Hace cuarenta años trabajé en la economía india para el Banco Mundial. Desde entonces, he estado fascinado por el lugar. La habilidad de esta nación enorme y pobre para sostener una democracia animada ha estado entre las maravillas políticas mundiales. Sin embargo, su desempeño económico ha quedado corto de lo podría haber sido. Pese a las mejoras en la política y el desempeño desde la crisis de 1991, esto se mantiene. No obstante, India es ahora la gran economía de crecimiento más acelerado del mundo. ¿Qué podría ser en el futuro?
Es con esta pregunta en mi mente que visité Delhi en días recientes. Es difícil juzgar lo que está pasando en términos de desempeño y política inmediatos. Pero surgen cuatro conclusiones. Primero, el partido oficialista del primer ministro Narendra Modi, el nacionalista hindú Bharatiya, en el poder desde 2014, representa continuidad en lugar de la transformación pro mercado que muchos adherentes esperaban ingenuamente. Segundo, el desempeño de corto plazo y las perspectivas parecen favorables en relación al pasado inmediato y a lo que está pasando casi en todo el resto del mundo. Tercero, el desempeño de mediano plazo también debería ser decente, si el gobierno implementa las reformas que ya ha delineado. Esto es en parte porque India mantiene mucho potencial. Pero, en cuarto lugar, también enfrenta riesgos, externos e internos. El éxito no debe darse por sentado.
Consideremos, entonces, el carácter del gobierno. Está centralizado en la oficina del primer ministro. Su orientación apunta más hacia la administración que a los mercados, y más hacia los proyectos que a las políticas. No ha mostrado inclinación hacia una privatización radical o una reestructuración de los monopolios públicos ineficientes. Sigue gastando grandes sumas en subsidios ineficientes. Para ser justos, la cámara alta, que el gobierno no controla, ha bloqueado hasta ahora la legislación donde el gobierno desea hacer lo correcto. Un ejemplo sobresaliente es el impuesto a los servicios, un impuesto al valor agregado nacional que aceleraría la integración del mercado interno de India.
Un parlamentario, que no pertenece al BJP ni al partido del Congreso, me dijo que el gobierno estaba “sobre el promedio”. Cuando se compara con los del último cuarto de siglo, eso parece correcto.
Cuando el gobierno llegó al poder, la economía estaba sufriendo de una rápida inflación de precios al consumidor y un enorme déficit fiscal. Ayudada por la caída de los precios del petróleo, la primera ha caído desde un 10% en 2013 a menos de 6%. Se pronostica que el déficit fiscal del gobierno central baje desde un 4,5% del Producto Interno Bruto en 2013-2014 (abril a marzo) a 3,5% el próximo año. La economía creció sólo 5,3% en 2012-2013. Se estima que llegaría a 7,5% en 2015-2016. La última Encuesta Económica del Ministerio de Finanzas estima un crecimiento de entre 7% y 7,5% el próximo año, aunque con riesgos a la baja. Esto no sería estelar para los estándares de India. Pero sería estelar para el resto del mundo.
El desempeño, entonces, parece satisfactorio. ¿Se mantendrá así? Probablemente, sobre todo porque el banco central debería ser capaz de recortar las tasas de interés por debajo del 6,75% actual en los próximos meses. Más aún, después de dos años pobres, las próximas lluvias de los monsones serán mayores. Pero el optimismo de corto plazo debe ser limitado: primero, las exportaciones, estancadas por años, están ahora cayendo; segundo, el crecimiento del crédito se ha desacelerado bruscamente; y, tercero, la inversión neta cayó desde un 39% del PIB en 2011-2012 a 34,2% en 2014-2015. Es vital que esto esté al menos estabilizado.
India podría sostener un crecimiento a un nivel cercano a las tasas actuales en el mediano plazo. Según el Fondo Monetario Internacional, su PIB per cápita (a paridad de poder de compra) es sólo un 11% de los niveles de Estados Unidos, frente a un 25% de China. Esto indica un espacio sustancial para un crecimiento rápido. La economía también está razonablemente bien balanceada. Una transformación dramática podría no estar a la vista; en la ausencia de una crisis, eso nunca fue probable.
Pero las mejoras están en camino. Eso incluye una inversión en infraestructura acelerada; mayor apertura para la inversión extranjera directa; una administración más efectiva; consolidación y recapitalización de bancos del sector público; un código de quiebras apropiado; libertad para que los estados compitan en políticas pro crecimiento; entrega de asistencia pública por medio del sistema de números de identificación única; y, no menos importante, el impuesto a los bienes y servicios.
Sin embargo, India no debe ser complaciente. El país se ha movido desde el socialismo con ingreso restringido hacia el capitalismo sin salida: cerrar empresas y despedir trabajadores es extremadamente difícil. Lo último es una razón de por qué los empleos en el organizado sector privado representan un 2% de la fuerza laboral. Los mercados de la tierra, trabajadores y capital están altamente distorsionados.
La alta protección en las fronteras restringe la habilidad de participar en las cadenas de valor globales. Importantes mercados de productos no son competitivos. Incluso el tan aclamado sector de las tecnologías de la información parece estar perdiendo su dinamismo. La calidad de la educación es pobre. En resumen, todavía se necesitan muchos cambios. Sin embargo, es probable que la presión de una creciente clase media fuerce finalmente las tan necesarias reformas.
Esto deja otros tres riesgos. Uno es el conflicto, de forma más plausible con Pakistán. Esto parece improbable actualmente. Otra es un desplome global. Pero un desplome lo suficientemente grande como para descarrilar el crecimiento en una nación del tamaño y diversidad de India, siempre y cuando sea bien manejado, parece una probabilidad modesta.
Un riesgo final deriva del “Tea Party” del BJP, sus elementos chovinistas e intolerantes. Los musulmanes representan un 14% de la población. Uno de los milagros de la India post independencia es la forma en que las personas divididas por religión, casta y opinión han logrado vivir democráticamente y pacíficamente, una al lado de la otra. Este es un gran logro. Si perdura, los políticos responsables deben recordar que gobiernan para todos los indios, incluyendo a aquellos que no les gustan o con los que no están de acuerdo. La tolerancia de las diferencia importa en todas las democracias. En una tan grande y compleja como India, es verdaderamente vital.