mayor parte de las posibilidades tácticas. No obstante, el entrenador más innovador del juego, Josep Guardiola, sigue encontrando nuevas posibilidades. En el Barcelona refinó el posicionamiento de su equipo sin el balón.
Ahora, en el Bayern Munich, envía a sus defensas al medio campo cada vez que su equipo tiene la posesión del balón. Eso le permite al Bayern abrumar a sus oponentes en el medio campo, y cuando el equipo de Guardiola pierde el balón, generalmente lo recupera en la mitad del terreno de los oponentes.
Sin embargo, los mayores avances en 2014 serán físicos. En la Copa Mundial de 2006, Jürgen Klinsmann, el entonces director técnico de Alemania, demostró cuán mejor preparados podían estar los futbolistas si entrenaban según los métodos vanguardistas de los deportes estadounidenses.
La condición física y la velocidad de los jugadores han mejorado desde entonces. Hoy en día, los clubes cuentan con muchos más datos físicos de sus jugadores que hace cinco años.
Los grandes clubes examinan, prácticamente a diario, las debilidades musculares de cada jugador, el movimiento de los ojos, los cambios en la respiración y muchos otros indicadores más o menos obvios. Los jugadores usan equipos GPS durante los entrenamientos. Thierry Marszalek, analista del equipo nacional francés, explica: “podemos decir que sacaremos a un jugador porque ya se ha esforzado demasiado, o que otro no ha hecho lo suficiente y necesita trabajar en un área específica. Lo realmente interesante es la individualización del trabajo”.
Ya existen equipos como el Bayern que juegan a un ritmo sin precedentes.
Un entrenador como José Mourinho del Chelsea espera que incluso un “regateador” como Eden Hazard se esfuerce en la defensa. Cada vez más, cada jugador participa en todos los segundos del juego. Los avances físicos seguirán cambiando el juego en 2014. La profesionalización creciente en el campo será impulsada por la profesionalización creciente fuera de éste. A menudo se dice que la economía del fútbol ahora es una burbuja. Muchos expertos citan el fichaje en septiembre de Gareth Bale, del Tottenham, por parte del Real Madrid por 85 millones de libras (US$ 138 millones) como el colmo de la locura.
Sin embargo, la crítica a los gastos crecientes del fútbol ignora las ganancias crecientes del juego. Específicamente los ingresos televisivos se han disparado, principalmente porque los canales de suscripción han llevado el fútbol a una cada vez mayor cantidad de países.
Solidez de la disciplina
El fútbol se ha mantenido fuerte a través de la crisis económica mundial. Las ganancias de los clubes europeos han subido alrededor de 5% anual desde 2008. En 2011-2012, alcanzaron 19.400 millones de euros, según Deloitte, firma de asesoría empresarial.
Este crecimiento se debe mantener durante 2014. El juego recién comienza a penetrar en China, India, EEUU e Indonesia, los que representan alrededor de 45% de la humanidad.
La Premier League inglesa actualmente gana sólo alrededor de
US$ 0,03 en derechos de televisión por cada persona de China, en comparación con los cerca de US$ 56 por cada persona de Singapur, según Sportingintelligence.com, el sitio web de negocios. Esto significa que hay espacio para el crecimiento.
Deloitte predice que el valor mundial de los derechos de televisión deportivos premium –principalmente las cinco mayores ligas domésticas europeas, la Liga de Campeones, y las cuatro ligas mayores deportivas estadounidenses– aumentarán otro 14% en 2014 para llegar a 16 mil millones de libras.
Mientras tanto, la Copa Mundial en Brasil debe ser el mayor evento mediático de la historia, según el número de televidentes. Su alcance geográfico no tendrá precedentes.
Cuando el equipo estadounidense juegue un partido importante en Brasil, las cifras de audiencia deberían eclipsar los promedios de audiencia de juegos de la Serie Mundial de béisbol o las finales de la NBA de baloncesto. La industria del fútbol se ha vuelto más inteligente, como también lo han hecho sus consumidores.
Los brasileños son la primera nación que se ha dado cuenta de un hecho que los economistas del deporte conocen desde hace ya mucho tiempo: ser anfitrión de una Copa Mundial no los hace ricos.
Típicamente, el país sede paga los costos, mientras la FIFA, la máxima autoridad del fútbol mundial, se embolsa los beneficios, principalmente los derechos televisivos y los contratos con los patrocinadores.
Las personas que protestaron en Brasil en junio pasado ondeaban banderas con lemas como “ya tenemos estadios de clase mundial. Ahora necesitamos un país a la altura de estos”.
La máxima autoridad del fútbol europeo, UEFA, reacia a echarle encima a un país una carga tan costosa, ha decidido no designar una sede única para el campeonato europeo de 2020. En lugar de ello, en septiembre escogerá 13 ciudades sede en 13 países. También la FIFA habrá aprendido la lección de las protestas brasileñas: organizar una Copa Mundial en una democracia es una invitación a las protestas. Es mucho más seguro escoger países que no toleran la disidencia, como Rusia (sede en 2018) y Qatar (2022).
De forma alternativa, la FIFA podría darle el torneo a una democracia rica que no necesite construir estadios o infraestructura porque sencillamente ya los tiene en abundancia. EEUU, país sede en 1994, está preparando su candidatura para 2026.